US Open

Billie Jean King, 50 años de la revolución por la igualdad en el tenis

El Abierto de EEUU celebra en esta edición a la pionera que logró la paridad en la bolsa de premios en el torneo

Billie Jean King se abraza a Michelle Obama, en el US Open.

Billie Jean King se abraza a Michelle Obama, en el US Open.

Idoya Noain

Lo más parecido a la realeza que tiene

Estados Unidos

, y más en una ciudad progresista como

Nueva York

, son los Obama. Pero el lunes por la noche el expresidente y

Michelle Obama

acudieron a la primera sesión nocturna del

Abierto de Estados Unidos

para presenciar, y en el caso de la exprimera dama participar, en el acto de homenaje organizado a otra reina, Billie Jean King, con permiso de 

Carlos Alcaraz

y

Novak Djokovic

, la gran estrella de esta edición del torneo.

La californiana que en noviembre cumplirá 80 años, dueña de 12 grandes individuales y 16 en dobles, no solo da nombre al centro nacional de tenis neoyorquino. Es también leyenda y mito, la pionera que hace cinco décadas luchó, y triunfó, para conseguir que la federación estadounidense de tenis (USTA por sus siglas en inglés) rompiera un techo de cristal y en 1973 igualara por primera vez la bolsa de premios para las mujeres y los hombres en el Abierto estadounidense.

Era un hito que ningún deporte había visto antes, y algo que los otros grandes torneos del

tenis

tardarían aún más de tres décadas en completar (Australia no impuso esa paridad hasta 2001;

Roland Garros

hasta 2006 y 

Wimbledon, el último, hasta 2007). Y la firme y estratégica pelea que libró King para conseguirlo ha asentado su estatus icónico.

Historia de una lucha

Esa pelea no empezó en Nueva York. Ya en 1968, cuando ganó el primer Wimbledon de la era Open, King vio “totalmente injusto” recibir 750 libras en lugar de las 2.000 que se llevó Rod Laver. Decidió organizarse. Se alió con las también tenistas Rosie Casals y Nancy Richey, y con la ayuda de Gladys Heldman, editora de ‘Word Tennis Magazine’ y madre de la tenista Julie Heldman. Y dieron el paso de ir más allá de amenazas de boicot a competiciones como una donde los hombres iban a recibir compensaciones 12 veces mayores que las mujeres, organizando en 1970 su propio torneo.

Aunque las amenazas de la USTA y de organizaciones internacionales disuadieron a muchas tenistas de la era de sumarse, King, Casals, Richey y Heldman, así como Valerie Ziegenfuss, Judy Dalton, Kerry Melville Reid, Peaches Bartlowicz y Kristy Pigeon, iniciaron con una compensación de un dólar la competición en Houston. Y el circuito que lanzó ese grupo conocido como “las nueve originales”, el Virginia Slims, plantó la semilla para la fundación de la WTA.

La revolución sin duda había empezado y una de sus mayores victorias llegaría en ese 1973 en Nueva York. El año anterior, cuando el Congreso de EEUU aprobó el Título IX que prohibía la discriminación por sexo en las escuelas, King se indignó porque el ganador masculino, Ilie Nastase, recibiera 25.000 dólares, 15.000 más que ella, también campeona. Y con el vaso de la paciencia colmado, King amenazó con un boicot para la siguiente edición. A la vez, trabajó entre bambalinas para lograr un patrocinador que igualaría la compensación. Y así consiguió que hace 50 años el Abierto estrenara el premio paritario.

“Mucho mayor que un cheque”

Esa lucha, y esa victoria, contribuyeron a granjear a King su merecido lugar en los anales de la pelea por la igualdad, un espacio que siguió cimentando gracias al establecimiento en 1974 de la Women’s Sports Foundation, a su activismo por los derechos LGTB desde que en 1981 se hizo pública su

homosexualidad

(algo que en su día le hizo perder muchos de sus esponsors) o ahora con inversiones en equipos femeninos. Y en Nueva York, como recordó en su discurso de presentación de King Michelle Obama, lo que se está homenajeando “es mucho mayor que un cheque para los campeones”, este año en el Abierto uno de tres millones de dólares tanto para la ganadora como para el ganador.

La exprimera dama recordó en su intervención “la batalla de los sexos”, el histórico partido que King jugó (y ganó) en 1973 contra Bobby Riggs, un hombre que como afeó Obama se atrevía a decir que “el sitio de las mujeres es el dormitorio y la cocina, en ese orden”. Y por eso enmarcó los logros de King en una lucha más amplia. “Esto trata de cómo son vistas y valoradas las mujeres en este mundo”, dijo Obama. “Hemos visto lo rápido que avances como estos pueden perderse si no somos conscientes y estamos vigilantes, si no seguimos recordando y defendiendo y organizando y alzando la voz y, sí, votando”.

“Billie Jean nos enseña que cuando estamos en una encrucijada, todos tenemos una decisión que tomar”, dijo también Obama. “Podemos quedarnos esperando y aceptar lo que se nos da o podemos defender nuestros derechos, usar las plataformas que tengamos para hablar y pelear para proteger los avances que hemos hecho, e igualar el campo de juego para todas nuestras hijas y sus hijas”.

La propia King, predecesora de otras luchadoras de la igualdad en el deporte estadounidense como 

Venus Williams

 o Megan Rapinoe, a la que se vio celebrando con la selección española femenina su triunfo en el último Mundial, dejó su propio mensaje, siempre combativo. “Celebramos hoy, pero nuestro trabajo está lejos de estar acabado”, proclamó King, consciente de que en el circuito femenino del tenis, y más allá de la pistas, aún queda mucho por recorrer para cerrar brechas. Y antes de que la cantante Sara Bareilles le dedicara una versión de ‘Brave’ (Valiente), King eligió para cerrar su ovacionada intervención una cita de Coretta Scott King, la viuda de la leyenda de la lucha por los derechos civiles Martin Luther King: “La lucha es un proceso que no acaba. La libertad nunca se termina de ganar. Se logra y se gana en cada generación”.