¿Quién me habría dicho a mí…?

Aitana Bonmatí, flamante ganadora del Balón de Oro

Aitana Bonmatí, flamante ganadora del Balón de Oro / EFE

Carme Barceló

Carme Barceló

¿Quién? Porque ver a Alexia Putellas por dos veces subida abrazada a un balón de oro y, poco tiempo después, a Aitana Bonmatí, me lo aseguran en 2015 y no me lo creo.

Me lo deslizan con las uvas del nuevo siglo XXI, y lo atribuyo a los efluvios del alcohol. Me lo insinúan en 1985, año en el que firmé mi primer artículo como periodista, y me da entre risa y rabia.

Me lo dicen cuando, de la mano de mi madre iba al Camp Nou a ver a un holandés moderno que jugaba como los ángeles, y lo hubiera considerado una fábula más de las que me contaban día sí, día también.

De las ideadas por los escritores y de las luchadas por hombres y mujeres que creían y se dejaban la piel por la igualdad. Como los padres de Aitana. Como los míos. Como los de tantos y tantas que empujaron con su lucha el primer balón con el que podían jugar de forma profesional las mujeres.

Días como el de ayer me acuerdo (más) de María Teixidor, la directiva del FC Barcelona que se dejó salud y convivencia con su familia y amigos por conseguir profesionalizar la sección.

Sí, la que hoy es la única que da beneficios al club blaugrana. Sí, de la que se enorgullece todo el barcelonismo. Sí, la que conforma la columna vertebral de la selección española de fútbol que este verano consiguió un Mundial histórico. Sí, ellas.

¿Quién me habría dicho a mí que vería a Messi con ocho balones de oro y compartir escena con una jugadora del Barça? Su Barça.

Hace casi veinte años que un chaval argentino aterrizaba en la que considera para siempre su casa y sus colegas de La Masía -que le pregunten a Cesc Fábregas lo que ‘flipaba’ con aquel compañero introvertido y talentoso, hoy amigo del alma- le acogían con cariño.

De entonces a hoy, Leo es historia del deporte, del fútbol y del club catalán. El lunes, más maduro que nunca, se mostró generoso con un pasado que sigue marcando su presente. Uno de los mayores errores que cometió el FC Barcelona fue dejarle marchar.

Echarle. Él lo lloró. Muchos lo hemos llorado. Pero él regaló una lección de grandeza en París, reconoció al club y a su afición todo lo que le ayudó y le amó.

También recordó todo lo que dio al Barça, su Barça, volvió a dejar la puerta abierta a despedirse como merece y se visualizó como integrante de un equipo de profesionales en los despachos. A saber si su papel va más allá de éstos…

“Qui m’hauria dit a mi quan era una nena que jugaria a un Camp Nou ple?”. Poderosa y nerviosa, Aitana se dirigía al mundo en su lengua materna y paterna, explicando el porqué de sus apellidos cambiados y de esa resiliencia que la caracteriza.

Tampoco Messi imaginó, cuando entró por la puerta de La Masía, que él iba a ser la causa de ‘llenos’ históricos en Barcelona y en decenas de estadios de todo el planeta.

Unidos, con esa complicidad que sólo pueden sentir los que se han criado juntos, ambos recordaron y aplaudieron de donde vienen y quiénes los han sostenido. Sólo podemos ser tan generosos como ellos, agradecer y reconocer lo que dan y lo que dieron. Con justicia. Con amor. El mismo que sienten Aitana y Messi por los colores azul y grana.