Cambia el fan, ¿por qué no el producto?

Araujo secó a Vinicius en el clásico

Araujo secó a Vinicius en el clásico / Valentí Enrich

Marc Menchén

Marc Menchén

Siempre he dicho que una de las grandes virtudes del fútbol y muchos otros deportes es que ha hecho crecer su negocio hasta niveles récord sin necesidad de variar mucho su producto. En jerga empresarial, la demanda se ha disparado frente a una oferta estática en cuanto a diversidad -mismas ligas, mismos torneos- y con un precio que ha ido escalando año a año.

Y eso, sin necesidad de que lo que nos proponen haya variado mucho en cinco décadas: los partidos duran al menos noventa minutos, juegan 22 futbolistas y los principales cambios han sido más centrados en la cuestión técnica y arbitral. Unas reformas que, en realidad, han ido orientadas más a cuidar al empleado -véase futbolistas y técnicos- que al consumidor. Y en estas aparece el entretenimiento digital.

La irrupción de la Superliga permitió volver a poner sobre la mesa qué es lo que quieren los jóvenes, pues su argumento principal es que las nuevas generaciones quieren ver más a las grandes potencias y que el reflejo está en las audiencias televisivas. Por el contrario, profesionales del media y redes sociales dan otra perspectiva: el fútbol se sigue consumiendo, mucho más que antes, pero por distintas vías que escapan a la de sentarse casi dos horas frente al televisor. Y es ahí donde debe ponerse el foco de atención para cualquier reforma futura.

Oriol Querol, CEO de la Kings y Queens League, explicaba hace unos días en el podcast de D2F Partners que una de sus claves ha sido ir introduciendo elementos que hacen que cada poco pasen cosas, como un gol con puntuación doble, jugadas uno contra uno… Es el extremo, y entre el no hacer nada y hacerlo todo hay una escala de grises a la que el fútbol -y otros como el tenis- deberían prestar atención, porque el monopolio de las audiencias continúa siendo del deporte, pero cada vez tenemos más alternativas de ocio.

Probablemente la mayor crítica al fútbol actual como producto audiovisual -los estadios crecen en asistencia- es que hay muchas fases en las que no pasa nada. Es una problemática que también tenía la MLB, reconocida por sus partidos maratonianos y un público cada vez más envejecido. Pues bien, en 2023 han reducido la duración media de los choques en 30 minutos y es la más baja desde 1984 -y aun así fueron 2 horas y 40 minutos-. La asistencia rompió una tendencia de tres temporadas en retroceso.

¿Cómo lo hicieron? Algunas cuestiones muy sencillas, como un cronómetro para el cambio de bateadores y los lanzamientos, o tener más jugadores preparados para que el ritmo del partido no pare. Y aquí el fútbol debería plantearse lo que está sucediendo con sus retransmisiones, en la que grandes pausas arbitrales y/o teatrales provocan un alargamiento. Los partidos suelen durar más, pero no hay más acción que enganche.

Así que quizás, sólo quizás, las próximas grandes reformas del fútbol deberían poner al fan en el centro, sin que eso implique no tener consideración por los jugadores. Pero en juego está que las futuras negociaciones se enganchen al producto, porque de poco sirve a largo plazo que se dispare el consumo de vídeos cortos en redes sociales si eso no va acompañado de una posterior conversión a suscriptores de la televisión de pago.

El 'winter is coming' en el valor del fútbol en TV

El fútbol tal y como lo conocemos hoy ha alcanzado su pico de maduración. El principal indicador para verlo es el valor de los derechos audiovisuales de las grandes ligas en sus respectivos países.

De momento, la única que ha podido salir más o menos victoriosa de este duro invierno ha sido LaLiga y fue con una revalorización del 1% frente al anterior ciclo, para situarse en 990 millones de euros a la espera de lo que adicionalmente pueda obtener con la comercialización directa del canal para los bares.

La Serie A ha pasado de 927 millones a 900 millones de euros y un variable con Dazn en función del grado de éxito, muy lejos de la expectativa de 1.050 millones de euros que ellos se marcaron para Italia hace unos años. En Francia, la Ligue-1 quería pasar de 624 millones a 800 millones de euros y el concurso se ha quedado sin ofertas y con Canal+ enfrentada a la competición.

En Alemania, la Bundesliga aceptó bajar de 1.160 millones a 1.100 millones. Y en estas aparece la Premier League, cuya fortaleza se pone ahora a prueba. Son 1.900 millones al año y, ante el riesgo de verse arrastrada por la tendencia, ha metido 70 partidos más al año en concurso para combatir posibles ofertas a la baja.