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Kenia hace justicia a su leyenda en la Maratón

1) Kenia ya tiene a su campeona olímpica con un nombre muy largo que pasará en su país a la eternidad: Jemima Jelagat Sumgong, con una marca nada desdeñable para ser una maratón olímpico: 2h:24.04

2)  No pudo ser el doblete (CM-JJOO) de la pequeña y corajuda Etíope, Mare Dibaba. Merito tiene esta pequeñísima y gigante Maratoniana que parece que deba hacer dos zancadas de más para completar una de cualquiera de las atletas que le sacaban tranquilamente dos palmos.

3) De poco, si se descuidan, no podría ni haber oro de la Keniana, porque el caos y la samba se apoderó de la línea de llegada, y unos espectadores al final de la prueba reivindicaron “no sé qué cosa”, que bien estaría, no digo que no; pero faltó muy poco, para que esos espontáneos le arruinaran la vida a las corredoras, justo cuando todavía les quedaba una interminable recta.

4) Quejas del circuito hubo muchas, de acuerdo. No digo que no fuera ideal, pero bajo mi modesta opinión un corredor de fondo no debe esperar que le diseñen un recorrido a su medida. Entiendo que es el corredor el que debe adaptarse al circuito, y eso es algo que nunca oiremos quejarse a los africanos que, como demuestran una y otra vez, pueden correr bien hasta en un circuito de hielo trazado en el polo norte.

5) Ya lo dijo Warhol: “En el futuro todo el mundo debería tener derecho a 15 minutos de gloria”. Y en esos 15 minutos, en el caso de lucense Alesandra Aguilar, se redujo a unos escasos 30 segundos cuando la cámara la apuntó en la línea de salida. Luego, fueron sucediéndose noticias muy amargas para las españolas,  Estelas Navascues, tuvo que abandonar por un golpe de calor muy fuerte. Aguilar, lo mismo, y solo Azucena Díaz, pudo hacer la 34ª viniendo de atrás, con sus trencitas a lo Pipi y su peculiar forma de correr. Pero muy querible porque transmite sufrimiento y pasión. Y eso gusta. Nadie esperaba una actuación así de esta atleta que venia de reserva, pero estaba tan ilusionada que nada más llegar a Río hace una semana se puso la equipación de la selección como una niña con zapatos nuevos y no se la quitó ni para ir a dormir.

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EFE

6) Cuando los telespectadores se frotaban las manos cortaron la emisión para ir a escuchar el himno español en la prueba de Hockey hierba por si alguien todavía no se lo sabía. Luego, los más aviesos, tuvieron que ir a la página de teledeporte y empezar a quitar ventanas como capas cebolla para poder ver la carrera por streaming (el que pudiera). El matrato que sufre el atletismo en estos juegos debería ser motivo de reyerta en la red de la familia atlética, que, tantas veces gusta de pelearse por chorradas inocuas, y tan pocas por cuestiones de verdad como estos cortes en seco que nos dejan con la cara mustia.

7) Al poco de empezar la prueba, las africanas, ya ejercían de polillas devoradoras, y con ese correr tan desesperado y voraz llegaron a uno de los primeros puntos de avituallamiento, una de ellas se cruzó, y se armó tal basilisco que pudo terminar con muchísimas atletas en el suelo. Corría el kilómetro 18 y el mundo se paró en seco para la Etíope, Tigist Tufa, una de las favoritas. La chica sufrió un latigazo. Trató de avanzar unos metros a la pata coja, valiente y decidida, pero, el dolor y los kilómetros que aún tenía que correr por delante, la dejaron definitivamente desbaratada.  La imagen de ella desvalida, sentada en el suelo, teniendo a dos tumbonas vacías a su lado, era sobrecogedora.

8) Cuando se cumplía 1 hora y 14 minutos, en el kilómetro 21, apareció la esperanza blanca: la bielorrusa Volha Mazuronak. Era alta y llevaba un pañuelo en la cabeza como tradicionalmente suelen hacer las recolectoras de patatas de su país. La chica, a gusto, le dio un arrebato y decidió irse unos metros, con un paso largo y seguro. Las Africanas se la miraron con condescendencia, pero, se la empezaron a tomar en serio cuando seguía ahí como el monstruo de Monterroso.

En el kilometro 31 se formó un grupo privilegiado de seis atletas, entre las que se contaba ella y la americana Flanagan. El resto eran Africanas. Mientras, por detrás, a 18 segundos, le seguía la otra americana, Desirée Linden, una naufraga que veía al grupo de cabeza muy cerca. Pero el grupo de cabeza no hacía por venir, debía ser una sensación desesperante para ella que por más que trataba de darles alcance parecía que corría en una cinta de gimnasio.

Llegaron a un nuevo punto de avituallamiento y la Bielorrusa era un pulpo, le faltaban manos para echarse botellines a la cabeza, tenía el gesto desencajado como la otra americana Shalane Flanagan a la que el asfalto carioca parecía que se la estaba empezando a tragar.

9) En el kilómetro 39 la aventura quedó solo en poder de Africa, a manos de Sumgong, Kirwa y Dibaba. Pero he aquí la gran sorpresa, a un kilometro, la campeona del mundo cedió terreno y debió llorar por dentro al ver que no iba a doblar su oro. Sumgong y Kirwa, se disputaban oro y plata, y al final, la keniana se agarró al oro casi sin uñas y Kirwa a una plata por la que dará saltos toda su vida. Ya que en ningún momento se contaba con ella entre las favoritas. Dibaba fue bronce. Y la ganadora moral, la Bielorusa, Mazuronak, entró en una increíble quinta posición con el pañuelo pegado a la cabeza. A  la llegada debió pedir una espátula para poder arrancárselo, de lo incrustado que estaba por la freidura del sol. Había hecho la carrera de su vida. Una carrera que todo ese público carioca que se extendió a lo largo del circuito, siempre la tendrá presente en su memoria.

Ilustración: Unaitxo
Editado 15/08 12:00

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