Domingo Manrique: “Tras ganar el oro dijimos: ya está, se acabó”

El canario, junto a Luis Doreste, ganó la medalla de oro en la clase Flying Dutchman

"Ir a unos Juegos es maravilloso, pero encima ganar la medalla de oro es algo para toda la vida"

Domingo Manrique: “Tras ganar el oro dijimos: ya está, se acabó”

Àngels Fàbregues

Àngels Fàbregues

Navegar sigue siendo su vida, así que nos cita en Palma de Mallorca donde se ha desplazado para competir en una regata. A Domingo Manrique (24/2/1962, Las Palmas de Gran Canaria) le es imposible dejar de sonreír aunque nos confiesa que es vergonzoso. Cuando le retamos con un vídeo le preocupa, pero al segundo ve que le cuesta menos que lidiar con las olas... o quizás no, pero acepta el desafío. 

‘Manri’, ‘Manrisas’, Domingo... “me han llamado de muchas maneras, a mi me gustan todas”, nos explica de entrada con su incansable sentido del humor y mientras saluda a todo el mundo en el Club Náutico de Palma. Le brillan los ojos cuando le mencionamos Barcelona 92, pero se emociona cuando recuerda sus inicios en la vela. “Con 15 años me iba al club náutico con una bolsa y le decía a mi madre que no sabía si volvería porque intentaría enrolarme en alguna embarcación. La vela era ya mi pasión”, recuerda Manrique, campeón olímpico en Barcelona 92 junto a Luis Doreste en la clase Flying Dutchman.  

Precisamente ‘Manrisas’ no esconde que fue gracias a la familia Doreste que logró dedicarse a su pasión. Todo se inició en Barcelona en el 85 con 23 años: “Tuve la gran suerte que la familia Doreste, también canarios, estaban en Barcelona y un día en el club Manuel Doreste me ofreció ir a Barcelona. Fui sin pensarlo. Yo era un enamorado de navegar y allí empezó todo”.

Recuerda como era el joven Domingo que dio el paso más importante de su vida: “Era un chaval con muchas ilusiones y con muchas ganas de navegar, de vivir experiencias y de sentir todo lo que había leído en las revistas de vela. Desde el día que cogí el avión y llegué a Barcelona hasta hoy han sido todo experiencias maravillosas”.

Reconoce que es un hombre feliz: “Ya de por sí soy feliz con mi familia, mi vida, pero además con todo lo que me ha pasado sería vergonzoso decir que soy infeliz”, se sincera Manrique, que hoy en día es autónomo y trabaja en una tienda de servicios náuticos.

Barcelona en el corazón

El canario se quedó en la Ciudad Condal muchos años más: “Fueron 20 años maravillosos en Barcelona. La época olímpica fue espectacular y después me quedé 10 años más en Barcelona para preparar los Juegos de Atlanta y Sydney”, recuerda.

Y en gran parte fueron maravillosos porque fue en Barcelona donde se colgó su única medalla olímpica que además fue dorada. El sueño se había cumplido: “Fue la combinación de muchos años de trabajo y lo que quiere todo deportista. Yo lo que más quería era ir a unos Juegos, primero fui a Seúl como suplente y acabé navegando. Tras Seúl tuve la oportunidad de ir con Luis (Doreste). Fuimos sacando resultados durante el ciclo olímpico y fuimos viendo las posibilidades, pero sabíamos que era muy difícil. Pero que quieres que te diga, ir a unos Juegos es algo maravilloso pero encima ganarla es algo para toda la vida”.

Y Manrique lo dice con conocimiento de causa aunque prefiere vivir en el anonimato: “Primero significó un reconocimiento al trabajo bien hecho. Ha haber sacrificado cuatro años por el deporte. Dejé de hacer muchas cosas, pero después, cuando la consigues, sigue el día a día. Hay gente que ha sabido rentabilizarla pero yo sinceramente seguí con la náutica, sigo vinculado. En un primer momento significó todo aquello, aquella explosión de alegría, pero a medida que pasaba el tiempo la gente se olvida, lo cual agradezco”, dice entre risas.

Cambio de barco

Domingo explica los entresijos de la consecución de una medalla que por poco se escapa: “Fue una regata muy dura contra los americanos, estuvimos a punto de perderla, pero al final se ganó. Ese momento fue de decir: ‘ya está, se acabó’. Habíamos tenido mucha presión”, comenta para explicar a posteriori que el oro llegó gracias a un trueque de barco: “El último año habíamos comprado un barco nuevo pero no iba muy bien, pero dio la casualidad que entrenábamos con unos italianos que tenían un barco que iba mucho más rápido que el nuestro. Ellos quedaron fuera de la selección el último día y no pudieron ir a los Juegos así que les dijimos que cuando vendieran el barco a los compradores les dábamos el nuevo por el mismo precio y nos quedábamos con el viejo que tenía 8 años. Con ese barco tuvimos ese puntito más que nos hacía falta para ganar el oro”, explica haciendo memoria de una decisión determinante en sus vidas.

Lo último que hizo la noche anterior a la última regata fue “llamar a mis padres para decirles que éramos plata ya, pero que ganaríamos el oro”, y lo que hizo la noche posterior... “Se puede decir que al día siguiente hubo una gran resaca. Me acuerdo que no dormí esa noche. Por la mañana cogí el autobús y el metro y vi que Luis (Doreste) y yo salíamos en el Sport, en la Vanguardia yo iba escondiéndome, y todo con un gran dolor de cabeza (risas)”. La celebración estuvo a la altura de la medalla de oro.

Manrique recordó con Sport los Juegos de Barcelona 92

Manrique recordó con Sport los Juegos de Barcelona 92 / VALENTÍ ENRICH

Supieron que eran campeones por las bocinas al llegar

El Port Olímpic fue el escenario de una competición donde Doreste y Manrique ganaron la primera regata, la única en toda la competición, pero fueron segundos en la segunda regata, tercera y quinta mientras que en la sexta fueron terceros. Sus rivales más directos, Foerster y Bourdow ganaron tres de ellas, pero pincharon en las demás. En la séptima y última regata, la dupla española optó por gestionar la ventaja para conseguir el oro. Tras mucha tensión, los norteamericanos acabaron séptimos y los españoles decimoterceros, el oro era suyo, pero no lo supieron hasta entrar en el puerto.

¿Crees que los de Barcelona han sido los mejores JJ.OO. de la historia?

 Para Domingo Manrique no hay duda: “Yo tuve la gran suerte de estar en cuatro Juegos Olímpicos y para mí los de Barcelona sin duda han sido los mejores de esos cuatro”, asegura para recordar que tras competir llegaban “tardes muy amenas porque estábamos con los deportistas cosa que nunca nos pasa a los regatistas, charlaba mucho con los de baloncesto. Me acuerdo que cuando acababa de navegar me iba con la bicicleta por Barcelona que estaba preciosa. Fue algo muy especial por todos”.