Opinión

El centro del universo desde el minuto uno

Luis Enrique en la rueda de prensa previa al partido contra el Barça

Luis Enrique en la rueda de prensa previa al partido contra el Barça / Dani Barbeito

Eso es lo que ha pretendido ser Luis Enrique desde que la bola de Nyon emparejó a su PSG con el pentacampeón de Europa. Al menos, lo ha parecido. Nadie se la lio con el ADN. Le sobró ego y le faltó generosidad con Xavi. Es así. Ayer se emocionó con los elogios de Xavi, elogios que él escatimó en París. Y achacó a una mala interpretación del periodismo su frase con respecto al conocimiento del Xavi técnico.

Resulta sorprendente que Lucho, como hacen todos los entrenadores, no pueda decir nada del trabajo de Xavi bajo el absurdo paraguas de no haber sido dirigido por él. Desde luego, a la espera de que nos cuente si nos hemos perdido algo, nadie puede comprarle este muñeco. Luis es un gran entrenador, pero se le ha visto, hasta el momento, descolocado en esta eliminatoria. No sé exactamente por qué.

Si el problema fuera un escaso reconocimiento a su contribución en el triplete del 2015, habrá que recordarle tres coordenadas: una, su ADN fue la MSN, un tridente de 150 goles al año. Dos, un Barça donde juegue Messi, siempre será el equipo de Leo. Y tres, si Xavi no le arregla su descosido con el argentino, se hubiera ido antes de tiempo por la puerta de atrás.

Entiendo que él quiera defender su legado, pero para ello no era necesario menoscabar el de los demás. Ese no era un debate latente. Nadie discutía - ni discute - la ascendencia de Lucho en el barcelonismo ni, mucho menos, se le comparaba con Xavi.

Si así fuera, Luis Enrique debe saber que, por más títulos que ganara con una plantilla a las antípodas de la actual, jamás podrá alcanzar el peso que la figura de Xavi tiene en la leyenda del ADN azulgrana.

Le queda ganar hoy. Si no lo logra, su  paso por estos cuartos solo habrá dejado desencanto.