Del fado al enfado: veinte años de puñales y reproches

'Cuando Figo volvió al Camp Nou' recupera la mayor demostración de despecho de la historia del Camp Nou a un jugador

Un marcaje para la historia

Un marcaje para la historia / M. FRANCH

Dídac Peyret

Dídac Peyret

Me gusta pensar que las rupturas se superan como las lesiones de Dembélé. Uno no sabe cuándo estará recuperado o cuándo volverá a recaer pero sigue jugando. 

La evolución marcará su disponibilidad, dice el parte oficial cuando debería decir: agárrame que llevo prisa y voy muy salido. Hay una gran variedad de rupturas, pero cada una tiene sus propios códigos. Como dice Leticia Sala los amigos se van de puntillas y los amantes haciendo ruido. Sobre todo si te la pegan con nocturnidad y alevosía, añadiría yo. 

A Laudrup lo hemos perdonado a Figo ya no tanto. Pero los dos nos dejaron una valiosa enseñanza. No siempre un clavo saca otro clavo. A Michael lo sustituimos por Hagi. A Luis, por Overmars y Petit. Cuidado con venirse arriba en el Tinder. 

Con Laudrup hace tiempo que abrazamos la quinta etapa del duelo; la aceptación. Con Figo nos quedamos en la segunda; a tomar por saco. Antes le cantábamos No pares, Figo, Figo ahora un estribillo de Carolina Durante. Qué te parece vomitar las cosas que nos dijimos. Qué te parece vomitar lo que nos hemos querido. 

Que se le quiso lo que no está escrito lo demuestra que han pasado 20 años y aún nos duelen sus puñales en la espalda. Lo recuerda el reportaje ‘Cuando Figo volvió al Camp Nou’ (Movistar+), momento cumbre de ira en esta historia.

“El público tuvo la delicadeza de tirar miles de objetos pero no darle con ninguno”, dice Gaspart. A eso lo llamo yo hablar desde el rencor, amic Joan

Pancartas, billetes, pañuelos y un cochinillo poco navideño. 111 decibelios de puro despecho. Y si esto te hace daño, si te puedo hacer sufrir, ha servido para algo, al menos para mí, que diría Jota de Los Planetas. Ojo por ojo. Diente por diente. Y todos empujando a Puyol. 

El reportaje recupera la mayor demostración de despecho de la historia del Camp Nou a un futbolista

“A los chavales ni les sonará, para el resto es imposible de olvidar”. El community de Movistar+ nos recuerda con poco tacto que somos unos puretas.

Y uno de los grandes valores de este reportaje es recuperar los entresijos de una traición generacional. Lo logra con material de la época, chascarrillos entre bastidores y testimonios de personas involucradas en la trama

La intrahistoria de su fichaje por el Madrid sigue siendo como esos casos de true crime donde 20 años después aún circulan diferentes versiones y quedan piezas por encajar.

El 14 de julio del año 2000 fue portada de este diario vestido del Barça negando la mayor a Toni Frieros en Cerdeña. Diez días después estaba en todos los telediarios con una sonrisa desencajada. Como el que celebra un título ganado con un gol en fuera de juego y otro de penalti inventado.

No solo nos la estaba pegando. También nos había engañado en la cara y lo sabía todo el mundo. Para muchos adolescentes su primer gran desengaño amoroso fue ver a Figo con un estupendo bronceado al lado de Florentino.

Luego volvió al Camp Nou, aquello se fue de madre y pasó de sentirse culpable a derrochar el mismo resentimiento que nosotros.

Cuando a uno lo dejan por otro siempre encuentra la réplica perfecta demasiado tarde.

Con Figo nos pasó algo parecido: le cantamos las cuarenta con la camisa por fuera, alguna copa de más y la música demasiado alta. Hay que ver lo intensos que nos ponemos en general con los portugueses.

Donkic, el niño sin miedo

“Para lectores de 10 a 99 años”. Me parece una pequeña genialidad que el libro ‘Su nombre es Luka’ (Contra) se presente así en la contraportada. Sobre todo porque esta biografía novelada tiene el mismo tono que las grandes obras de Pixar. Esas que interpelan a los niños con un lenguaje sencillo y a los adultos con pequeñas enseñanzas vitales.

Esta es una historia de éxito. La de un talento nada corrienque triunfa en la NBA con una edad insultante. Pero también su reverso: el precio de tener que ser un adulto demasiado rápido. Ernesto Rodríguez le da fondo y forma con una escritura cristalina, cargada de emoción contenida, y unas ilustraciones vibrantes con trazo de cómic.