Opinión

Racismo a la carta

James Nnaji, en un partido con el Barça ante Marc Gasol

James Nnaji, en un partido con el Barça ante Marc Gasol / Javi Ferrándiz

El racismo ensucia el deporte. Hay que condenarlo. La culpa no la tiene el negro, la tenemos nosotros. El problema es denso. Y resulta imposible combatir el racismo con un mínimo de credibilidad cuando el poder, los políticos y los medios de comunicación juegan a publicitar denuncias sostenidas por un criterio ético de geometría variable. El racismo es un problema grave. Y el grado de intensidad con el que se denuncia, también.

En la guerra, la historia la escriben los vencedores. En el deporte, el relato lo escribe el poder. Lo repite y lo impone. No es racismo, es su racismo. Denuncian el odio a uno de los suyos y dicen que no tolerarán ese odio a los suyos, pero no mueven un músculo si el odio lo generan algunos de sus aficionados y lo sufren otros.

Alguien debería plantearse cómo es posible que Diakhaby, que denunció haber sido víctima de racismo, no quisiera posar junto a una pancarta antirascista. Alguien debería preguntarse por qué James Nnanji, tras sufrir un lamentable episodio racista, tiene que ver cómo la mayoría de medios de este país ha pasado de puntillas sobre su caso.

El racismo es una lacra social. La hipocresía también. Alguien debería reflexionar sobre por qué con Vinicius se puso el grito en el cielo y por qué en otros casos se prefiere mirar hacia otro lado.

Alguien debería preguntarse por qué en unos casos la Fiscalía actúa con diligencia y se identifica a los culpables y por qué en otros casos no. Alguien debería pensar por qué un caso provoca la condena unánime de nuestros políticos cuando huelen votos y por qué otros casos de racismo no les merecen ni un simple comentario.

Alguien con un mínimo de decencia debería preguntarse cómo es posible que el caso de Vinicius abriera telediarios y generase un maremoto de portadas en periódicos nacionales, con un sinfín de apoyos, denuncias, opiniones y homenajes para proteger al jugador del Real Madrid, mientras que James Nnaji ha recibido un apoyo mediático tan ridículo como sonrojante.

Futbolista de blanco es categoría. Baloncestista azulgrana, una anécdota. Con el primero, jaleo. Con el segundo, silencio sepulcral.

Alguien debería preguntarse si el periodismo quiere combatir el racismo o si solo lo denuncia cuando la víctima es de su equipo. El racismo es un problema social. La cobardía, también. Si el racismo lo sufre un jugador del Real Madrid, el mundo se detiene, el debate se genera y las denuncias se suceden. Perfecto.

El problema llega cuando el racismo no lo sufre un jugador del Real Madrid y el delito de odio se produce por parte de algunos ‘aficionados’ de ese equipo.Ahí no pasa nada. Y si pasa, se le saluda. El racismo es un problema grave. El racismo selectivo, también.

EL PERIODISMO Y LA UEFA

A comienzos de mes se publicó que los inspectores de la UEFA habían decidido que el Barça debía ser sancionado. Revuelo y jaleo. A finales de mes, UEFA sigue sin tomar ninguna decisión sobre el asunto.

Conclusión: los tiempos de la UEFA no coinciden con los tiempos del periodismo. En caso de duda, las noticias van por delante de la realidad.

TURNO PARA DECO

Jordi Cruyff se fue haciendo un buen trabajo. Fue eficaz y discreto. Supo ser un buen número dos para Alemany. Ambos convivieron con buena sintonía y trabajo en equipo.

Ahora llega Deco. Deja su agencia de representación y tiene tajo por delante. ¿Será el número dos que Mateu necesita? La respuesta tiene dos letras pero la palabra es una sola.