La doctrina Bordalás

Elegir entre jugar para ir a ganar el partido o jugar con todo a tu alcance para no perderlo supone una visión del mundo y de la vida

Bordalás en el Santiago Bernabéu

Bordalás en el Santiago Bernabéu / EFE

Joan Cañete Bayle

Joan Cañete Bayle

“En Primera todos tenemos calado a Bordalás”. Iñaki Williams ha pasado a engrosar la lista de jugadores y entrenadores que han mantenido polémicas con José Bordalás , el entrenador del Getafe. En este caso, el Athletic-Getafe acabó de forma poco edificante y, como suele suceder en estos tiempos en los que todo el mundo tiene sus propios hechos, con un cruce de versiones a cual más digna y contundente: que si él me insultó, que si el otro es un mentiroso, que si tú más, que si anda que tú.

Bordalás es representante de una linaje de entrenadores que podemos trazar hasta Carlos Salvador Bilardo, el seleccionador que llevó a Argentina a la victoria en el Mundial de 1986 y a la final de 1990, un equipo en el que jugaba, entre otros, un tal Diego Armando Maradona. La rivalidad entre Bilardo y César Luis Menotti (campeón del mundo en 1978, exentrenador del Barça) es de las más legendarias de la historia del fútbol y generó ríos de tinta que, muy a la argentina, parecía que hablaban de fútbol pero en realidad versaban sobre la vida. El libro ‘Bilardo-Menotti, la verdadera historia’, escrito por un periodista bilardista y otro menottista, Néstor López y Nicolás Emiliano Cajg, es un muy buen retrato del debate que dividió el fútbol y la sociedad argentinos y que dio enjundia ideológica a duelos como el Italia-Brasil del Mundial 82 o el Guardiola-Mourinho. En esencia: jugar para ir a ganar el partido o jugar con todo a tu alcance para no perderlo.

La bilardista doctrina Bordalás contempla que el primer paso hacia la victoria es que el equipo adversario no gane. Para ello, vale todo lo que den de sí los límites flexibles del reglamento: el ‘trash talk’, la provocación, la pérdida de tiempo, el estado del césped y las medidas del terreno de juego, desquiciar a los jugadores rivales, presionar, atosigar y apabullar al árbitro, jugar con el reloj tanto (o más) que con el balón… Es una doctrina pragmática, descarnada, pura ‘realpolitik’, es para el entrenador de fútbol lo que Maquiavelo es para el gobernante.

Jose Mourinho practica el mismo librillo futbolístico. Igual que Bilardo necesitaba a un Menotti, Mourinho precisó de Guardiola para sublimar su visión. Una de sus obras maestras fue la final de la Copa del Rey del 2011 entre el Barça y el Real Madrid. En plena tormenta de clásicos, los jugadores del Madrid, algunos de ellos campeones del mundo, saltaron al césped con las instrucciones de echar a sus adversarios del partido como fuera. Lo lograron y ganaron la Copa gracias a un golazo de Cristiano Ronaldo. Una de las falacias de la doctrina Bordalás es que el maquiavelismo futbolístico es el único recurso de los pequeños ante los grandes. El Madrid de Mourinho era un equipazo. El dedo en el ojo de Vilanova marcaba, como dijo la infame pancarta, un camino, una forma de entender el fútbol y la vida, más allá del presupuesto.

Bordalás, Mourinho y sus adeptos suelen clamar contra lo que llaman la superioridad moral de sus críticos. Han logrado que cale tanto la idea que cualquier crítica hacia ellos debe explicitar que es legítimo jugar así. Cierto, cualquier forma de jugar dentro del reglamento es lícita y no hay nada que objetar. Pero el hecho de que algunas trampas no sean sancionadas ni sancionables no hace que dejen de ser trampas. Y los profesionales identifican las malas artes en su trabajo. A partir de ahí, cada uno decide dónde coloca su vara de medir moral, su tolerancia, y cada uno también decide cuál quiere que sea su reputación.

La doctrina Bordalás no es exclusiva ni del entrenador del Getafe (de innegables virtudes tácticas para sacar rendimiento a plantillas limitadas, a falta de verlo en un grande) ni del fútbol. En la NBA, por ejemplo, son legendarios los Detroit Pistons, los bad boys, que se enfrentaron a los Lakers de Magic Johnson y a los Bulls de Jordan. Fuera del deporte, la empresa, la política, el periodismo, la educación, etcétera también tienen sus propias doctrinas Bordalás: el objetivo por todos los medios como justificación de todo, el embarrar el campo, los codazos cuando el árbitro no mira, apabullar al juez, los atajos sin complejos, el deplorar la superioridad moral de los críticos, la jactancia por los réditos de la picaresca y la astucia… Cada uno elige si es bilardista o menottista, guardiolista o mourinhista, si del Atheletic o del Getafe.