Cuestión de estilo: ¿Con qué sistema le ha ido mejor al Barça?

¿Qué le pasa al Barça de Koeman?

¿Qué le pasa al Barça de Koeman? Analizamos por qué el equipo está atravesando una mala situación / Maite Jiménez

Dídac Peyret

Dídac Peyret

"Pasamos de practicar el sistema propuesto por Txiki y Cruyff, el 4-2-1-3, al 4-3-3, que prefería el propio Rijkaard"

La frase es de Sandro Rosell. La dice en su libro Bienvenido al mundo real y, de ser verdad, cuestiona algunas verdades absolutas y sentencias que, de tanto repetirlas, no vuelven a debatirse.

En el Barça el doble pivote siempre ha tenido muy mala prensa. Y si no que se lo pregunten ahora a Koeman o en su momento a Robson. Que se haya convertido en un recurso del City de Guardiola es otra coincidencia con muy mala leche. En realidad varios entrenadores del Barça han recurrido al 4-2-3-1, aunque los mejores episodios se escribieron con el 4-3-3.

Rijkaard, el clic con Davids y el gran salto de Xavi

Rijkaard heredó el Barça de Antic, que venía de jugar con un 4-4-2 sin extremos, y apostó por un 4-2-3-1 de entrada. Aquello le salió tan mal que a punto estuvo de no cumplir su primera temporada en el Barça. Ese equipo empezó en caída libre, a pesar de la magia de Ronaldinho. 

Pero el fichaje de Davids, un factor insospechado, tuvo un efecto dominó asombroso. Con su llegada Rijkaard reordenó al equipo con un 4-3-3. Aquel cambió resultó trascendente para el presente y el futuro. Sobre todo porque Xavi encontró su sitio, pasando de formar parte del doble pivote, a avanzar unos metros como interior. 

Desde ahí se convirtió en la brújula y el gran facilitador. Ronaldinho pasó a jugar de falso extremo, donde encontraba más espacios. Y Davids le dio un plus de agresividad y equilibrio al equipo. Meses más tarde se marcharía -contra todo pronóstico- pero el equipo ya había hecho el clic. La llegada de futbolistas como Deco o Eto'o solo hizo que mejorar exponencialmente un Barça para la historia. 

Guardiola, el juego posicional por sistema

Dice Guardiola que cuando vio entrenar a Messi en su primera pretemporada supo que harían historia. Y vaya si la hicieron. Pep siguió la estela del 4-3-3 pero radicalizó el estilo. Hubo cambios de sistema pero con un denominador común: el juego de posición.

Pep construyó un Barça, que en sus picos de inspiración, enamoró al mundo con la química entre Alves, Xavi y Messi, una banda derecha inolvidable. Fue un 4-3-3 con un solo pivote, Busquets, y dos interiores jugando en alturas distintas: Xavi y Iniesta. 

Una de las grandes aportaciones del técnico fue el cambio de posición de Messi, que pasó de jugar en la banda a ser falso nueve. Es el Barça de los centrocampistas, una propuesta que tuvo su versión más extrema en aquel 3-7-0 ante el Santos sin delanteros. 

Obsesionado con agitar al equipo y aportar siempre nuevos matices, Pep termina recurriendo a un 3-4-3 para encajar a Cesc, una pieza que se queda a medias. Una decepción mutua entre jugador y técnico.

Tito, continuidad con matices

Entrenador de aquel cadete mítico de Messi, Cesc y Piqué, Tito trata de recuperar la mejor versión de Fàbregas. Y lo consigue por un tiempo. 

Para lograrlo, durante muchos partidos pasa del 4-3-3 a un 4-2-2-2. Cesc y Messi por detrás de jugadores como Pedro o Alexis abriendo las bandas. Y Busquets y Xavi forman una especie de doble pivote de seguridad. Tito también recurrirá de manera puntual a un 4-2-3-1.

En una temporada marcada por su enfermedad, el equipo se cae en la Champions. Es un Barça algo más vertical que con Pep, pero que mantiene la inercia de un gran Messi y domina LaLiga.

