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Rosalia, en la camiseta del Barça para el Clásico de Liga

Rosalia, en la camiseta del Barça para el Clásico de Liga / SPORT

Marc Menchén

Marc Menchén

La alianza entre el FC Barcelona y Spotify es una de las mejores decisiones adoptadas por el club en este mandato. No es el mejor acuerdo de la historia ni el más alto de la industria del fútbol, pero esos 62,5 millones de euros que en total paga la plataforma de música actualmente es realmente mucho más. Lo que en el mundo de la inversión en startups se denomina smart money. Spotify no sólo paga una buena cantidad por lucir en la camiseta y el estadio, sino que además está facilitando al club el acceso a una cartera de artistas que permiten amplificar su mensaje más allá del aficionado tradicional. Y eso tiene un precio y un valor que hay que apreciar.

Que Rosalía -como ya sucedió con Drake- aparezca en lugar de Spotify por un partido no debería generar debate alguno. Y debe analizarse desde una óptica muy distinta a la del fan de siempre. El Barça, el fútbol, el deporte no están en el centro de la vida de todo el mundo; no todos tenemos la misma vinculación emocional con un escudo y en determinados grupos sociales cualquier marca deportiva debe hacer un esfuerzo extra para ser relevante. Y eso es lo que pasa con los más jóvenes. Porque sí, el Barça tiene 118 millones de seguidores en Instagram, pero Drake tiene más de 32,1 millones y Rosalía supera los 23,5 millones. Y, a riesgo de equivocarme, diría que más de un 70% de los seguidores de ambos artistas no lo son del club. Y establecer ese contacto es lo que tiene valor. No sabemos si comprarán una camiseta blaugrana -convencido de que los más gruppies sí intentarían conseguir la edición limitada con Rosalía en el frontal-, pero todo pasa por avanzar en la construcción de marca y dotarla de una serie de atributos que el fútbol no siempre lleva aparejados.

Dicho de otro modo, que nadie espere un rendimiento inmediato de estos cruces entre deporte, música y entretenimiento en el caso del Barça. No es una máquina de generar dinero a corto plazo. Pero si pensamos en el largo plazo, en todos los nuevos negocios que se podrán desarrollar en el Spotify Camp Nou, que la marca culer vaya ganando peso en el imaginario de los más jóvenes y el ecosistema de la música y el entretenimiento, se habrá ganado mucho terreno. Con el nuevo Santiago Bernabéu en Madrid casi listo y el futuro Roig Arena en Valencia en el horizonte, la alianza Barça-Spotify puede ser un altavoz serio para que muchos artistas elijan hacer parada en Barcelona.

Y sí, asumamos que muchos de los nuevos negocios del Barça no serán para el fan del fútbol, pero ese fan debe ver que cuánto más saque el club de capitalizar el boom del entretenimiento, más habrá para invertir en el césped, que al final es lo que quiere la mayoría.

CVC, ahora también en el tenis con la WTA

Entramos en unos días cruciales para el devenir de la alianza entre LaLiga y CVC, impugnada en los tribunales por Real Madrid, FC Barcelona y Athletic Club. Los tres equipos intentan dejar en suspensión la mayor inversión acometida en el conjunto del fútbol español, pese a que sus ingresos audiovisuales están blindados y, transcurrido un año y medio, se ha demostrado que ese dinero ya se está traduciendo en nuevos ingresos para el resto de clubes. Pero, sobre todo, creo que lo que no se está valorando suficiente es el conocimiento del socio escogido.

CVC acaba de anunciar esta semana la compra del 20% de la gestora comercial de la WTA, a cambio de inyectar 150 millones en el circuito profesional de tenis femenino. Su inversión en distintas propiedades deportivas en los últimos tres años ya ronda los 4.500 millones de euros, e incluye desde el fútbol -LaLiga, pero también Ligue-1 en Francia- hasta el voleibol, pasando por el Seis Naciones de rugby.

Gustará más o menos, pero tener a un socio que exige resultados, puede comparar con otros deportes y trae ideas no debería menospreciarse en un negocio que muchas veces pensó, erróneamente, que nadie podía darle lecciones.