Bernardo Silva: el último cubata

Bernardo Silva, objetivo del Barça

Bernardo Silva, objetivo del Barça / AFP

Ivan San Antonio

Ivan San Antonio

El mercado de fichajes del Barça es como la droga: cuesta muy poco entrar, pero mucho más difícil es salir. Cuando llegó Lewandowski, el subidón fue tal que el Camp Nou registró la mejor entrada de la historia en la presentación de un futbolista. Luego vino Koundé, cuyo fichaje estaba descartado incluso por Mateu Alemany de forma interna, pero qué narices: ¡esta noche, fiesta! Kessie y Christensen son los cubatas a los que invita un amigo y lo de Pablo Torre, la botella de vino regalada que se guarda en la bodega. La llegada de dos laterales es salir fuera a tomar el aire para regresar y acabar el festival a lo grande, con Bernardo Silva. De perdidos, al río.

La incredulidad con la que atiende Europa al mercado de fichajes del Barça es inversamente proporcional a la euforia que genera en cierto entorno culé. Quienes rodean al Barça son una masa heterogénea de seguidores, los locales y los que no lo son, socios, abonados y los que no lo son, y oposición, la que ejerce y la que no. Es obvio que quienes más ruido hacen son los que celebran el enorme dispendio pensando, con cierta lógica, que cuanto mejor plantilla tenga el Barça, más van a disfrutar. Este grupo es de mirada corta, nada que reprochar. Luego está quien, por la mañana, acompaña la lectura diaria de SPORT junto a un café y una mueca de desaprobación combinada con cierta preocupación. Entiende que el club va a la deriva, tampoco hay nada que reprochar. Todos tienen, desde su óptica, argumentos para contrarrestar al contrario, pero queda claro que el mercado de fichajes del Barça este verano es una orgía desbocada que nadie había previsto. Unos la disfrutan y otros reniegan de ella.

Ser del Barça es tremendamente complicado porque, al contrario de lo que pasa en el Madrid, aquí todo el mundo opina y cree tener razón. En el Bernabéu solo manda Florentino y lo que dicta desde su trono se esparce sin rechistar entre sus lacayos. Palabra de Dios, te alabamos señor. 

Permítanme una confesión en primera persona: servidor no sabe qué pensar. O mejor dicho: hay días que se levanta eufórico soñando con la llegada de Bernardo Silva y otros, absolutamente preocupado por lo que considera un triple salto mortal hacia adelante de consecuencias imprevisibles. Servidor, una última confesión, es de los que llegaba a casa a las siete de la mañana tras asegurar a su compañera de fechorías que “vamos, pero solo una copa, eh”. 

Así que, llegados a este punto, ¿qué narices? ¡Que pase el siguiente! El Barça, tras haberse olvidado del mañana de forma más o menos irresponsable, está casi obligado estructuralmente a ir a por Bernardo Silva con todo. Quedarse a medias, a estas alturas de la fiesta, no es una opción. Sería un bajonazo que, a estas alturas de la noche, el Barça no puede permitirse.