Plata, bronce y hiel

Lo peor del día: dos ingratos cuartos puestos y el triste epílogo en baloncesto para una generación irrepetible

Teresa Portela y Joan Cardona, dos metales para aumentar la cuenta española a nueve

Portela posando con su medalla de plata en Tokio 2020

Portela posando con su medalla de plata en Tokio 2020 / EFEj

Manoj Daswani

Tres colores y dos sabores, el de la felicidad y la amargura, tuvo el supermartes español en Tokio. No todo podían ser alegrías; tampoco todo fueron decepciones. Pero el contraste fue continuo en un carrusel de emociones que comenzó de madrugada en nuestro país y acabará con la semifinal de fútbol, una histórica ocasión para que la selección pudiese citarse con un oro al que añora desde Barcelona.

Resultados numéricos al margen, nadie duda de que la gran noticia del día se llama Teresa Portela. Los testigos de sus lágrimas en los Juegos anteriores -fue dramática la escena de Río, con su familia presente- habrán hecho fuerzas ayer, como toda España, para que la gallega triunfase a lo grande.

Lo hizo con una increíble dosis de suspense, puesto que en las pantallas gigantes no se anunció su segundo puesto hasta mucho después de que rebasó la meta. Su ejercicio de fortaleza mental (a sus 39 años de edad) es un extraordinario ejemplo de perseverancia. Su felicidad fue la de todos; y sus lágrimas, esta vez, fueron de éxtasis.

También disfrutó de un día memorable un menorquín de nombre Joan Cardona. Su medalla se celebró a lo grande en la delegación española porque vino acompañada de un amago de infarto. Parecía perdida en los metros finales y fue posible gracias a una remontada casi heroica. El isleño salvó un día aciago para la vela, que empezó torcido por una fatídica penalización para el dueto Echegoyen-Barceló. Como en Río, Támara tuvo que conformarse con la más ingrata de las posiciones: la cuarta.

Y cuando el síndrome de los puestos cuartos parecía asentarse con el que firmaron Botín y López-Marra, para los que todo fueron infortunios, llegó Joan. A sus 25 años y con un porvenir esplendoroso por delante, hizo medalla cuando fue el último en llegar, el que más tardó en sellar su pasaporte olímpico.

Hubo mieles para Joan, decepción infinita para quienes tenían la medalla a tiro y desperdiciaron una renta imponente. También deja cierta amargura el final del partido de baloncesto entre España y Estados Unidos. No porque ganasen quienes eran clarísimos favoritos a hacerlo; sino porque marca el cierre de ciclo para una generación irrepetible. Triste que éste fuera el epílogo para la carrera de Pau, triste que se vaya sin medalla de unos Juegos. Su estrella no merecía apagarse de esta manera.

Y como de todo hubo en Japón en el supermartes olímpico, justo es que nadie desmerezca la proeza del balonmano masculino, brillante semifinalista tras apear a Suecia; y el triunfo sin paliativos de España contra China en waterpolo femenino. Hay motivos para ilusionarse.