De Jong quiere hacerlo
Enorme futbolista De Jong. Decidió que el Barça, para jugar este partido de anoche, necesitaba un hombre más, o tres, y se multiplicó, estuvo en el campo, a veces sin bota, como si se le hubiera perdido la dignidad en la otra esquina y fuera a buscarla en nombre de los aficionados.
Su insistencia en hacer de su presencia una esperanza para los aficionados y para el equipo no obedece tan solo a su grado de capitán, sino a su vergüenza futbolera, que no se rinde nunca. No solo juega y hace jugar sino que manifiesta, ante los otros, ante el árbitro, ante los contrarios, una dignidad que no desdeña la calidad del juego. Sabe dónde está la pelota, y también dónde se ha perdido, ayuda a los demás a centrarse en el juego, convierte la esperanza del gol en una certeza que él va fabricando.
Su regreso al campo es una buena noticia, que le premiaron en el partido con la nota mayor por su juego. Pero no solo es esto lo que se puede destacar de este holandés tan voluntarioso: su calidad es la de alguien consciente de que, además, le pagan por ser bueno, y por querer al equipo al que está sirviendo.
Dos veces perdió el borceguí, como decían los viejos de mi época, y planteó una riña por ese descuido del calzado, pero ni eso lo arredró, sino que se puso de nuevo a jugar como si acabara de entrar en la cancha. Solo por verlo mereció anoche el mal trago de ver al Barça, otra vez, empatando.
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