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Después de tres veces olímpico, se hizo sacerdote y es un encanto

Ha cumplido 82 años en marzo y le acompañan dos muletas. Tiene una prótesis en las dos caderas. Su nombre y su voz imparten magisterio: Luis Felipe Areta es el sacerdote que participó en tres JJOO (Roma 60, Tokio 64 y Méjico 68). 

 

Fue olímpico por primera vez en los JJOO de Roma 60.

Tenía 18 años.

Y allí, en Roma, compartió lugar de entrenamiento en los días previos con Irvin Roberson y con Ralph Boston, el hombre que había batido el récord de Jesse Owens en salto de longitud.

De hecho, fue Ralph Boston el que le avisó ocho años después, en los JJOO de Méjico 68, de  que ese jovencito llamado Bob Beamon (que entonces solo era una promesa de 22 años) iba a saltar más de 9 metros.

-No puede ser -pensó Areta-. Es verdad que ha saltado 8,20 en la pista cubierta. Pero los récords se baten centímetro a centímetro.

En ese momento el de longitud estaba en 8,35 metros. Pero la realidad es que Ralph Boston no se equivocó. Al día siguiente, Bob Beamon saltó 8,90.

Areta volvió a entender ese día, al acostarse en la villa olimpica, que el futuro siempre será imprevisible.

De hecho, ya lo había entendido a los 18 años cuando viajó a los JJOO de Roma, donde compitió en longitud y en triple salto.

-Cuando tenía 14 años vi en un cine de San Sebastián ‘Cita con Melbourne’ que era un resumen de los JJOO de 1956 y pensé: ‘si algún día pudiese estar yo ahí’. Pero me parecía imposible, claro.

Areta jugaba entonces al baloncesto (llegó a enfrentarse a Lolo Sainz) y no tenía ni idea de lo que era el triple salto.

Pero cuatro años después iba a estar en los JJOO de Roma como saltador: no pasó ni siquiera la calificación, pero lo importante era estar, estar ahí.

Todo esto me lo cuenta hoy en Madrid, en la mítica pista de la Ciudad Universitaria, apoyado en dos muletas que respaldan sus dos prótesis de cadera, derecha e izquierda.

Luis Felipe Areta, de 82 años, no sólo es una leyenda del atletismo español. También es sacerdote. Quizá el único sacerdote que ha competido en unos JJOO.

-Pero la vida es así -justifica.

Ha venido desde su residencia en Iza, a las afueras de Pamplona, para ser homenajeado en el Memorial de Miguel de la Quadra Salcedo con quien compartió habitación en la villa olímpica en los Juegos de Roma 1960.

Areta entonces era un joven que buscaba su sitio en la vida.

-Estudié primero de económicas. Pero no me convencía. De ahí pasé a filosofía y, tras terminarla, me gradué en periodismo.

Se retiró del atletismo en 1972 (tras una caída al salir de la piscina en una concentración en Croacia para preparar los JJOO de Munich en la que se rompió el tendón tibial) y entonces inició su vida laboral.

-Hice artículos de los viajes que hacía y de las pruebas que hacía en la revista ‘Mundo joven’ cuya estrella era José María Íñigo -recuerda.

Después, fue director adjunto del colegio Retamar y del Centro Cultural Cuatro Caminos hasta que marchó a Sevilla, donde estudió la licenciatura en estudios eclesiásticos y la tesis doctoral.

-Me ordené sacerdote en 1980 en el santuario de Torreciudad cerca de Barbastro.

Desde entonces, ésa es su vida.

Han pasado 44 años en los que Luis Felipe Areta cada día explica su vocación:

-Siendo laicos, todos tenemos una vocación sacerdotal desde que somos bautizados. Y busqué la Santidad gracias al amor a Dios y el amor a los demás. Me acompañó la voluntad de Dios y mi propia voluntad.

Pero jamás olvidará lo que aprendió en el atletismo.

-El atletismo me enseñó a perseguir una meta con alegría, a hacer algo que vale la pena. Pero, sobre todo, una actitud ante la vida.

Y añade:

-Para hacer atletismo hace falta tener un corazón grande para plasmar lo que tú crees que llevas dentro. Y ese corazón, que es grande, debe hacerse fuerte. Y eso te ayuda a preguntarte por qué y para qué. Y, a su lado, no se te olvida nunca de que el éxito, como la derrota, siempre es pasajero.

Areta pudo ser futbolista de la Real Sociedad: jugó en el juvenil.

Después, le pegó duro al baloncesto: jugaba de ala-pivot.

Pero llegó a Madrid y la vida le presentó el triple salto, donde hizo una leyenda insustituible que este sábado se recordó en Madrid con el cariño que siempre invade al personaje.

En la mesa de inscripciones había un libro protagonizado por él. Por él y por su vida en la que, más allá de sus marcas o de su sexto puesto en triple en los JJOO de Tokio 64, se detallaba que Luis Felipe Areta fue uno de los grandes (tres veces olímpico).

Por eso hoy el prestigio señala su nombre y su alegría de vivir que, a los 82 años, se explica de una manera simple y didáctica:

-Agradezco todo lo que me ha pasado en la vida: el pasado, el presente y el futuro -dice hoy, antes de dejar Madrid y de volver a su lugar de residencia, allá en Pamplona,  donde este verano seguirá los JJOO porque, “a través de un chat con antiguos atletas”, ha vuelto a engancharse.

-¿Ana Peleteiro? -se pregunta un especialista en triple salto como él-. Salta muy bien. A ver si es capaz de llegar a los 15 metros. Podría ser. Claro que sí. Ojalá lograse el bronce en los JJOO de París.

 


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