Por qué vino Pjanic, y por qué se va

Pjanic, en una imagen de esta pretemporada

Pjanic, en una imagen de esta pretemporada / David Ramírez

Ernest Folch

Ernest Folch

¿Qué hace un jugador como Miraljem Pjanic huyendo a un equipo anónimo de los Emirates Árabes Unidos, el dudoso estado que, curiosidades del destino, también acoge al Rey emérito?

¿Cómo ha ido a parar una supuesta estrella mundial a un simulacro de Liga, que no es nada más que un retiro de dinousarios furbolísticos en busca de su último gran sueldo?

La triste historia de Pjanic con el Barça empieza en mayo de 2020, cuando empezaron a llegar los primeros ecos de una de las operaciones más raras, opacas e incomprensibles que ha hecho el Barça en su historia reciente, que ya es decir.

El contexto es importante: en plena primera ola de la pandemia, la Junta de Bartomeu empezaba a darse cuenta del terrible impacto que iban a sufrir sus cuentas, y en paralelo empezaba a dibujarse una letal moción de censura en el horizonte. Presión máxima económica y social. En plena desesperación, la junta se encontró un club en una situación parecida, con urgencias parecidas: la Juventus.

Fabio Paratici, el entonces director de fútbol del club italiano, tenía una especial debilidad por Arthur Melo, el mediocampista del Barça que en su fichaje fue comparado a Xavi pero que nunca terminó de cuajar.

En paralelo, el entonces director técnico del Barça, Ramon Planes, hacía tiempo que tenía a Pjanic bajo la lupa, aunque el interés deportivo fue simplemente la excusa para que el club, bajo la dirección del CEO Oscar Grau, diseñara una operación que nunca fue deportiva sino económica.

Ronald Koeman, recién estrenado como entrenador del primer equipo, ni siquiera dio el visto bueno a una operación estrambótica: Pjanic ficharía por el Barça por 60+5 millones, y Arthur lo haría por la Juve a cambio de 72+10, cifras increíbles por dos jugadores que tenían valoraciones muy inferiores en el mercado, pero que permitían cuadrar las cuentas de los dos clubes.

Todo era tan extraño que la propia Fiscalía de Turín ordenó un año más tarde registrar las oficinas de la Juve. Lo que siguió a este extraño acuerdo fue lo previsible: Koeman nunca creyó en Pjanic, que tuvo un papel irrelevante, sin un solo gol ni asistencia, en los poco más de 1300 miutos que jugó con la camiseta blaugrana.

La temporada pasada acabó cedido en el Besiktas, y este verano, a pesar de algún amago tímido de Xavi de contar con él, se ha terminado marchando a una de las ligas más intrascendentes del planeta. Curiosamente, Pjanic tuvo desde el primer momento una legión mediática de defensores, pero nunca pudo darles la razón.

Vino al Barça porque era una pieza de una ingenería financiera de objetivos cortoplacistas, y se va porque ni daba el mínimo nivel, ni le interesó nunca nada que no fuera su propio sueldo. Uno de los fracasos más sonados de la historia reciente del Barça.