Sotil se quedó sin fútbol y solo se dejó notar con su Ferrari amarillo

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Josep M. Minguella

Josep M. Minguella

Durante muchos años no se permitió en España que jugaran extranjeros. Cuando se abrió la opción de que entraran, el Barça contactó con Netzer, pero Michels dijo que le parecía demasiado mayor y caro, que ya teníamos a Asensi en su posición. En nuestra cabeza ya estaba la idea de fichar a Johan Cruyff, pero aún no lo teníamos. Entonces nos llegó la información sobre un extremo peruano del Alianza de Lima llamado Teófilo Cubillas.

En aquella época no teníamos vídeos ni una secretaría técnica para hacer seguimientos. La única posibilidad era verlo en directo. Era abril y el Barça jugaba el domingo a las 20.00 horas en Sevilla. El Alianza, por su parte, jugaba ante el Municipal el sábado a las 15.00 h. Vimos que el viernes por la noche había un vuelo a Lima, que llegaba el sábado por la mañana y nos permitía volver por la tarde de después del partido y estar el domingo en Sevilla sin problemas.

Se lo dije a Michels, se lo pensó y el día siguiente me dio que OK al viaje, pero le tenía que acompañar.  Así que fuimos a Perú para ver a Cubillas. Acabó el partido y Michels me preguntó: “¿Te ha gustado?”. Le respondí que era un jugador fuerte, rápido y valiente, pero el que me había gustado era el ‘10’ del Municipal. “Este es el mejor”, me apoyó Michels. Así que lo fichamos y lo instalamos en la calle Manuel Girona, con la familia, y su arranque fue espectacular.

Las cosas se torcieron con una recomendación de los servicios jurídicos del club a final de temporada. Existía un tratado entre Perú y España y se interpretó que los jugadores peruanos tenían los mismos derechos que los españoles y Sotil podía jugar sin ocupar plaza de extranjero. En base a esto, el Barça fichó a Neeskens y se inició el expediente en el Ministerio de Gobernación, al frente del cual estaba Arias Navarro. Pasaron las semanas, siguieron las gestiones, pero no hubo manera de que le dieran permiso para jugar.

Al Cholo Sotil solo le gustaba jugar a fútbol y se vio sin nada que hacer. El problema se hizo mayor por ser una persona difícil de controlar. Sotil se compró un Ferrari amarillo, el único que había en Barcelona. “¿No sabes que con este Ferrari todo el mundo sabrá dónde estás?”, le dije, pero le hacía ilusión el coche.

Su carrera futbolística no pudo progresar y fue una lástima porque Sotil era un gran jugador con muy buenas posibilidades, pero la burocracia de la época fue un muro insalvable y el Barcelona siguió su camino sin él.