El Tour, por los suelos

La jornada inaugural estuvo marcada por dos caídas múltiples, varias estrellas despidiéndose de la general y los primeros abandonos

El público regresó a la carretera como antes de la pandemia pero una espectadora provocó el primer percance grave.

Imagen de una de las caídas de la primera etapa del Tour

Imagen de una de las caídas de la primera etapa del Tour

Sergi López-Egea

Sergi López-Egea

La imagen del desasosiego y la desesperación estaba marcada por Marc Soler. Acompañado por el coche escoba, el ciclista catalán, caído en dos ocasiones, cruzaba la meta bretona de Landerneau en última posición, en un estreno de Tour tan accidentado como no se recordaba y que enturbiaba lo que había sido la jornada inaugural hasta que llegaron los accidentes; una fiesta ciclista con el retorno del público a las carreteras, tras las las restricciones del año pasado debido a la pandemia.

Soler se subía al coche del Movistar y se dirigía a un hospital. Nadie imaginaba un estreno tan dramático con varias figuras que se despedían al primer día de cualquier lucimiento en la general y que decían adiós a pelear con Tadej Pogacar, último ganador, por la victoria en París.

Solo era necesario mirar la clasificación y repasar nombres con relevancia, víctimas de las dos caídas, sobre todo de la segunda, sucedida a tan solo siete kilómetros de la meta de Landerneau. Miguel Ángel Superman López y Guillaume Martin entraban a 1.49 minutos de Julian Alaphilippe, el ganador, pero es que Richie Porte se dejaba 2.16 minutos; Simon Yates, 3.17; Alejandro Valverde, 5.33; Michael Woods, 8,.49; Ion Izagirre, 11.05; Chris Froome, 14.537; Mark Hirschi, 18.09 y Marc Soler, 24.38. Y lo más grave, los primeros abandonos: Ignatas Konovalovas, Cyril Lemone y Jasha Sütterling.

Si el Tour respiraba optimismo y felicidad, si la ciudad de Brest, de donde partió la Grande Boucle 2021, se lanzaba a la calle, si las cunetas se poblaban como lo habían hecho antes de la puñetera pandemia, con imágenes que hace meses, incluso semanas, se creían más bien fruto de la imaginación, todo empezó a torcerse por culpa de la inconciencia de una espectadora adolescente que sacó un cartel saludando en alemán a sus abuelos para que estos lo vieran por la tele.

La estupidez sucedió a 46 kilómetros de la meta, mientras el pelotón compacto ascendía por el muro de Saint Rivoal a casi 34 kilómetros por hora, entre espectadores que todavía hacían más estrecha la carretera bretona.

Bretaña, precisamente, tiene magníficos paisajes, muchos de ellos recuerdan los parajes más bellos de la Galicia costera. Pero sus carreteras son angostas, casi se podría decir que indignas para llevar por ellas a un pelotón ciclista de 184 corredores, sobre todo cuando el público aprieta y se mueve para acercarse más y más a los ciclistas.

Por eso, cuando una chica inconsciente tumba al pelotón y tira a uno de los corredores que van en las posiciones adelantadas, en este caso al ciclista alemán Tony Martin, el resto cae como si fueran fichas de dominó, un montón de cuerpos y bicicletas que hacen pequeñas montañas entre chillidos de pánico y dolor.

El lado más amargo

¡Terrible! El Tour por los suelos para mostrar el lado más amargo de este deporte donde no se puede pedir un cambio ni sentarse un rato en el asiento del coche auxiliar para reponer fuerzas. La ronda francesa recuperó la magia de antaño pero dejó un mensaje a los organizadores: si hay gente, si hay pasos estrechos por cotas de montaña, hay que limitar los accesos porque se pone en peligro la integridad de los corredores. Espectáculo, sí; calor del hincha, por supuesto, pero sin olvidar que hay que velar por la seguridad, como se hizo el año pasado ante el temor de contagios entre deportistas y aficionados.

La segunda caída fue más producto de la mala suerte y también por el hecho de que ocurrió en la parte delantera donde van los líderes porque, casi siempre excepto hoy, se corre más seguro. Y porque, además, se produjo cerca de la meta cuando todos iban lanzados y buscaban una posición idónea para no verse cortados.

Mañana, en el Muro de Bretaña, más de lo mismo. Habrá cientos de espectadores en apenas dos kilómetros de subida; un espectáculo por sí solo, pero donde no todo vale para sentirse parte protagonista de este Tour naciente.