Confirmado: Messi deberá obrar la madre de todos los milagros

Ernest Folch

Ernest Folch

Argentina debutó en el Mundial como si no hubiera hecho ninguna preparación, como si todas estas semanas previas no hubiesen servido de nada. La selección albiceleste demostró que se encuentra exactamente en el mismo punto de la repesca, en la que se clasificó a última hora y a trompicones. Messi falló un penalti, y hay quien querrá señalarlo desde Madrid o Buenos Aires, pero la realidad es que fue el único argumento de Argentina, a parte del gol del Kun.

Es difícil encontrar un fútbol más primitivo y poco elaborado que el que ofreció en su debut el conjunto de Sampaoli, que dispuso en el medio campo un dibujo cerrado y de contención con Mascherano y Biglia, más diseñado para conservar un empate contra una superpotencia que no para generar algo de fútbol contra la voluntariosa pero modestisima Islandia. No fue hasta la entrada tardía de Banega que hubo algo más de circulación, pero ya era demasiado tarde, porque en la albiceleste no solo operan factores futbolísticos sino también emocionales. Y es que Argentina es una selección construida desde la ansiedad, que atenaza al entorno, a los jugadores y al entrenador, y así es casi imposible lograr que cuaje el juego.

En el fútbol no bastan las ganas de ganar, hay que tener además alguna idea y encontrar la paz mental para desarrollarla. La brutal presión social y mediática que tiene encima el combinado argentino solo es comparable al que sufre Brasil, pero con la diferencia que mientras la ‘canarinha’ tiene a un Neymar arropado por grandes jugadores, en Argentina Messi deambula en medio de una soledad angustiante. No hay ninguna duda de que saldrán ahora los sospechosos habituales a culpabilizar a Leo del empate, sospechosos que solo salen en los días malos, como los caracoles cuando llueve. Pero los problemas de la albiceleste son muy profundos, vienen de muy lejos, y tienen como origen una AFA caótica, que tradicionalmente ha demostrado más ambición por ganar dinero que no por construir un proyecto deportivo competitivo.

Contra Islandia, Argentina volvió a confirmar los peores presagios y se presentó ante el mundo como una colección de nombres pero sin un hilo conductor que pueda unirlos. Es decir, no se ve absolutamente ninguna evolución a la inquietante radiografía que ya daba un diagnóstico sombrío en el lejano mes de octubre. Se comprueba una vez más que Argentina solo puede ganar el Mundial con un milagro de Messi. Y no uno cualquiera sino con total seguridad el más descomunal que haya obrado jamás. La madre de todos los milagros.