Sainz, el recolector de gestas

Así fue la llegada de Carlos Sainz a España

Carlos Sainz regresó a España tras su tercer triunfo en el Rally Dakar / EFE

Sport.es/agencias

Carlos Sainz, dos veces campeón del mundo de rallys y en tres ocasiones vencedor del legendario Dakar, ha visto culminada su dilatada y aún activa carrera deportiva con el Premio Princesa de los Deportes, que pone el colofón a la extraordinaria trayectoria de un incombustible recolector de hazañas.

Con 58 años, Carlos Sainz sigue empeñado en añadir muescas a la carrera de unos de los mejores deportistas españoles de la historia. Y además su linaje tiene continuidad en la figura de su hijo, del mismo nombre que ya es una realidad en el Campeonato del Mundo de Fórmula Uno, ahora con McLaren y desde 2021 con la legendaria Ferrari.

Sainz es, junto a Fernando Alonso, la figura más relevante del automovilismo español.

El piloto madrileño ganó el Mundial de rallies en dos ocasiones, en 1990 y 1992, en ambas ocasiones como piloto oficial de Toyota, y fue subcampeón otras cuatro veces. Tiene un saldo de 26 victorias y un total de 97 podios y en los 129 años que estuvo en el Campeonato del Mundo.

Sainz ya tenía claro desde muy pronto que los rallies eran lo suyo e incluso dejó sus estudios de Derecho en segundo y el mundo del squash, donde había brillado con dos títulos de campeón de España en su juventud. Primero con un Seat Panda y luego con un Renault 5 fue forjándose un buen nombre en España, para después, en 1987, y con el impulso que le dio su buen amigo Carmelo Ezpeleta debutar en el Mundial con un Ford Sierra Cosworth, siempre acompañado por Luis Moya como copiloto hasta su separación en 2002.

Sus aptitudes le permitirían dar el salto a una marca importante como Toyota. Y con el Celica de la marca japonesa entró en la historia del deporte nacional con su primera corona mundial en el WRC en 1990, a la que seguiría otra más en 1992 y su paso a la prestigiosa Lancia, con la que no pudo brillar. Fichó por Subaru para sumar dos nuevos subcampeonatos mundiales (1994 y 1995) y, tras un nuevo paso por Ford, retornó a Toyota donde rozó el tercer título mundial, perdido de una forma dramática que marcó durante mucho tiempo su figura.

Y es que, pese a sus innumerables triunfos, a Sainz también se le recuerda por aquella imagen a las puertas del final del último tramo del Rally de Gran Bretaña de 1998. Con llegar le habría bastado para proclamarse campeón mundial ante el finlandés Tommi Makkinen, pero su coche se paró inexplicablemente, con Luis Moya gritando aquella frase que siempre irá unida a su historia ("Trata de arrancarlo, Carlos, trata de arrancarlo, por Dios") y que agrandaron una aureola de mala suerte que él siempre ha negado, recordando que ha tenido más satisfacciones que decepciones.

Recientemente, en pleno confinamiento, fue elegido mediante una encuesta en la web oficial del Mundial como el mejor piloto de la historia del campeonato por delante de pilotos como el nueve veces campeón, el francés Sebastien Loeb.

Los que han trabajado estrechamente con Carlos Sainz destacan su profesionalidad, su capacidad de trabajo y su sensibilidad especial para detectar las virtudes y los defectos de un coche.

Tal es su competitividad y su deseo de ganar, que tras dejar el Mundial de rallys, se empecinó en competir en la prueba más dura del mundo del motor, el Rally Dakar. LO descubrió en 2006 y después ganó la prueba tres veces, en 2010, con un Volkswagen; en 2018, con un Peugeot; y este mismo año al volante de un Mini.

Nacido el 12 de abril de 1962 en Madrid, Sainz ya era el piloto más longevo en haber ganado el Dakar al hacerlo con 55 años 2018. En 2020 superado por dos años su propia marca y, con su excepcional estado de forma y su exigencia máxima, parece que su único límite es el que él mismo quiera marcarse. La combinación de tres Dakares (2010, 2018 y 2020) con sus dos mundiales de rallys (1990 y 1992) sólo la igualan los finlandeses Juha Kankkunen (4 mundiales y un Dakar) y Ari Vatanen (un mundial y 4 Dakar).

El espíritu competitivo de Sainz flamea tan intensamente que ni siquiera vaciló cuando el año pasado el buggy de Mini estaba lejos de ser un automóvil capaz de ganar el Dakar, con contantes fallos. Lejos de desvincularse de la marca alemana y esperar otras propuestas más atractivas, Sainz se dedicó junto al francés Stepahane Peterhansel a perfeccionar esa máquina y puso en ella toda la experiencia de sus más de diez años en el Dakar para tener el mejor coche de la carrera. Y así sigue, incombustible, tratando de cerrar un proyecto para defender su corona en el próximo Dakar 2021.

Fuera del motor, Sainz hizo una incursión en el fútbol, cuando se integró en la candidatura de Juan Miguel Villar Mir a la presidencia del Real Madrid en 2006, que perdió frente a Ramón Calderón.