Opinión

Dembélé: el caso del futbolista que no sabía jugar a fútbol

Es uno de los jugadores que más regates intenta, pero su porcentaje de éxito no llega para estar en el top ten

Ousmane Dembélé, durante un partido con el PSG

Ousmane Dembélé, durante un partido con el PSG / EFE

Uno de los chistes que hizo fortuna después del PSG-Barça del miércoles decía que Raphinha y Dembélé han marcado los mismos goles este año en el Parque de los Príncipes: 2. El chiste trataba de quitar hierro a la maldición del ex, después del golazo del francés que supuso el 1-1. Las estadísticas de Dembélé en el PSG no mejoran las de su etapa en el Barça: este año registra 2 goles y 10 asistencias en todas las competiciones. Raphinha, por citar a su competidor la temporada pasada en el once titular, lleva 7 goles y 9 asistencias. No son cifras de Balón de Oro, pero son mucho mejores que las de Dembélé este año y el anterior, que lo acabó en el Barça con 5 goles y 7 asistencias. Para hacernos una idea, la mejor temporada del extremo francés como azulgrana fue la 2018-19, en la que marcó 8 goles y dio 5 asistencias.

Aun así, Dembélé es en palabras de Xavi uno de los mejores jugadores del mundo, afirmación que repitió en la previa del duelo con el PSG. Luis Enrique, su actual entrenador, afirmó que es “el jugador más desequilibrante del mundo”. Las estadísticas dicen que es uno de los jugadores que más regates intenta, pero que su porcentaje de éxito no le llega para estar en el top ten de los mejores regateadores de las cinco grandes ligas europeas. Lo intenta mucho, le sale bastante menos y, cuando llega al área, se ofusca y suele tomar las peores decisiones. Esta fue la historia de Dembélé en el Barça y este es el resumen del francés en el partido del miércoles, que todos los cruyffistas sabemos que un palomo no hace verano.

Dembélé me da pereza y los ‘Dembélélievers’ me son inescrutables. No comulgo con el relato del genio incomprendido, del prodigio al que hay que esperar porque algún día nos mostrará todo lo que tiene en su interior. Me han agotado los comentaristas televisivos que en todas las transmisiones destacan su capacidad para usar las dos piernas y para desbordar a su defensor por cualquiera de los dos lados. Sus aproximaciones al área ya no me sobresaltan, sé que estadísticamente lo más probable es que chute cuando debería centrar, que la pasará cuando tendría que disparar y que el pase irá donde no hay ningún compañero, o demasiado fuerte, o demasiado blando. Sé que de vez en cuando me equivocaré; de hecho, me equivoqué el miércoles, cuando mi pulso no se alteró al verlo intentar un recorte dentro del área del Barça. No daba un duro por el regate (le salió fenomenal) ni por su disparo (espléndido), nunca temí lo que pasó, que encañonó un golazo. Fue así, pero sé que estadísticamente mi tranquilidad de espíritu estaba fundada: Dembélé promete y casi nunca cumple lo prometido. Luis Enrique tiene razón, Dembélé es un ‘show’. Pero del humor.

El francés es un caso flagrante de espléndido futbolista, dotado con unas condiciones extraordinarias (físicas, técnicas) para la práctica de este deporte, que sin embargo no sabe jugar al fútbol. Hay más jugadores así de lo que parece, y también al contrario: futbolistas no tan bien dotados técnicamente que, en cambio, tienen un mapa de este juego en su cabeza. Vinicius, por ejemplo, en sus inicios no es que no supiera finalizar las jugadas en gol, es que no entendía el juego. Pero ha mejorado y cada vez demuestra una clarividencia a la que no se le ve techo. Vinicius ha aprendido las lecciones que Dembélé suspende cada año. En el polo opuesto, a Txiki Begiristain Cruyff solía elogiarlo por su inteligencia sobre el césped.

Cuando un futbolista bien dotado técnicamente sabe jugar al fútbol, aparece un crack. Zidane nació sabiendo qué hacer cada momento con el balón: cuándo regatear, cuándo fintar, cuándo acelerar, cuándo frenar, cuándo chutar, cuándo dejarla pasar sin tocarla. Busquets era una enciclopedia del fútbol, y Pedri y Cubarsí demuestran que este conocimiento no solo lo da la experiencia, sino que puede ser innato. Xavi, Iniesta o Guardiola mostraron que el fútbol se practica con los pies pero se juega con la cabeza. Tomar en cada momento la decisión adecuada, a toda velocidad y bajo presión. Así de simple, así de difícil.

A muchos culés les ha dolido la desaforada celebración de Dembélé de su golazo al Barça. La consideran desagradecida, desconsiderada, irreflexiva. A mí no me sorprendió. Normalmente se juega como se es.

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