Opinión

La comparación maldita

Llevemos el alma del Palau al Lluís Companys, haciéndolo garantizaremos dignidad, sacrificio, orgullo y triunfo

Entre señores y esclavos

Willy Hernangómez y Jan Vesely, tras acabar el partido contra el Real Madrid

Willy Hernangómez y Jan Vesely, tras acabar el partido contra el Real Madrid / Javi Ferrándiz

Les tengo que confesar que una extraña comunión me une al Palau Blaugrana y a la sección de baloncesto. Mis últimas doce visitas al santuario de Les Corts entre Liga y Euroliga se saldan todas ellas con victoria, y esta curiosísima estadística ha corrido ya tanto que, desde los comisionados de la sección hasta su responsable de protocolo, una impecable y brillante Leila Lara que podría iluminar ella sola el pabellón con su sonrisa, ya me saludan y se felicitan simpáticamente cuando me ven entrar.

Es tal mi etiqueta de “talismán”, que mi buen amigo Josep Cubells, directivo responsable del basket blaugrana, me llamó el martes, divertido y jocoso, preguntándome si tenía intención de acudir al Palau contra un R. Madrid que estaba resultando una apisonadora continental. Le respondí que lo tenía complicado al ser mi aniversario, y el muy bribón me espetó. “¿Hay mejor manera de celebrar un cumpleaños que entre amigos y ganando al Madrid?” Me desarmó, y ahí me tienen ustedes, más puntual que un divorciado novato en su primera cita de “Tinder”, esperando ver, más que el brillo de la fortuna, el fogonazo de un milagro… Y lo hubo. ¡Vaya si lo hubo!

Seamos serios, les aseguro que nada tengo que ver más allá de permanecer histérico y pendiente del caprichoso vuelo de la pelota por el pabellón, la dirección de nuestros lanzamientos o el desear con el alma la victoria en cada poro de mi piel.

¿Qué sucedió entonces? ¿Por qué hemos pasado en solo unos días del titubeo deportivo absoluto y una total desconfianza, al éxtasis y a la excelencia más extrema? No, no es solo por la magia del Palau, que también, sino por la fuerza de la unión, por la fe del colectivo, por la confianza del staff y por la absoluta convergencia entre afición y equipo, entre pasión y escudo.

No nos engañemos, el Real Madrid tiene un equipazo y hoy podemos admitir que es superior. ¿Por qué perdió entonces? El Madrid no perdió, sucumbió, y lo hizo porque se encontró con unos jugadores que decidieron morir antes que desfallecer, un staff que confió y saltaba, neurótico, a cada lance del juego, y una afición… ¡Ay la afición del Palau…! Ni en “La sociedad de la nieve” del deslumbrante J.A. Bayona encontrarán ustedes más fortaleza, más fe y más complicidad. ¡Como admiro y quiero a esa gente!

De que no sería capaz el primer equipo de futbol, si se trasladase todo lo vivido el miércoles a la montaña de Montjuic…

Llevemos el alma del Palau al Lluís Companys, haciéndolo garantizaremos dignidad, sacrificio, orgullo y triunfo. Hacerlo sería dejar de hablar de “claros” en las gradas, de desapego, de si hace frío o de si Xavi es adecuado.

El Palau marca el camino, no lo duden, y no me digan que es imposible. ¿No se hace llamar la montaña mágica? ¡que lo demuestre!

Sea como fuere, el único milagro seremos nosotros. Estemos para empujar.