¿Por qué Ronaldinho transformó al Barça?

El fichaje del Ronaldinho supuso sanear el ambiente depresivo que respiraba el club tras la etapa negra de Joan Gapart

El brasileño tuteló la llegada de Messi a la elite y devolvió la alegría al barcelonismo con 'jogo bonito' y la segunda Champions

Ronaldinho, junto a Joan Laporta, el día de su presentación

Ronaldinho, junto a Joan Laporta, el día de su presentación / IGNASI PAREDES

Ivan San Antonio

Ivan San Antonio

Ronaldinho, eso nos contaron, era la segunda opción de una junta directiva, presidida por Joan Laporta, que acababa de ganar las elecciones. La primera, anunciada durante la campaña, era David Beckham, que prefirió al Real Madrid pese a que el Manchester United había dado el "sí" a la oferta blaugrana. No hubo tiempo para la decepción porque Sandro Rosell, gracias a sus contactos con el fútbol brasileño, se movió rápido y bien para sellar el traspaso por 27 millones de euros fijos más otros tres en variables. Ronaldinho llegó el 19 de julio a Barcelona acompañado de su hermana Daisy, al día siguiente fue presentado en el Camp Nou ante 20.000 culés ("¡Qué lindo! Esta es mi casa. ¡Estoy impresionado!") y dio el empujón definitivo para que el 'círculo virtuoso' anunciado antes de los comicios echase a rodar.

Su sonrisa dentada y contagiosa, su carisma arrollador, su felicidad patológica y, sobre todo, la energía positiva que emanaba por todos sus poros sirvieron para que el barcelonismo, que no ganaba la Liga desde la temporada 98-99, se encomendara a, en definitiva, la magia que transmitía aquel brasileño incluso antes de debutar. La comunión en el club era total y, sin las redes sociales que todo lo intoxican, se impuso el optimismo generalizado, una sensación de bienestar colectivo que alcanzó su máximo esplendor el día que debutó en el Camp Nou.

La noche del gazpacho

Lo que ocurrió la noche del martes al miércoles del 3 de septiembre de 2003 forma parte ya de la historia. El Barça pidió recibir al Sevilla el martes porque muchos de sus internacionales debían acudir a sus selecciones. Sin embargo, no hubo permiso y Joan Laporta respondió con la que pasó a conocerse como "la noche del gazpacho" porque, en las inmediaciones del Camp Nou se sirvió esta tradicional bebida de origen andaluz y, además, el partido se disputó a las 00:05 para cumplir con la normativa. Una jugada brillante para salirse con la suya.

El fútbol de Ronaldinho era pura magia

El fútbol de Ronaldinho era pura magia / MARC CASANOVAS

Pero lo más destacado de aquella noche no fue el horario, sino la forma en la que Ronaldinho se presentó ante su nueva afición. Recibió, con 0-1 en el marcador, el balón enviado en largo con las manos de Víctor Valdés. Condujo con potencia y transformó en conos a los defensores hispalenses antes de inventarse un cañonazo con la derecha que golpeó el travesaño antes de besar la red. El Camp Nou explotó de alegría y aquello fue un antes y un después.

Todo lo que vino después fue pura magia brasileña que contagió al equipo, a la junta directiva, a la afición y, en definitiva, a todo el barcelonismo, que empezó a bailar al ritmo que marcaba Ronaldinho hasta culminar su obra en la final de la Champions de París en 2006 ante el Arsenal, catorce años después de Wembley '92. Nada habría sido lo mismo sin quienes mandaban desde el palco, un dúo formado por Laporta y Sandro Rosell que condujo al club hacia la modernidad, ni compañeros como Eto'o, el propio Valdés o, por ejemplo Xavi Hernández. Pero el brasileño fue la chispa que encedió una llama que languidecía antes de su llegada.

El Santiago Bernabéu, en pie

Lo demostró poniendo en pie al Santiago Bernabéu tras una exhibición descomunal en un clásico que acabó con 0-3 y Ronnie firmando un doblete logrado con una superioridad insultante. En el estadio madridista hubo quien se rindió a su magia y acabó aplaudiéndole.

Ronaldinho, abrazado a Leo Messi en el Camp Nou

Ronaldinho, abrazado a Leo Messi en el Camp Nou / MARC CASANOVAS

Incluso su presencia fue clave para tutelar la llegada de Leo Messi a la elite, a quien acogió como a un hermano pequeño en el vestuario y, cuando se cansó de jugar, le ofreció el testigo para que iniciara su ascenso hacia la cima del fútbol. Sin Ronaldinho nada habría sido lo mismo. Sin su carisma y alegría, sin sus goles, el 'círculo virtuoso' seguramente habría empezado a rodar con menor potencia. Lo suyo fue una revolución nacida de su prodigioso fútbol.