Opinión

Un caramelo para saborear (solo) en Montilivi

Míchel, en Montilivi

Míchel, en Montilivi / Barbeito

El 4 de mayo de 2013, Montilivi, ese Montilivi aún medio vacío, sin gradas supletorias, ni tanto orgull gironí, vivió una noche apoteósica con una remontada al Alcorcón (del 0-2 al 3-2, con goles de Richy, Acuña i Bordas) que disparó el sueño de esa afición incipiente por subir a Primera. No fue ese año, con Rubi de entrenador, fulminados por el Almería en la final del play-off, pero allí por primera vez, se empezó a soñar en grande.

Once años más tarde, Montilivi ha vivido hoy otra noche para la historia, y van unas cuantas, tantas que ya seguramente esto de histórico ha perdido significado. Una remontada con todas las de la ley, ni más ni menos, contra un Barça venido a menos que cuando tenía el partido en sus manos no lo supo cerrar, y se fue por la AP-7 en una nueva depresión, preguntándose si, realmente, es buena idea mantener a este Xavi en el banquillo.

El Girona jugará la próxima temporada la Liga de Campeones y lo ha celebrado por todo lo alto. Se vieron lágrimas en Montilivi, lágrimas como las que vertimos el día del Lugo, en 2015, pensando que ese tren de Primera no volvería a pasar. Y lo hizo, y no una, si no, dos veces, y ojalá que no sean más por qué querrá decir que el club se ha mantenido en la élite, consolidado. El ensayo de Champions de esta tarde se ha resuelto con éxito y ha demostrado, también, lo que todo el mundo tiene claro en la ciudad: que el caramelo de la Champions tiene que saborearse en Montilivi, y que el club ya puede empezar a ponerse las pilas para resolver este bienvenido problema que se le viene encima.