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La lucha contra el destino de Santiago Catrofe

En un país como Uruguay, donde el atletismo vive en un piso sin ascensor, Catrofe se ha marcado a sí mismo la amable responsabilidad de lograr algo excepcional.

En Uruguay lo llaman “el uruguayo con acento español”.

En España nos referimos a él como ‘el catalán ‘, porque desde muy chico vive en Girona.

Pero, por encima de todo, su nombre nos avisa de que algo tiene que pasar; de que ya ha pasado, de hecho.

Por eso vamos a dedicar este rato a Santiago Catrofe: un atleta de la generación del 99 programado para estar el próximo verano en los JJOO de París.

Cataluña sentirá entonces la satisfacción del deber cumplido y Uruguay brindará a su salud, en especial Montevideo, ese campo de fútbol con casas, donde nació Santiago Catrofe hace 24 años.

Por cierto, el que definió a Montevideo como “un campo de fútbol con casas” fue Eduardo Galeano: uno de los mejores escritores de la historia.

Pero posiblemente esta vez nadie lo contará mejor que Pablo Benítez en ‘El observador’. 

Porque Pablo es de los periodistas que más y mejor ha escrito de Santiago Catrofe, que hoy es un atleta que lucha contra el destino desde aquella vez que contestó:

Muchas gracias, pero yo quiero correr por Uruguay. 

Acababa de ser segundo tras Adrián Ben en un Campeonato de España juvenil de 1.500 en 2017 y, según nos contó Pablo Benítez, los miembros de la Federación Española de Atletismo le ofrecieron correr por España.

Y quizás lo más práctico hubiese sido decir que sí,  que donde hay que firmar, que yo tengo la doble nacionalidad. 

Sus padres emigraron a España para ganarse la vida cuando él tenía cuatro años.

Llegaron a Girona, a esa ciudad que hoy está de moda porque su equipo de fútbol lidera la primera division.

Pero en Girona Santiago Catrofe jamás se ha olvidado de que él es uruguayo, de que él nació en Montevideo, de que esas cosas no se negocian y de que el amor a la patria es un glóbulo rojo más de la sangre.

Y, desde entonces, Catrofe lucha contra el destino de un país como Uruguay, donde el atletismo siempre ha vivido en un barrio humilde y en un piso sin ascensor.

Pero Catrofe ya ha plantado cara a la historia.

De hecho, ya ha llamado la atención de sus paisanos, pues con 24 años ya tiene todos los récords del país en fondo y medio fondo con 2:23.01 en los 1.000 metros; 3:35.82 en 1.500; 7:37.15 en 3.000; 13:26.78 en 5.00 o 28:28.49 desde que fue decimoséptimo en el último Mundial de Budapest.

En definitiva, la palabra imposible no forma parte de su vocabulario.

Santiago Catrofe es hijo de la dificultad,  hijo de Isabel y de Richard que, ante la imposibilidad de conseguir un trabajo en Uruguay, decidió que debían cambiar su suerte y emigraron a España.

Santiago tenía cuatro años.

“Corría el año 2003 y la familia no soportó más la situación país”, escribió Pablo Benítez. “Armaron las valijas y se fueron. Se instalaron en Girona y nuevos sufrimientos se sumaron a los pesares que cruzaron el Atlántico. Sin embargo, la familia salió adelante y el pequeño Santiago se convirtió en un atleta de élite”.

Pero, sobre todo, la dificultad descubrió que en el esfuerzo está el futuro. 

“Fueron tiempos muy complicados”, corroboró Isabel, su madre. “No teníamos nadie que nos echara una mano, estábamos solos en otro país donde no conocíamos a nadie. Extrañábamos mucho. No hubo un día en que no dijera, ‘me vuelvo, me vuelvo’. Santiago pasaba mal. Entonces el papá empezó a trabajar de noche y yo en el día para cuidarlo”.

Hoy, la nostalgia no es ningún pecado. Al contrario: es un orgullo.

Cada día que despierta Santiago Catrofe contagia la alegría de las cosas que van bien y, como dice la letra de la canción de Marwan, “la felicidad le ha devuelto la llamada”. 

Incluso en los inviernos que son más monótonos pero resulta que ahora Catrofe es uno de los atletas blancos más reputados en temporada de cross.

Y la consecuencia de lo que pasa en verano está en invierno, donde Catrofe despierta convencido de que, tal y como ha demostrado Luis Grijalva (que se quedó a centésimas de la medalla en los 5.000 del Mundial de Budapest), África no siempre bloquea el paso.

Y la historia es parecida.

La diferencia es que una, la de Grijalva, nació en Guatemala y emigró a EEUU, mientras que Catrofe lo hizo en Uruguay y luego vino para España, donde no nos importaría verle compitiendo con nuestro uniforme.

Pero a la vez nos gusta que en este mundo todavía haya gente con auténticos valores.

 


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