El culo y las témporas

Esta sociedad ha dado un paso adelante en no tolerar comportamientos machistas y este vergonzoso suceso ha radiografiado una realidad con mayúsculas

El vídeo que demuestra otra de las mentiras de Rubiales: Jenni no lo alzó

Jenni Hermoso no alzó a Luis Rubiales antes del beso / Twitter

Carme Barceló

Carme Barceló

Soy de las que piensa que el ‘affaire Rubiales’ ha movido conciencias. Más allá del hecho en sí, de los relatos de unos y otros, de la deriva política y de los impresentables ‘días después’ del dimitido presidente, creo que un importante porcentaje de la sociedad española -la misma que ha sido infravalorada por este señor, calificando de “tontos del culo” a los que no pensábamos como él- ha hecho suyo el #SeAcabó.

Esta sociedad ha dado un paso adelante en no tolerar comportamientos machistas y este vergonzoso suceso ha radiografiado una realidad con mayúsculas. Porque no hace ni veinticuatro horas que a una periodista de Cuatro le han tocado el culo en la calle mientras hacía su trabajo. Y no hace falta que les recuerde que estamos en 2023 y que aún hay quien considera que “son una exageradas y no hay para tanto”.

Luis Rubiales hizo exactamente lo mismo: tocar sin consentimiento. Ítem más: era el superior de la mujer en cuestión. A ella, a Jenni Hermoso, siguen señalándola con saña por denunciar lo que ella considera “una agresión, un acto machista fuera de lugar y sin ningún tipo de consentimiento por mi parte. Sencillamente, no fui respetada”. Ni ella ni tantas y tantas otras que, repito, se engloban en este #SeAcabó que ha dado la vuelta al mundo. Todas a las que agarran la cara o aprietan el trasero y no hay una cámara que lo grabe para que las crean.

La UEFA aseguraba el lunes en un foro que hay que velar “por el bienestar de las jugadoras y prestar mayor atención a sus necesidades”. La FIFA también dijo la suya inhabilitando a Rubiales, lo que provocó que muchos de los ‘aplaudidores’ de la famosa asamblea de la RFEF tornaran las loas en ‘pitos’ a través de comunicados oportunistas y cuyo fin, presuntamente, era el de salvar otro culo. El suyo.

Escribo este artículo la tarde de un martes en las que las posturas de la federación y futbolistas de la selección siguen alejadas. Ellas son y se sienten fuertes a pesar de las presiones -sí, las presionan fuerte- y son conscientes de que éste es el momento. Unidas, priorizan el futuro al presente. Conscientes de lo que se juegan, no les viene de nuevo. Ya tienen un valor genético y otro de mercado que las avala: un Mundial conseguido por su calidad y su lucha tras renuncias y demandas. Y se sienten poderosas. Lo son. Pasarán a la historia por lo deportivo y por lo social. Porque se ha ganado más que una medalla y la regeneración que demandan es lícita y necesaria. Eso sí, el camino no es gratis.

En paralelo, la huelga de la Liga F. Otra presión que añadir. Otra vez la comparación con sus compañeros, cuya solidaridad ha llegado tarde, tibia y poco creíble. Les aporto un dato revelador: la retribución mínima del convenio de fútbol femenino sólo está por encima de la de los auxiliares administrativos (14.490 euros), los teleoperadores (15.064,43 euros) o los gestores telefónicos (15.931,14 euros brutos).

Los oficiales administrativos, con 16.508,94 euros brutos, tienen aprobado un salario mínimo superior al de las jugadoras. O lo que es lo mismo, tiene mayor retribución el personal de taquillas que vende entradas en los partidos de fútbol femenino que las profesionales que los juegan. El dato frío. La realidad tozuda. Y, por favor, no confundan el culo con las témporas.