Inglaterra es el dorado

Diez años de magnates

La última década ha vivido cambios significativos en el fútbol europeo, con la eclosión de clubs a los que catapultó la entrada de inversores de todo tipo

Jordi Blanco

Ken Bates es un nombre que puede no decir mucho a un aficionado fuera de Inglaterra pero hace diez años abrió la puerta de par en par al futuro. En junio de 2003, este controvertido empresario inglés vendió por 140 millones de libras el Chelsea a Roman Abramovich, un magnate ruso que salvó de la quiebra al club y le catapultó a la aristocracia mundial. Pero su entrada en Stamford Bridge significó mucho más. Si para el Chelsea fue un punto y aparte en su historia, el aterrizaje de Abramovich sirvió de ejemplo para otros magnates, empresarios o espabilados que vieron la oportunidad de ganar reconocimiento, hacer negocio o ambas cosas. Y cambiar el orden de las cosas. Para siempre.

Erick Tohir, cuya fortuna se estima en 25.000 millones de dólares, es el último de una amplia lista. El indonesio, que posee el 15 por ciento de los Philadelphia 76ers de la NBA y es propietario del DC United de la MLS, cerró la semana pasada la adquisición del 70 por ciento del Inter de Milán a la familia Moratti por 350 millones de euros. Burlarse del Milan e insinuar el fichaje de Messi ha sido la carta de presentación del caballero en la capital lombarda, mostrando de entrada un populismo barato y muy alejado de la discreción mediática pero músculo financiero del que en estos años ha hecho gala Abramovich en Londres.

La última década ha cambiado el universo futbolístico y el futuro no se contempla, en general, de diferente forma que en el poder que a los clubs le otorguen fortunas de diferente procedencia. Tres años después de su compra, el Chelsea había ampliado su escuálido palmarés con dos títulos de la Premier, una Copa de la Liga y una Community Shield. ¿El precio? 425 millones de euros en 25 fichajes. Desde Makelele y hasta Essien, pasando por Verón, Hernán Crespo, Drogba, Cech, Kezman, Wright-Phillips o Mutu, el cambio en Stamford Bridge abrió muchos ojos. Abramovich, que había ya pagado a Bates más de 170 millones de euros por la compra del club y otros 140 para limpiarlo de deudas era el nuevo ejemplo a seguir.

Y ese camino, en agosto de 2005, siguió Malcolm Glazer en Manchester. Controvertido dueño de los Tampa Bay Buccaneers, se hizo con el control del Manchester United y descubrió a los fans de Old Trafford que todo lo malo puede empeorar, puesto que si el mando de los irlandeses Magnier y McManus supuso un gran endeudamiento para el ManU, el de los Glazer lo ha conducido a cotas que empiezan a considerarse inasumibles.El United, cierto, se ha mantenido en la élite y la dirección deportiva de Alex Ferguson le ha proporcionado excepcionales réditos en cuanto a popularidad y rentabilidad se refiere, pero a pesar de ser considerado el club con mayor valor de todo el mundo, está atrapado en una deuda superior a los 800 millones de euros.

Inglaterra, a pesar de todo, ya era hace ocho años ‘El Dorado’ para magnates que descubrieron en el fútbol otra vía para sus negocios o para gastar sus dineros, que de todo hay. Es lo que hizo en agosto de 2006 Randy Lerner, empresario estadounidense que había descubierto este deporte dos décadas atrás mientras estudiaba en la Universidad de Cambridge y que, propietario de los Cleveland Browns, pagó 75 millones de euros al legendario Doug Ellis para hacerse con el Aston Villa.

En la actualidad once de los veinte clubs de la Premier League está en manos extranjeras, con personajes alejados del escaparate mediático como Katharina Liebherr, que heredó el Southampton de su padre en 2009, Assem Hallam, que aposentó el Hull City en 2010 o Ellis Short, quien desde que adquirió el Sunderland en 2008 apenas ha concedido tres entrevistas.

Hay otra cara, claro, que es la que personaliza el malayo Vincent Tan, que adquirió el Cardiff City en 2010 y no se le ocurrió otra cosa que cambiar el color azul que había llevado en su camiseta desde 1908 por el rojo, en un guiño al mercado asiático que los fans del club galés acogieron de mala gana. Pero aceptándolo por el impulso que el nuevo propietario dio al club.

Hace pocos meses ha aterrizado en el oeste de Londres Shahid Khan, que un año y medio después de pagar 572 millones de euros por la compra de los Jacksonville Jaguars de la NFL adquirió el Fulham a Mohamed Al-Fayed por unos 180 millones. Recién aterrizado en Craven Cottage, su bigote estrafalario provoca tantas risas como temor existe en su gestión.

A medio camino están Arsenal y Liverpool. En manos de dos estadounidenses, el club londinense ha hecho del ahorro su forma de ser en los últimos años para sobrevivir a la construcción del Emirates y ahora Stan Kroenke (propietario de los Saint Louis Rams de la NFL y que controla a través de sus hijos los Denver Nuggets de la NBA) está en disposición de luchar cara a cara en el mercado de fichajes, como mostró con Özil. Con John W. Henry, que posee el Liverpool desde 2011 siguen las dudas. Dueño de los Boston Red Sox, ha cumplido a medias la promesa de sus inversiones… Y queda, como todos, muy lejos del poder que tiene el Manchester City, bajo el mando de Mansour bin Zayed Al Nahyan y el amparo del gobierno de los Emiratos Árabes Unidos. Si la Premier respira bajo el ambiente de nuevos propietarios, las otras categorías del fútbol inglés llevan el mismo camino. Y de entre todos destaca el dueño del Queens Park Rangers, el indio Lakshmi Mittal, con la segunda mayor fortuna.

Inglaterra no es un caso único. Propiedad del  Fondo Soberano de Inversión de Catar, el presidente del PSG Nasser Ghanem Al-Khelaifi tiene una fortuna estimada en casi 4.000 millones de dólares… Pero al club, que desde 2011 ha invertido 364 millones de euros en 21 fichajes, le mantiene un colchón superior a los 90.000 millones. Margarita Bogdanova, que cambió su apellido por el de Louis-Dreyfus al casarse, conduce desde 2009 el Olympique de Marsella, mientras que en Nantes se han acostumbrado ya al polaco Waldemar Kita y en Lens la expectación por la gestión de Hafiz Mammadov es absoluta con la esperanza de repetir el caso de Dmitri Rybolovlev en Mónaco. En Holanda el camino lo abrió hace tres años Aleksandr Tsjigirinski con el Vitesse, considerado un club satélite del Chelsea como el Watford o el Granada lo son del Udinese, propiedad de la familia Pozzo.

En España han existido más ilusiones que realidades. Y han degenerado en decepciones absolutas. Ocurrió en Santander y Vitoria con Dmitry Piterman, se repitió en Cantabria con Ahsan Ali Syed y empieza a temerse en Málaga con Abdullah Al Thani, de quien ya se bromea respecto a que debe ser el único catarí con problemas financieros. Sabadell asiste ilusionado a la gestión de Keisuke Sakamoto, empresario de telefonía alejado de las grandes fortunas y en Oviedo, mientras, esperan y empiezan a desesperar con Carlos Slim, el hombre más rico del mundo, que salvó el año pasado al club de la desaparición pero que no ha dado más señales de vida.