El Barça (también) es una forma de ser y de hacer
El fallecimiento de Josep Lluís Núñez ha copado toda la información azulgrana de los últimos días y ha servido, entre otras muchas cosas importantes, para poder cerciorarnos de que a la hora de la verdad el barcelonismo está mucho más unido de lo que algunos, equivocadamente, piensan.
La demostración sincera de duelo y sentimiento afligido por parte de quienes, en su día, mantuvieron litigios, enfrentamientos y cruce de acusaciones con Núñez (Schuster, Alexanko, Víctor Muñoz, el madridismo y otros personajes…) pone de manifiesto que a la hora de la verdad juzgamos a los hombres por el conjunto de su obra y que las rencillas o cuentas pendientes son una carga excesivamente pesada como para llevarlas siempre encima. Por lo tanto, soltemos amarras, porque nada trajimos y nada nos llevaremos.
En este escenario de luto, es obligado destacar, una vez más, el extraordinario comportamiento del FC Barcelona en la organización y ejecución del Memorial Núñez. Es en estos momentos difíciles cuando se demuestra el verdadero fondo de las personas y son los pequeños detalles, sumados, los que ponen a cada uno en el lugar que le corresponde. La familia Núñez ha sentido el intenso calor que ha desprendido todo el barcelonismo y eso, en estas circunstancias, es lo que más les reconforta, como el libro de condolencias que ya reposa en su casa.
Por desgracia, y en contra de su voluntad, el FC Barcelona ha tenido que organizar cuatro Memoriales desde que Josep Maria Bartomeu accediera a la presidencia. El 25 de abril de 2014 se nos fue Tito Vilanova; el 24 de marzo de 2016, Johan Cruyff; el 22 de marzo de 2017, Agustí Montal. Y ahora, Josep Lluís Núñez. En todos ellos, directivos, ejecutivos y empleados del FC Barcelona han dejado la impronta de lo que es el club: una entidad con corazón, sentimiento, alma, y profesionalidad, sobre todo muchísima profesionalidad.
Un saber estar, y una forma de hacer las cosas, que se ha consolidado con el paso del tiempo y que también se ha puesto de manifiesto a la hora de despedir a los grandes jugadores que han pasado por la casa. Si antaño existía la fundada y justa queja de que el Barça no sabía decir adiós a sus mitos, en los últimos años esa sensación ha desaparecido.
El adiós de Xavi, Puyol, Navarro y sobre todo Andrés Iniesta, puso los pelos de punta a los protagonistas y a los espectadores que lo presenciamos. No es nada fácil saber estar a la altura cuando se trata de dar y no de recibir. Ahí está, por ejemplo, cómo se fueron del Real Madrid sus dos últimos mitos: Iker Casillas y Cristiano Ronaldo. En silencio, por la puerta de atrás y con reproches.
Por lo tanto, es de justicia destacar que las cosas han cambiado, y para bien, en el FC Barcelona, donde las formas importan y donde el fondo cuenta. Más allá del balón, de los goles y de los títulos. En definitiva, una lección de vida porque le pone corazón a un mundo y a un deporte que, afortunadamente, es mucho más que una industria o un negocio. El Barça tiene alma. Y late.
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