Alberto García, hay vida tras el dopaje

Lo que logró en Holanda fue el inicio de algo único, que deberá refrendar en los Europeos de verano, en Suecia

Alberto García ha adquirido la costumbre de hablar en primera persona. Está muy orgulloso "de mi trabajo", "de mi éxito", "de mi sacrificio"... No hay que confundir ese hecho con un exceso de personalismo. El vallecano no es un egocéntrico ni nada por el estilo. Sucede que la vida le dio un palo muy gordo y algo cambió en su interior. Alberto fue sancionado por dopaje y cumplió un castigo de dos años. Ese tropiezo llegó cuando se encontraba en el mejor momento de su carrera deportiva; el pequeño 'metrónomo' madrileño se había convertido en la referencia del atletismo español. El fondista siempre negó haber tomado sustancia dopante alguna, pero sus lamentos se desvanecieron ahogados por el ruido de la tormenta que se desató a su alrededor. Este pasado domingo, en Tilburg, acabó segundo en el Campeonato de Europa de campo a través. Eso era, justamente, lo que necesitaba. La medalla de plata le supo a redención definitiva. Fue una liberación. Y aunque tendrá que cargar para siempre con la pesada sombra del dopaje, su actuación en Holanda recordó a las de sus mejores días.

El 17 de mayo del 2003, Alberto García emitió un comunicado en el que reconocía haber dado positivo en el Mundial de cross disputado pocos días antes, en Lausana. El 9 de junio del 2005 expiró la sanción y cinco días después regresó a las pistas en la reunión de Rivas, clasificándose en un discreto octavo lugar en los 2.000 metros. El vallecano sorprendió poco después, en la Golden Gala de Roma, al registrar un fantástico tiempo de 13:10.58, pero los Mundiales de Helsinki le devolvieron a la cruda realidad. Aún le quedaba mucho camino por recorrer. En la capital finesa no pasó de la primera ronda, exactamente igual que Jesús España y Roberto García.

Cuando Alberto García fue sancionado por dopaje, se juró a sí mismo -y también a sus allegados, los pocos que confiaron ciegamente en él- que algún día volvería a ofrecerles una medalla. El domingo, cumplió su palabra. Lo hizo 33 meses después de cerrar el capítulo más triste de su carrera deportiva. De ahí su explosión de orgullo herido -más que alegría, fue rabia contenida-. Porque durante el tiempo que duró su penitencia, el vallecano mostró un comportamiento ejemplar. Siempre que tuvo ocasión proclamó su inocencia pero tuvo la extraña virtud de saberse apartar del ruido mediático. Resistió todo tipo de cornadas, algunas de ellas desproporcionadas y otras, procedentes de su propio colectivo -éstas últimas fueron las que más daño le causaron-. Alberto García ha aprendido a cerrar la boca, a apretar sus dientes y a que la presunción de culpabilidad prevalezca sobre la de inocencia. La justicia, al revés. El vallecano no es Carlos Gurpegui, que sigue jugando a fútbol -en el Athletic de Bilbao- tres años después de haber dado positivo (10 de diciembre del 2002). García fue grande cuando se fundió en un emocionado abrazo con su ídolo de siempre, el etíope Haile Gebreselassie, poco después de sostener un duelo épico en la final de los 3.000 m. en los Mundiales en sala de Birmingham 2003 y volvió a serlo el domingo, en Holanda.