Una gestión nefasta en el ocaso de Pelé

Se ha perdido la oportunidad única que la legión de astros que han transitado por los octavos de final homenajearan al crack de crack

La pancarta que sacó la Seleçao fue cutre e improvisada, no hubo ningún tipo de de ceremonial, ni de pomposidad que la figura de Pelé merece

La 'verdeamarela' con la pancarta de apoyó a 'O Rei'

La 'verdeamarela' con la pancarta de apoyó a 'O Rei' / Tolga Bozoglu

Joaquim Piera

Joaquim Piera

Algo chirrió en el Estadio 974, en Doha, en el Brasil-Corea del Sur de octavos de final, cuando el único homenaje a Pelé fue una pancarta que mostraron los ‘canarinhos’ en el círculo al finalizar del choque. No hubo ningún tipo de ceremonial, ni de pomposidad. Todo fue cutre e improvisado.

‘O Rei’ lleva ingresado hace más de una semana en Sao Paulo. Su cáncer de colon se propagó en metástasis a principios de año y las noticias no son nada alentadores. Estaría incluso en cuidados paliativos porque la quimioterapia no tiene efectos. A sus 82 años, este va a ser su último Mundial.

Si el fútbol moderno es lo que es y el Mundial rivaliza con los Juegos Olímpicos es gracias en parte al poso que dejó ‘O Rei’. Sin él, por ejemplo, no habría el mito del dorsal ‘10’, que encumbra al mejor, algo que no ocurre en otros deportes. Pelé fue el primero a quien le pagaron por llevar unas botas, lo que puso la primera piedra de la gestión de los derechos de imagen.

Y el éxito de México 70, con la mejor selección de todos los tiempos, ayudó a hacer global la Copa del Mundo, que por primera vez era televisada en colores. A partir de allí, empezó la locura de los derechos de televisión.

A Pelé nunca se le estará suficientemente agradecido por el simbolismo de su éxito: un pobre descendiente de la esclavitud convertido en rey, y, además, dinamitando el racismo que impregnaba el fútbol brasileño. Después del Maracanazo en 1950, se decía y se publicaba que los afrodescendientes no tenían “equilibrio emocional” para disputar los partidos decisivos. No es casualidad que se eligiera a un negro, el portero Barbosa, como chivo expiatorio.

Fue también Pelé quien llevó su reinado a África, donde jugó veinte partidos con el Santos, y ahora el continente parece que genera grima al fútbol mercantilizado incapaz de llevar a sus estrellas porque no se factura.

Y, ante todo este escenario, el recuerdo de la FIFA en Qatar se limita a una proyección con drones en el cielo Doha y en algún edificio. Todo estéticamente inmejorable, pero tan artificial, impostado y sin alma como la génesis de este Mundial sin sentido, porque si de lo que se trataba era de llevar el torneo a un país árabe seguro que había otras fórmulas.

Ni un recuerdo sobre el césped. Se ha perdido la oportunidad única que la legión de astros que han transitado por los octavos de final homenajearan al crack de crack: Leo Messi, Cristiano Ronaldo, Neymar Jr., Kylian Mbappé, Lewandowski, Harry Kane… y también los jóvenes imberbes, como lo era él en su primer Mundial ganado en Suecia 58, que pueden apuntar muy alto; como nuestros Gavi y Pedri, o Phil Foden, Bellingham...