Historia SPORT

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Rocafonda: territorio Lamine Yamal

Su irrupción en el primer equipo del Barça ha puesto en el mapa el barrio en el que creció

Son muchas las paredes que, con pintadas, reivindican el 304 popularizado por el canterano

“Él prefería no decir que estaba en el Barça, siempre es uno más”, aseguran sus vecinos

Lamine, aclamado por los fans a la salida del entrenamiento

Lamine, aclamado por los fans a la salida del entrenamiento / DAVID BERNABEU

Ivan San Antonio

Ivan San Antonio

Lamine Yamal es de Mataró, pero Mataró es muy grande y está formado por muchos barrios. De hecho, la capital del Maresme es la ciudad más poblada de la costa mediterránea entre Badalona y Marsella. Llegó a Rocafonda siendo un bebé porque nació en Esplugues de Llobregat y también estuvo viviendo en Granollers un tiempo, demasiado poco para considerarse del Vallès Oriental, pero suficiente para que el Barça se fijase en él mientras jugaba en el CF La Torreta, club de La Roca del Vallès.

Mounir Nasraoui, su padre, se trasladó a Rocafonda, barrio ‘hermano’ de El Palau, dos de los vecindarios mataronenses que han recibido más población migrante desde hace muchas décadas, primero española y, más tarde, sobre todo, marroquí. Lamine celebra los goles dibujando con sus manos el 304, tres últimos números del código postal que identifica el conjunto de edificios del que se siente parte porque entre ellos creció y empezó a exhibir su talento en la calle.

En Rocafonda tiene a su padre, a su madre, a su tío, a su primo Mohamed… A sus amigos, a todos aquellos que le ayudan a mantener los pies en el suelo ahora que, tras tirar la puerta de entrada a la primera plantilla del Barça, su nombre resuena en toda Europa. Pero no lo ha tenido fácil.

Lamine Yamal pasó muchas horas jugando a fútbol en  Rocafonda

Lamine Yamal pasó muchas horas jugando a fútbol en Rocafonda / JAVI FERRÁNDIZ

No solo cuando jugaba en La Torreta, donde las facilidades eran menores que en el Barça, que, con su ya extinguido servicio de taxi, le acompañaba desde Rocafonda a la Ciutat Esportiva a diario y entre semana para los entrenamientos. Los fines de semana eran, en cambio, muy similares jugando en ambos clubs porque, durante muchos años, mientras su primo no tuvo carnet de conducir ni coche, tenía que levantarse a las seis de la mañana o incluso antes para estar a la hora que tocaba en Sabadell o Girona. Acompañado también de su padre, Lamine, durante los seis años en el fútbol base blaugrana en los que no vivió en La Masia pasó muchas horas caminando y subido a un tren. Quienes están ahora a su lado siguen siendo los mismos. Eso no se olvida.

La historia del 304

Por eso, jugando en el juvenil y subido ya en el coche de su primo junto a un amigo, el día antes de un partido de Copa ante la Damm, ideó el gesto con el que reivindicó sus orígenes en Mataró. Una celebración que espera reproducir con el primer equipo y que el barrio ha hecho suya con orgullo. Muchas de sus paredes acogen tres números que, gracias a Lamine Yamal, se han convertido en un símbolo.

El 304 luce incluso en algunos contenedores de Rocafonda

El 304 luce incluso en algunos contenedores de Rocafonda / JAVI FERRÁNDIZ

Lo ha logrado en silencio, sin ni siquiera levantar la voz: “Muchos niños iban vestidos con el chándal del Mataró para vacilar”, nos cuenta uno de los vecinos: “Él prefería no decir que estaba en el Barça y lo demostraba yendo al ‘poli’ con cualquier camiseta”, añade. “No le gusta presumir y no le gusta que quienes le conocen presuman de él. De verdad, es que es muy humilde”, asegura otro conocido.

Su tío tiene una panadería que, mucho antes de debutar con el primer equipo, ya lucía un cartel en el que se ve a su sobrino vestido de blaugrana con el Camp Nou de fondo. Su abuela sigue en Rocafonda, esperando cada visita, muy habituales, de su nieto para darle cariño, como ha hecho durante toda su vida. Su padre es ya más culé que Joan Gamper viendo cómo su hijo disfruta vestido de blaugrana. Sus primos celebran cada una de sus virguerías junto a vecinos que se sienten orgullosos de vivir donde creció un futbolista del que, llegue donde llegue, no se olvidará nunca de sus orígenes.

Orgullo del barrio

El municipal de Rocafonda, donde nunca jugó federado, el polideportivo, donde pasó horas maravillando a quienes se acercaban para verle, la plaza Juan XXIII, mítica en la zona, que antes era de arena y que, seguramente y permítanme la licencia, se convirtió en un espacio más cómodo gracias al fútbol de Lamine Yamal. Este pequeño gran futbolista de solo 16 años, cuyos orígenes comparten diferentes nacionalidades es el responsable directo de que un barrio cuya insoportable y falsa fama sea hoy más conocido que ayer.

Lamine Yamal ha convertido el 304 en un símbolo

Lamine Yamal ha convertido el 304 en un símbolo / JAVI FERRÁNDIZ

Un espacio en el que, como siempre, los niños y, más recientemente, las niñas han dado patadas a un balón. Un lugar como tantos otros, estigmatizado por ignorantes que solo aceptan su mismo color de piel y su mismo idioma. Rocafonda es, en el fondo, la patria de Lamine Yamal y, gracias a él, la patria de todo aquello que describe su 304.