En Brasil no es oro todo lo que reluce
Los brasileños se dividen en dos: quienes llegan al Barça tras demostrar en Europa que lo merecen y quienes cruzan el charco directamente desde Brasil para que el Camp Nou deshaga el lacito que envuelve su caja para descubrir si la sorpresa gusta o se trata de uno de esos regalos que acaban olvidados en el trastero.
El ejercicio para descubrir qué opción es más interesante a nivel deportivo es simple. Pura estadística. Ronaldo, Romario, Rivaldo, Ronaldinho, Alves, Belletti o Edmílson pertenecen a la primera especie; Henrique, Keirrison, Geovanni, Rochemback o Douglas, a la segunda. Neymar es la excepción que confirma una norma que, por repetitiva, merece darse por probada empíricamente. No es solo cuestión de dinero, que también, sino un error repetido desde hace décadas por juntas presidididas por nombres tan diversos como Gaspart, Laporta o Bartomeu. El Barça no puede seguir siendo lanzadera (casi siempre averiada) de promesas brasileñas, sino destino final de quienes ya han demostrado su capacidad para jugar en el Camp Nou. Equivocarse apostando por canteranos es lógico e, incluso, recomendable. Gastarse millonadas en canteranos brasileños, imperdonable.
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