Superliga: pros y contras

El Tribunal dicta sentencia sobre la Superliga

El Tribunal dicta sentencia sobre la Superliga / Curia Europa

Jordi Badia

Jordi Badia

La sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) otorga, en entrada, dos beneficios sustanciales a los clubes de la Superliga europea de fútbol y, especialmente a FC Barcelona y Real Madrid, los únicos de los 12 integrantes que se mantienen públicamente firmes en el propósito de promoverla. Por un lado, evita que ligas profesionales y UEFA puedan sancionarlos de ninguna manera, sea con la pérdida de puntos en las competiciones nacionales, sea con la prohibición de participar en los torneos europeos, como se les había amenazado en un principio. Y por otro lado, les sitúa en una posición de fuerza para mejorar, si fuera el caso, tanto su participación en la toma de decisiones en aspectos como el calendario y el formato de los campeonatos como en el reparto de beneficios generados.

En cuanto a la instauración de la Superliga anunciada en abril del 2021 por doce equipos europeos, a los que se habían de añadir dos alemanes y uno de francés como fundadores, los beneficios que obtendrían los veinte clubes participantes son diversos y atractivos para los promotores.

Económicos

En el momento en el que se anunció la creación de la Superliga, los promotores explicaron que, con solo participar en la competición, los quince clubes fundadores podrían recibir alrededor de 350 millones de euros. El proyecto contaría con la financiación del banco norteamericano JP Morgan Chase. Además, optarían a un mejor y mayor reparto de los ingresos televisivos y publicitarios. En concretó, se habló de que el 32.5 por ciento se repartiría a partes iguales entre los quince fundadores y otro 32,5 por ciento entre les veinte participantes. Otro 20 por ciento, en función de la clasificación. Y el 15 por ciento restante, se destinaría a acciones de marketing de la propia competición.

Estabilidad financiera

Los quince clubes fundadores tendrían garantizada su participación durante un período de tiempo que, sin embargo, no quedó especificado si sería permanente o condicionado al cumplimiento, durante un número de años determinados, tal como se programó en los primeros años de la Euroliga de baloncesto. Se trataba de una competición semicerrada. De forma que los clubes fundadores, verían aumentados sus ingresos y, a la vez, obtendrían la seguridad de tenerlos durante un número de años suficientes, garantizarse estabilidad financiera y no depender de la clasificación en la liga o la eliminación prematura en las competiciones europeas.

Formato y calendario

En abril del 2021, la Superliga europea anunció una competición estructurada en dos grupos de diez clubes jugando en casa y fuera, con los cuatro primeros de cada grupo pasando a unos cuartos de final a doble partido, semifinales a doble partido y final a un solo partido. Los partidos se jugarían entre semana y sería compatible con las ligas domésticas. Aunque con el tiempo el formato y la estructura ha evolucionado, al igual que lo ha hecho el número de equipos que participarían en ella, los clubes fundadores tendrán la potestad y la capacidad de estructurar la competición en función de sus intereses y amoldarlo a las exigencias del calendario, sobre el que ganarán capacidad de incidencia y podrán condicionar los torneos de UEFA y FIFA.

Sin embargo, no todo son beneficios. Al menos no, a corto plazo. De entrada, el mayor obstáculo que deberán superar los clubes fundadores si quieren sacar adelante el proyecto es la hostilidad de gobiernos como el británico o de equipos como el Bayern de Múnich o el PSG, y de las aficiones que ya en su día hicieron retroceder, al menos públicamente, a los seis equipos ingleses, con lo que se arrastró a Inter, Milán y Atlético de Madrid. Y la oposición y las maniobras que mantendrán, acrecentadas si acaso, por las ligas profesionales, UEFA y FIFA para evitar que más equipos se sumen al proyecto auspiciado públicamente en este momento por FC Barcelona y Real Madrid.

Nada priva ya al fútbol de seguir el camino iniciado a principios de siglo por el baloncesto con la creación de la Euroliga. De hecho, el propósito inicial de sus promotores era, precisamente, que el baloncesto hiciera de banco de pruebas para el fútbol, ya que ese era su principal objetivo. También entonces la FIBA se opuso de manera radical, amenazó con sanciones y consiguió, en la primera temporada, que un buen número de clubes -griegos, rusos y turcos, básicamente- no se sumasen a la Euroliga. Sin embargo, a diferencia de lo que ocurre con el fútbol, la Euroliga fue auspiciada por las ligas profesionales y no por los clubes en solltario.