¿Pude ser la eliminación una oportunidad?

Lewandowski, en una acción del partido

Lewandowski, en una acción del partido / VALENTÍ ENRICH

Ernest Folch

Ernest Folch

Confirmado: no hubo milagro. Confirmado: el Barça tendrá que esperar otro año para competir mínimamente en la Champions. Confirmado: el Barça todavía estaba verde. Es cierto que la suerte no ha acompañado al Barça, que su grupo era de lejos el más duro de todos, que ha sido víctima de lesiones inoportunas y que el VAR en Milán fue escandalosamente parcial, pero atribuir solo a elementos coyunturales su eliminación es volver a caer en la misma trampa de los últimos años.

¿Se acuerdan cuando tras las debacles de París (ida), Roma o Liverpool hay quien hablaba de "accidente", como si un mal partido fuera algo así como un sobrevenido fenómeno meteorológico? No hay nada más peligroso y más perverso que autoengañarse sin querer o, peor aún, hacer un mal diagnóstico después de una debacle. Porque es justamente una mala lectura sistemática de todos los tropiezos (de Luis Enrique a Koeman) lo que ha alargado innecesariamente la travesía del desierto del Barça.

No hay derrota por dura que sea que, bien aprovechada, no sea al mismo tiempo una gran oportunidad. Por eso es clave la lectura que se haga desde el club, desde el banquillo y el vestuario, y también desde el entorno, de esta gran decepción. Si pasamos de "hay que ganar todos los títulos" a "hay que ganar la Europa League" sin una reflexión previa y un cambio de discurso, la eliminación no habrá servido de nada. Pero si se usa este tropiezo para que Xavi tenga más tiempo para aposentar su proyecto, para instalar definitivamente la meritocracia y para rebajar las expectativas absurdas que se levantaron a principios de temporada, estaremos más cerca de poner los primeros cimientos del edificio del futuro.

De hecho, fue un angustiante cortoplacismo lo que convirtió cada gran derrota en una subasta enloquecida de fichajes que, a la vez, ponían más presión y debilitaron la economía.

El club, ahora, tiene que olvidarse de los triunfalismos, Xavi tiene que dejar apelar a la mala suerte y los jugadores tienen que entender que la Champions es una competición que por definición te deja sin margen de error y no perdona ni una sola falta de concentración.

Cuando caes eliminado antes de jugar el penúltimo partido, no hay excusas. En cambio, se abre la oportunidad de hacer por fin un buen diagnóstico de una derrota y entender de una vez que no hay atajos en el duro camino hacia la reconstrucción definitiva.