Opinión | Tuercebotas

La selección femenina y el periodismo deportivo

No habrá otro fútbol sin nuevas formas de informar sobre lo que sucede en el campo, el estadio y el palco

Alexia Putellas

Alexia Putellas / SPORT.es

Es una de las leyes del fútbol: lo que sucede en el campo se queda en el campo. Este principio sirve para encapsular dentro del mundo del fútbol insultos, agresiones, actitudes antideportivas... Lo que sucede en el campo se queda en el campo significa que estas conductas se comprenden, se justifican (las pulsaciones a cien, la tensión competitiva...) y se tratan según las leyes del fútbol. Fuera del campo no se entiende lo que sucede dentro, así que quienes están fuera no deben juzgar ni sancionar lo que ocurre en el césped. 

Por extensión, lo que sucede en el estadio también debe quedarse en el estadio. No se espera de los asistentes a un campo de fútbol actitudes edificantes, sino lo contrario: que habrá cánticos y gritos insultantes (racistas, machistas, homófobos...) y actos violentos se da por descontado. Grupos ultras se mezclan con hinchas que fuera del estadio son personas civilizadas pero que dentro actúan como energúmenos. Por suerte, la tolerancia con este tipo de actitudes se ha reducido (el veto a los ultras, Vinicius y el racismo), pero no ha desaparecido, y pervive a diario en centenares de campos donde juegan chavales de categorías infantiles que soportan y presencian actitudes impresentables demasiado a menudo de sus propios padres. Debería dar que pensar que en otros deportes no se da este ambiente tóxico. 

Leyes de gobernanza

Lo que sucede en el palco también suele quedarse allí y en las salas de juntas. Las leyes de gobernanza del fútbol son opacas, en ocasiones clientelares, caudillistas, con graves sospechas (y a veces certezas) de corrupción. El fútbol se rige por sus normas, y se blinda cuanto puede de la influencia exterior, hasta el punto de que uno de los peores pecados que puede cometerse es recurrir a la justicia ordinaria. Es significativamente larga la lista de profesionales de éxito en otros ámbitos que intentan dar el salto al fútbol y lo abandonan a los pocos meses. 

Al abrigo del fútbol se ha desarrollado un cierto tipo de periodismo deportivo simbiótico con el mundo sobre el que informa, fiel a esta premisa de que lo que sucede en el fútbol se queda en el fútbol. Un tipo de periodismo que refuerza, incentiva y justifica la excepcionalidad futbolística y se retroalimenta con ella. Tantos años de opacidad no habría sido posible sin un periodismo que ha sabido, querido y podido jugar con estas reglas. Podríamos decir que lo que sucede en este tipo de periodismo deportivo se queda en el periodismo deportivo, no es extrapolable ni influenciable por otras formas de entender la profesión ni por la opinión pública. 

La patada

La selección femenina de fútbol ha pegado una patada a esta caja negra. Lo que sucedió en el palco (la celebración de Luis Rubiales), en el campo (el beso no consentido a Jenni Hermoso) y en la junta (la nefasta asamblea) no se quedó ahí y, visto con las gafas del resto de la sociedad, tratado con el mismo rasero que otros ámbitos, se ha visto grotesco. Todo el mundo vio al rey fútbol desnudo y deforme. Tanto, que incluso su propia imagen en el espejo le disgustó, es pronto para afirmar si de forma sincera o por instinto de supervivencia. 

A raíz de ello, abundan las reflexiones sobre la necesidad de acabar con esta opaca gobernanza del fútbol, de poner fin al régimen de señoros con todo lo que ello implica. La selección femenina no solo tiene un conflicto laboral o se ha convertido en símbolo de la igualdad, sino que también se la considera el ariete para cambiar el fútbol. Se ha hablado mucho sobre cómo el juego en el fútbol femenino en sí es diferente, más limpio y menos pícaro en el mal sentido de la palabra, y también de cómo su pulso en la Federación pretende acabar con estructuras caducas

La ayuda

Pero menos se habla de que el cambio necesita ayuda, de que es necesario abrir las ventanas de ese cierto tipo de periodismo tan rancio como las celebraciones de Rubiales sin el cual el mundo del fútbol no sería tal y como lo conocemos. Apasionado pero no fanático, analítico, moderno, fiscalizador, transparente, igualitario, deportivo en todo el sentido del término, sin espacio para las lacras (sobredosis de testosterona, hooliganismo irracional, racismo, machismo...) de las que la sociedad quiere pasar página. No habrá un fútbol nuevo sin nuevas formas de informar y explicar sobre lo que sucede en el campo, el estadio y el palco, y de entretener con ello.