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Del bigote de Spitz a las 'ventosas' de Phelps

Michael Phelps, nombre propio de los Juegos

Michael Phelps, nombre propio de los Juegos / sport

Lluís Mascaró

De pequeño quería ser Mark Spitz. Pero me quedé en periodista deportivo. Y nadador aficionado. La leyenda de Spitz para mí, sin embargo, sigue muy presente. Por mucho que los años y Michael Phelps intenten borrarla de mi memoria. Es la leyenda de un éxito brutal en una época en la que no existía el marketing y la tele era en blanco y negro. Es la leyenda de un nadador con bigote (¿quién lleva hoy bigote, más allá de los hipsters?) que ganó siete medallas de oro en los Juegos Olímpicos de Múnich. En 1972. Y con siete récord mundiales. Una auténtica hazaña que todavía hoy, cuatro décadas después, sigo recordando. Con la misma emoción de aquel niño de 8 años, que se ilusionó con ser un gran nadador y que acabó siendo un modesto periodista. De deportes, eso sí. Por eso ahora, cuando veo a tantos colegas escribir del ‘Dios Phelps’, me apetece reivindicar la figura del primer gran mito de las piscinas olímpicas.

Tal vez peque de romanticismo, pero sigo pensando que las gestas del pasado (reciente y no tan reciente) se olvidan demasiado rápido. Nuevos héroes sustituyen a los ‘viejos’ héroes, arrinconándolos en el baúl de los recuerdos. Todo el mundo habla de Phelps, Biles o Bolt y nadie se acuerda de Spitz, Comaneci o Carl Lewis. Para mí, ellos siguen siendo los mejores. Porque crecí y maduré con sus medallas y sus récords. Los siento más cercanos, incluso más humanos. Tal vez porque, a pesar de su perfección, eran imperfectos. No había tras ellos ni laboratorios ni teconología. Eran puro talento. Con entrenamiento. Mucho. Pero sin toda la parafernalia científica que acompaña a los deportistas del siglo XXI. Y sin tanto dinero... Puede, insisto, que peque de romanticismo, pero mis héroes siempre serán los héroes de mi niñez y de mi adolescencia. Donde esté el bigote de Mark Spitz que se quiten las ‘ventosas’ de Michael Phelps...