Por un fútbol femenino sin condescendencia

Las jugadoras del Barça, en su primer amistoso de pretemporada

Las jugadoras del Barça, en su primer amistoso de pretemporada / V. Enrich

Javier Giraldo

Javier Giraldo

La Eurocopa femenina celebrada en Inglaterra durante el pasado mes de julio sirvió para confirmar que el fútbol femenino ya no es una moda pasajera: excelentes audiencias de televisión, campos llenos y un nivel de juego que sorprendió –para bien- a los espectadores no habituales.

Y precisamente porque el fútbol femenino ya no es una moda, los periodistas deberíamos llevar a cabo una reflexión sobre cómo nos referimos al fútbol cuando lo practican mujeres y no hombres. 

La mirada cambia, y es una mirada que sigue estando teñida de una cierta condescendencia, como si el fútbol femenino fuese solo un pasatiempo, en contraposición al masculino, que es una industria multimillonaria.

Esa condescendencia se nota cuando después de la final, por ejemplo, los periodistas decimos que ‘han ganado todas’ (en realidad, ganó Inglaterra; no diríamos ‘han ganado todos’ cuando Italia se proclamó campeón del mismo torneo, en el mismo escenario, en la versión masculina), o también cuando después de la eliminación de España, la prensa solo destacó las virtudes de la selección.

Fueron muchas, y había que valorarlas, pero también conviene analizar las carencias o los errores cuando un equipo cae eliminado, como suele suceder en el fútbol masculino.

Ocurrió algo similar cuando el Barça perdió la final de la Champions ante el Lyon: solo se escribieron parabienes, antes y después del partido, en una atmósfera 'buenista' que a corto plazo es justa y necesaria, pero que a la larga, sería bueno ir sustituyendo por un enfoque más racional. De hecho, fueron las propias jugadoras quienes aprovecharon la derrota en la final para destacar que a la Liga femenina le falta competitividad. 

En una palabra, quizá deberíamos empezar a tratar el fútbol femenino con la misma mirada que al masculino. Con menos benevolencia y con más normalidad. Seguro que las jugadoras lo agradecerán: podrán empezar a hablar de fútbol como lo hacen sus compañeros del masculino, sin tener que justificar en cada respuesta el crecimiento del fútbol femenino o las asistencias a los estadios (que ya pronto dejarán de ser noticia, y eso será una buena noticia).

Seguro que las protagonistas del fútbol femenino empezarán a sentirse realmente valoradas cuando los periodistas las tratemos con la misma exigencia y la misma crítica que a sus compañeros: habrá choques, críticas y malestar, pero también habrá elogios y aplausos. Exactamente igual que en el masculino. La plena normalidad.