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Menos mal que nos queda Senegal

Los jugadores senegaleses celebrando la victoria

Los jugadores senegaleses celebrando la victoria / EFE

Rubén Uría

Rubén Uría

Hace meses mi querido Alberto Edjogo-Owono, uno de los mejores comentaristas de este país, me dijo que Senegal podría llegar lejos en Rusia. Charlamos un rato sobre los prejuicios que existen sobre el fútbol africano, le comenté mi devoción por Sadio Mane, una pantera en libertad, y concluimos que podían dar mucha guerra. Y esperamos, porque, en honor a la verdad, llevamos años esperando un equipo africano capaz de acabar con los prejucios. El primer día de competición, Egipto, Nigeria, Túnez y Marruecos cayeron. ¿Por qué? Sencillo, cuatro derrotas, seis goles en contra y los seis, encajados de pelota parada. “Si no cambian eso, o imposible”, comentó Marc Crossas, otro analista de primer nivel. Tenía razón. Senegal cambió esa dinámica y dio la sorpresa derrotando a Polonia, que hizo lo imposible por perder y lo logró. Krichowyak, Lewandowski y compañía tuvieron que hincar la rodilla ante Senegal, que ofreció lo mejor de su repertorio: exuberancia física, potencia, robo y galopada. Bajo la tutela de Aliou Cissé – único seleccionador negro del torneo, en 2002 capitán y ahora seleccionador-, los Niang, N’Diaye y Sadio Mane dieron la campanada. ¿Por qué? Primero, no concedieron en su área. Segundo, castigaron los regalos ajenos. Y tercero, no perdieron la concentración en el balón parado, como vaticinaba el crack Crossas. Por eso, Senegal ganó y convenció. 

Su triunfo, una identidad definida que empatiza con el espectador. Su estilo, el del reconocible poder africano: calidad, físico, velocidad, alegría y un punto de anarquía. Ofertan lo más puro del juego: menos precaución y más vértigo. Si los admirables islandeses suponen el triunfo del entusiasmo colectivo y son canto al espíritu de superación, los senegaleses representan la alegría que el fútbol jamás debería perder. Senegal no juega, emociona. Dentro y fuera del campo, por cierto. Nada más acabar el partido, sus aficionados nos dejaron una escena para reflexionar: tras terminar el choque, consumada la sorpresa, los hinchas de Senegal se pusieron a limpiar sus asientos antes de abandonar el estadio. Otro mundo, otro nivel, otra educación. Menos mal que nos queda Senegal. ES posible que Senegal no esté en las rondas finales, pero conviene prestar atención a un sabio proverbio africano: “El río se llena con arroyos pequeños”.