El Barça ganó por ambición y carácter

Mirotic celebra la victoria ante el Real Madrid

Mirotic celebra la victoria ante el Real Madrid / Valentí Enrich

Nacho Solozabal

Nacho Solozabal

UN MIROTIC ESTELAR

Un auténtico derbi. El Palau fue, de nuevo, el aliado fiel del Barça. En un ambiente irrespirable, los blaugranas dominaron a los blancos de una forma contundente. Sin paliativos. La victoria blaugrana, con bajas muy sensibles, se fraguó en un ritmo frenético, un básquet muy físico, y el acierto de jugadores clave como Mirotic. El montenegrino se “merendó” a Yabusele y anotó como y cuando quiso. No sólo fue eficaz desde el triple, también se fajó cerca del aro, recibió 9 faltas, y fue una pesadilla para el Madrid. Le costó arrancar al Barça en el primer cuarto, pero la marcha de Tavares por faltas abrió una vía de agua en la defensa blanca. Poirest no es Tavares, y los de Saras lo aprovecharon. El marcador se fue disparando siempre a favor de los blaugranas, y ninguna de las estratagemas de Laso, jugar con cuatro pequeños o buscar los triples, fueron efectivas. Los porcentajes del Barça fueron mucho mejores que los del Madrid, en especial desde el tiro libre. Pero la clave del duelo radicó en la agresividad que mostraron los anfitriones. Jugaron a una marcha más que el Madrid, en ataque y defensa, y dominaron la pintura y los rebotes. Vimos a un sacrificado Sergi Martínez que defendió a ratos a todas las estrellas del Madrid, a un Davies que tomó el relevo de Mirotic a la hora de perforar la canasta rival y a Laprovittola que en su particular “pique” con Heurtel le acabó sacando los colores. Un partidazo enorme. Un Barça sublime que se multiplicó para compensar las bajas de Calathes, Higgins y Abrines. A este nivel, no tienen rival.

UN DUELO DE TÉCNICOS Y UN PALAU DESATADO

Saras preparó muy bien el partido. Jugó muchos minutos con Sanli para obligar a Tavares y Poirest a defender lejos del aro. También hizo que Mirotic y Davies recibieran abiertos el balón doblado tras el 2x2. Fue una auténtica brecha en la defensa blanca, ya que el acierto de ambos blaugranas fue estratosférico. Un planteamiento perfecto al que el técnico blanco no supo responder. Jasikevicius también supo sacar todo el “jugo” al tándem Laprovittola-Jokubaitis. Otra vez, y van varias, hicieron olvidar a Calathes, superando con gran claridad a los Llull, Williams-Gosss y Heurtel. Mención especial para el base argentino que dio una lección de control del ritmo, sabiduría a la hora de encontrar al compañero libre, ganas de competir con su defensor y capacidad para anotar en los momentos importantes. Su mejor partido como blaugrana. También Sanli tuvo protagonismo. De menos a más, el pívot turco acabó el partido dominando la pintura, colocando tapones, 3, y capturando rebotes decisivos. Para redondear la noche, el Palau volvió a ser una olla a presión, infatigable, que acompañó a los suyos y convirtió el choque en una fiesta. El público vivió el duelo desde el orgullo de ser culé, con todo lo que ello implica, y la satisfacción de tener un equipo que responde a sus expectativas. Magia en estado puro.