Tata Martino, el precio de no ser uno mismo

Lo del Barça de Tata Martino fue como una copia triste de la versión original. El técnico argentino trato de subirse a la ola del mejor Barça de la historia, pero la ola se lo llevó por delante.

Martino trató de mantener la inercia y tocar lo menos posible. Y cuando quiso tocar algo el vestuario le dejo claro que se olvidara del asunto. 

Aquella temporada estuvo marcada por los problemas de encaje entre Messi y Neymar. El técnico no tocó el 4-3-3 clásico y se impuso recuperar la presión. Mientras estuvo aquí no se cansó de repetir que quería un Barça dinámico y que igualara en intensidad a los rivales.

No consiguió ni una cosa ni la otra. Nunca fue su equipo y Martino aún lo recuerda con la amargura de cuando uno se decepciona a si mismo.

Luis Enrique, el Barça de los delanteros

Con Luis Enrique llega un cambio de paradigma: del Barça de los centrocampistas al Barça de los delanteros. De llenarnos la boca con Xavi e Iniesta a no parar de hablar del tridente. De Messi, Suárez y Neymar. De aquello de madurar los partidos a jugar con prisa por marcar.

Las mejores temporadas de Luis Enrique son con el 4-3-3 y Messi volviendo a la banda derecha, algo que no ocurría desde los tiempos de Rijkaard. En realidad aquello fue cosa de una charla entre Suárez y el '10' en medio de un partido. Se cambiaron de posición y así se quedaron las cosas.

Como Guardiola, Luis Enrique también quiere un equipo que evolucione y tras el desastre de París recurre al 3-4-3. Un sistema que resucita primero al equipo pero termina con tensiones con jugadores como Jordi Alba, uno de los grandes perjudicados. 

Con una plantilla dando síntomas de agotamiento, el asturiano termina recurriendo a un 4-3-3 que se parece cada vez más a un 4-4-2. Sobre todo cuando el equipo defiende. 

Valverde, cuestión de pragmatismo

El primer marrón con el que se encuentra Valverde es la marcha de Neymar. Y el técnico trata de solucionar el problema desde el pragmatismo. 4-4-2, equipo juntito, repliegue apañado y arriba Messi decidiendo partidos con Suárez. 

Así logra recuperar un Barça que parecía descomponerse ante el Madrid en la Supercopa. Y así juega durante meses hasta que el fichaje, a media temporada de Coutinho, y más tarde la recuperación de Dembélé, hace que regrese al 4-3-3.

Pero incluso cuando apuesta por ese sistema lo hace con matices que le acercan a un 4-4-2. Sobre todo con perfiles como Paulinho y Arturo Vidal fuera de casa.

Setién, del sueño al mal sueño

Setién llegó al Barça proclamando la vuelta de las esencias y se marchó denunciando al club. La suya es la historia de una decepción compartida.

El Setién que llegó con el entusiasmo de un niño duró semanas. Las que tardó en darse cuenta de que había una distancia sideral con el vestuario. Las que tardó en cambiar su 3-5-2 por el 4-3-3 que pedían los jugadores. Un par de malos resultados sentenciaron su propuesta.

El técnico empezó dando un paso atrás a su ideario para terminar renunciando a sus preferencias para salvar un invento que se le caía a trozos. No lo logró y todo saltó por los aires en Lisboa. Aquello fue una pesadilla.  

Koeman, encaje de bolillos

El holandés ha buscado el sistema que mejor disimule una plantilla desequilibrada. Sobre todo, el abuso de mediapuntas que tiene el equipo. De ahí que mantenga su apuesta por el 4-2-3-1 para tratar de encajar en un mismo once a jugadores como Messi, Griezmann, Coutinho o Dembélé.

Curiosamente Koeman introducía cambios de dibujos en otros equipos como la selección holandesa. Con el Barça, lo ha dejado claro. Él trata de buscar el sistema que mejor encaje con los jugadores que tiene y no cambiará. Lo repite una y otra vez, los malos resultados no son cuestión del sistema.