Atlético de Madrid, este año tampoco

El Leipzig despierta al Atlético

El Leipzig despierta al Atlético / MEDIAPRO

Lucas Cadete

Esta vez no hizo falta llegar al ya famoso minuto 92:48 para sufrir en sus carnes la ‘maldición de Lisboa’. La capital portuguesa volvió a enterrar las ilusiones del Atlético de Madrid, que esta temporada se las prometía muy felices después de eliminar al vigente campeón, el Liverpool, y de comprobar cómo su verdugo habitual en Europa, el vecino blanco, caía con justicia ante el Manchester City de Pep Guardiola

Pero no hay forma. La Champions League, antes la Copa de Europa, es territorio vedado para el conjunto del Manzanares. Desde el lejano zapatazo de Schwarzenbeck en Bruselas, en el minuto 120 de la final de 1974 cuando los colchoneros acariciaban la Copa, el sueño atlético de consagrarse como el mejor equipo de Europa se acaba convirtiendo siempre en pesadilla. 

Y esa maldición tiene una fecha grabada a fuego en los corazones rojiblancos, el 24 de mayo de 2014. No en el José Alvalade, como anoche, sino en Da Luz llegó la noche más negra para el Atlético.

Ganando 1-0 desde el minuto 36 con aquel gol de Diego Godín, de nuevo el equipo colchonero paladeaba ya el título cuando el testarazo de Sergio Ramos en el minuto 92:48 llevaba el partido a la prórroga. Hundidos, los de Simeone fueron presa fácil para los merengues. Bale, Marcelo y Cristiano sellaron el éxito blanco.

Dos años más tarde tocó el turno de Milán, del nuevo gol de Ramos, esta vez en fuera de juego, y del empate de Carrasco. De la prórroga donde el Atleti se inhibió más de la cuenta, del penalti de Juanfran. De las lágrimas en el Manzanares.

Parecía que este año podía ser. Que el Atlético se sacaba de encima los fantasmas de Lisboa. Pero no hubo forma. Esta vez un ‘nuevo rico’, uno de esos equipos que despiertan escasas simpatías, el RB Leipzig, se vistió de verdugo para prolongar la maldición.

La maldición de Lisboa, la maldición de la Champions. El Atlético de Madrid tratará de levantarse, lo logrará, pero las lágrimas saben igual de amargas.