Un cóctel diabólico llamado Lewandowski

Robert Lewandowski.

Robert Lewandowski. / EFE

Ernest Folch

Ernest Folch

En la famosa bronca de Xavi a los jugadores tras la desastrosa primera parte ante el Almería, hubo un detalle nada menor. Según han filtrado diversos medios, el entrenador del Barça pasó de una regañina genérica a un señalamiento muy concreto cuando, dirigiéndose explícitamente a Lewandowski, le espetó esta frase: “¡A ver si empiezas a correr de una puñetera vez!”.

La frase no es baladí, porque la dirige a la teórica estrella del equipo y porque es un reproche que sugiere que el problema no es de un partido sino que viene de lejos. Lo cierto es que con el rendimiento del delantero polaco hay un antes y un después del Mundial de Qatar, al que llegó pletórico, y del que salió visiblemente pasado de forma. Esta temporada, a pesar de que su media goleadora tampoco es catastrófica (9 goles en 21 partidos de Liga y Champions y es de lejos el pichichi del equipo), está muy por debajo de sus registros históricos y su juego es desde hace tiempo una isla desconectada del juego del equipo.

El problema con Lewandowski es que todavía no se puede dilucidar si su bajo rendimiento es una crisis circunstancial como la que atenaza a veces a los delanteros que no marcan y de la que saldrá pronto cuando recupere su confianza o si puede ser una crisis estructural, que tenga que ver con su físico en declive (en agosto cumplirá 36 años) o con su motivación, consciente de que está ya en la recta final de su carrera.

El fichaje del polaco no puede desligarse de la traumática marcha de Messi: Laporta lo anunció a la carrera tras el socavón emocional que causó haber despedido por sorpresa y sin previo aviso al mejor jugador de la historia, y con la intención (nunca confesada) de sustituir a uno por otro. Dos años y medio después del trauma, ya nadie puede llevarse a ningún engaño. La sustitución de Messi era emocionalmente y deportivamente una entelequia imposible, no solo porque sus 25-30 goles anuales son irreemplazables sino sobre todo porque no hay ni un solo jugador, tampoco Lewandowski, que pueda ni siquiera recordar su liderazgo social, deportivo y emocional.

Curiosamente, lo único en lo que cada vez se parecen más Messi y Lewandowski es en el sueldo: la temporada que viene el polaco cobrará 32 millones brutos, en virtud de uno de estos contratos ascendentes que tanto se criticó, con razón, de la anterior junta directiva. Este es el cóctel diabólico que amenaza hoy a Robert Lewandowski: una tensión creciente con Xavi, la incapacidad de ser el líder prometido de esta nueva era post-Messi y por último un contrato casi inasumible en un futuro inmediato por muy firmado que esté.

De fondo, no es un asunto menor la relación privilegiada de amistad entre su agente Pini Zahavi y el presidente Laporta. Cierto, en el fútbol cualquier situación crítica se soluciona con goles, y es algo que el futbolista polaco ha demostrado sobradamente que sabe hacer muy bien. Pero si no reacciona rápido, y teniendo en cuenta que su contrato finaliza en un lejanísimo 2026, disculpen la pregunta, ¿pero qué haremos con Robert Lewandowski?