Opinión | Tuercebotas

Resistir, sufrir y ganar en la Champions

Entender y respetar el mérito del Madrid en Europa es esencial para aspirar a derrotar a los blancos

Rudiger marcó el penalti definitivo ante el City

Rudiger marcó el penalti definitivo ante el City / Efe

Resistir, sufrir, competir e ir decidido a por la victoria por el menor resquicio para vencer. El viejo ADN del fútbol que sigue vigente y que nunca genera debate”. Andoni Zubizarreta, gran analista además de extraordinario portero en su momento, resumió mejor que yo en esta última línea de su artículo en ‘El País’ la conclusión de este que estoy escribiendo: ir a ganar el partido por todos los medios posibles --deportivos, se entiende—no es ninguna deshonra. Al contrario, tiene un enorme mérito. 

El Real Madrid lo ha vuelto a hacer. Aguantó al Manchester City durante una hora y una prórroga y después sus jugadores y su portero tuvieron más acierto en la tanda de penaltis. No está al alcance de muchos aguantarle al City en su estadio un asedio repleto de talento y fuerza física. El City resistió y sufrió el gol del Madrid en una jugada aislada, compitió y fue decidido a por la victoria por el menor resquicio. Logró empatar, perseveró, abrió el campo, remató, lanzó una tormenta de saques de esquina, combinó, regateó, chutó, se replegó con éxito para impedir las contras letales del Real Madrid, no desfalleció, no se puso nervioso, no rifó la pelota ni colgó balones sin ton ni son. Lo tuvo todo, lo aportó todo, solo le faltó más acierto. Y en los penaltis erró. "Para ser sincero, solo he visto un equipo hoy", dijo Rodri al final del partido, en caliente, frustrado con toda la razón. 

Ejercicio defensivo

Es verdad, en ataque solo hubo un equipo en el Etihad, el City. Pero en defensa solo se vio un equipo: el Real Madrid. Los blancos defendieron, bloquearon, interrumpieron, presionaron, se ayudaron, despejaron, intentaron desplegarse, no cometieron muchas faltas, no sufrieron ninguna expulsión, no se pusieron nerviosos, no se frustraron, no se desplomaron, no se despistaron ni en las marcas ni en las ayudas, no hicieron ningún penalti tonto y acabaron la segunda parte de la prórroga en el área contraria. Ellos también resistieron, sufrieron, compitieron y fueron decididos a por la victoria por el menor resquicio. Y en los penaltis solo fallaron un lanzamiento. Todo ello sin recurrir al mourinhismo, sin arrebatos bilardistas, para entender la diferencia solo hay que comparar el City-Madrid con la lluvia de clásicos del 2011, sobre todo la final de la Copa del Rey que ganaron los blancos en la prórroga después de un comportamiento muy poco presentable en el terreno de juego. Como dijo Pep Guardiola, Carlo Ancelotti es mucho más que un gestor. Por cierto: el Madrid no pierde una tanda de penaltis en Europa desde la temporada 2011/12, justamente ante el Bayern de Múnich, su próximo rival en semifinales. 

El caso es que no es la primera vez que el Madrid lo hace en la Champions. Visto desde las filas barcelonistas, el hechizo de los blancos con la competición europea es incomprensible, un Expediente X. Pero pasan los años, las orejudas se acumulan en las vitrinas blancas, y los argumentos (los cruces fáciles en los sorteos, las decisiones arbitrales, las lesiones de los rivales, los errores groseros de los porteros del adversario, una buena fortuna inconcebible...) se han ido agotando hasta desaparecer tras esta eliminatoria del Etihad. Ni el acérrimo antimadridista encuentra un pero extradeportivo al resultado. Excepto el estilo de juego, por supuesto. 

Hay un paladar exquisito en Barcelona que menosprecia ejercicios defensivos como el del Madrid en el Etihad. El mejor Barça de la historia los sufrió en Europa, y en algunos casos perdió, como contra el Inter de Milán y el Chelsea. Sin duda, yo prefiero jugar como aquel Barça y no como aquel Chelsea o aquel Inter, y me gustaría que el Barça de hoy se pareciera un poco a cómo juega este City, un equipo formidable y admirable con un enorme talento individual al servicio de un torrencial talento colectivo. Pero a base de triunfos blancos y decepciones azulgranas en la Champions tal vez desde el barcelonismo estaría bien bajar del pedestal e intentar aprender qué hace bien el Madrid. No significa abrazar el resultadismo a cualquier precio (prefiero jugar como el City sin duda) ni abominar del ADN Barça, sea lo que sea. De lo que se trata, si me permite Andoni Zubizarreta robarle el final de su artículo, es de admitir el mérito de resistir, sufrir, competir e ir decidido a por la victoria por el menor resquicio para vencer. De aprender a hacerlo. Y de entender cómo lo hacen para poder derrotarlos.