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La dignidad de Bekele

bekele valencia

Sin molestar, corriendo solo, Kenenisa Bekele  ha aparecido a los 41 años para gestionar lo imposible. Un ángel ha vuelto a bajar del cielo en el maratón de Valencia. 

Como he leído en Twitter a la autora de la fotografía, que acompaña este artículo, “ya no puedo pedir más a la vida. He visto correr a Bekele”. Valencia ha visto correr a Bekele 20 años después de ser campeón del mundo en París, 15 años después de su última medalla olímpica (Pekin 2008), 14 años después de su última medalla mundial (Berlín 2009).  Y Bekele se ha comportado con el sentido del humor del hombre que ya lo tiene todo hecho y con una dignidad que quizás sea una lección para todos los trabajadores del mundo.

Gracias a él, gracias a sus 41 años, hemos podido compartir este momento. Unos por television y otros en directo como esa mujer de Valencia. Pero los que recordamos su mejor época le agradecemos infinito que haya venido aquí, que no se haya conformado con pasear su nombre en la ciudad, con dormir en un hotel de cinco estrellas,  con cobrar una pasta y que tenga el corazón de un viejo boxeador que cayó mil veces y se levantó. Y por eso nunca le hemos sentido como una reliquia del pasado ni nos hemos olvidado de él.

Hoy, Valencia nos ha dado la razón y Bekele ha dado la razón a Valencia. En esta mañana de diciembre la admiración se ha multiplicado por cien. En el ocaso de su carrera, Bekele se ha comportado como un actor del cine en blanco y negro. Y, como Joseph Cotten y Orson Wells en ‘El tercer hombre’, todavía ha tenido tiempo a los 41 años de firmar esta obra maestra  (2 horas, 4 minutos, 19 segundos) que perfectamente podría ser la última y que por eso debemos valorar como se merece. Ya no le podemos pedir más.

Ya sólo nos falta que Manuel Jabois le dedique su proxima columna en ‘El País ‘ y que reconozca que hay nombres que pueden parar el mundo y que el de Bekele es uno de ellos. Le conocimos hace muchísimo tiempo. Entonces era serio como un tigre. En la pista se comportaba como una máquina registradora. En el podio cumplía su deber. Y en la vida no podíamos imaginar que 20 años después seguiríamos escribiendo de él con un dorsal atado en el pecho ni con esta admiración que en mi caso desgasta las teclas del ordenador.

Pero es que no hay casi nada más bonito que un ídolo plante cara al tiempo. Y Bekele, frente a gente, que es quince y veinte años más joven que él, ha logrado hoy en Valencia todo esto. Y lo ha hecho sin molestar a nadie,  corriendo casi solo, aceptando su papel y demostrando que las últimas gotas de lluvia estaban en su piel. Por eso es imposible ser neutral con Bekele, olvidarse de donde viene ni de todo lo que está durando, de que es fascinante que exista gente así que nos recuerda que la motivación es una habilidad que también se puede entrenar.

Por eso Kenenisa Bekele ha durado una eternidad sin pedir favores a nadie y por eso este 3 de diciembre de 2023 también merece que venga Calamaro y que venga todo el mundo y que se le  dedique una bonita canción a él: un hombre sin igual.

A mí ya solo me queda dar un abrazo a este viejo cowboy, volver a recordar a esa chica de la fotografía que dice que ya no se puede pedir más a la vida y darla la razón. Recordar a Bekele que cuando vivimos sus maravillosos años, este medio ( ‘La Bolsa del Corredor’), que hoy es imprescindible para los corredores, no existía. Que las redes sociales estaban en pañales. Que Valencia era un maratón sin más.  Que las 2 horas ni se soñaban y que entonces tú, Kenenisa Bekele, parecías casi invencible.

Sin embargo, hoy con 41 años has sido incluso mejor que aquel atleta infranqueable. Porque hoy sí. Hoy hemos tenido la suerte de volver a ver a una estrella bajar del cielo. Y eso no se olvidará nunca.


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