Almudena Muñoz: “Nadie daba un duro por mí”

Apenas 24 horas después del histórico oro de Miriam Blasco, el judo daría otra presea dorada en los Juegos de Barcelona 92

"El oro de Miriam me motivó. Me fui a dormir la noche anterior pensando: ‘¿por qué no puedo yo?’", recuerda Almudena Muñoz

Almudena Muñoz: “Nadie daba un duro por mí”

La atleta doblegó en la final a la japonesa Noriko Mizoguchi para alzarse con el oro olímpico en los juegos de Barcelona 92' / Valentí Enrich

Josep González

Josep González

Valencia nos recibe con una pertinaz lluvia. Nos hemos citado con Almudena Muñoz (Valencia, 4 de noviembre de 1968) a los pies de El Hemisférico en la Ciutat de les Arts i les Ciències, en Valencia. Donde ahora emerge un futurista complejo arquitectónico diseñado por Santiago Calatrava y Félix Candela nuestra protagonista, en los años ochenta, entrenaba y corría entre las cañas y el barro de lo que entonces era el final del viejo cauce del río Turia sin saber que un día alcanzaría la gloria olímpica en Barcelona.

Almudena nos sorprende llegando a lomos de una bicicleta y enfundada en un anorak que la protege del agua. Mientras mi compañero Javi Ferrándiz desenfunda la cámara fotográfica y monta su objetivo, ella extrae de su bolso, con mimo, la medalla de los Juegos de 1992. El paso del tiempo ha hecho mella en la presea, volatilizando el baño de oro de 23 quilates del anillo exterior y mostrando la plata envejecida de sus entrañas.

Almudena, sin embargo, 30 años después de doblegar en la final a la japonesa Noriko Mizoguchi, llega plena de jovialidad, feliz... y revive aquellos días aún con satisfacción. “Fue una etapa única. Lo recuerdo con muchísimo cariño, muchísima alegría. Aún siento una gran satisfacción y la sensación del deber cumplido”, relata dibujando una sonrisa.

Tan solo 24 horas antes de que Almudena Muñoz se colgase el oro de judo, Miriam Blasco se había llevado el protagonismo al ser la precursora, la primera mujer española en hacerlo en unos Juegos. Ella, sin embargo, jamás ha lamentado no estar en su lugar. “Nunca fue un problema, al contrario, para mí fue una gran alegría. Me fui a dormir la noche anterior pensando: ‘si ella lo ha conseguido, ¿por qué no puedo yo?’. Su oro me motivó”.

Un largo calvario hasta Barcelona 92

El camino, sin embargo, hasta colgarse el metal dorado fue tortuoso. Apenas dos años antes de Barcelona, en un entreno una judoca le destrozó una rodilla. “Estuve seis meses con muletas, luego un año de durísima recuperación, corriendo por dunas, fue muy duro. El dolor aún me persistía un año antes de los Juegos”, rememora.

Ese calvario, lejos de hundirla, la hizo todavía más fuerte. “Los malos momentos, en modo de lesiones, de que las cosas no salen como tú quieres, son los que luego te llevan a conseguir los resultados. Si no hay penas, no sabes disfrutar de las alegrías. Si antes de los Juegos no hubiera pasado esa etapa de esfuerzo no hubiera llegado tan preparada, con tantas ganas, tanta ilusión...”.

Almudena recuerda que por entonces “nadie daba un duro por mí” pero consiguió llegar a Barcelona sin presión, sin miedo a fallar. “Iba a por medalla, tenía clarísimo que podía conseguirlo. Había preparado los combates, físicamente me encontraba muy bien y, sobre todo, tenía ilusión y ganas de conseguirlo”.

Visionando las añejas imágenes del combate que le daría el oro, sorprende su reacción. Mientras los miles de espectadores del Palau la ovacionaban de forma ensordecedora, Almudena no perdió la compostura. Saludó a su rival y se alejó del tatami impasible, como si nada. “Resoplé y me dije: ‘Ya está, se ha acabado’. Me quedé en estado de shock”. Minutos después, en el podio, cuando Carlos Ferrer Salat le colgó el oro, ahora sí lucía una amplia sonrisa y saludaba efusivamente al público. “Fue una sensación indescriptible que nunca más he vuelto a vivir”.

Adiós a la niña súper tímida

Aquella medalla no solo revolucionó su vida deportiva, sino que también lo hizo a nivel personal. “Tenía 23 años, era muy tímida, súper tímida”, subraya, “tenía una vida muy tranquila y pasé a ser un personaje público. Fue un cambio radical, para mejor. Me abrió la visión al mundo”.

Almudena desvela ahora, tres décadas después, que, tras aquella eclosión fugaz de popularidad y fama, “después de los Juegos mi idea era retirarme. La clasificación fue tan dura que pensé en cambiar mi vida. Sin embargo lo que hice fue decir: ‘¡Jolín!, con lo que ha costado llegar hasta aquí por qué no el Campeonato de Europa, el Mundial...’. La medalla me animó a seguir compitiendo”.

Su técnica, ímpetu y coraje la llevaron a ser campeona de Europa, campeona del mundo y a clasificarse para Atlanta 96, donde, pese a competir bien, no pudo llegar al podio. Un año después, una lesión en su hombro izquierdo precipitó su retirada, su adiós a los tatamis y al judo.

Su etapa postolímpica fue tranquila. Lejos de los focos, en la actualidad intenta llevar una vida anónima. Trabaja rodeada de un montón de papeles, pero es feliz, en la Concejalía de Deportes del Ayuntamiento de Valencia, en el Centre Cultural i Esportiu La Petxina. Ya con 53 años no oculta que sigue siendo “peleona, todo lo hago con esfuerzo e ilusión”. Aunque frunce el ceño cuando le preguntas si su ciudad natal puso en valor el oro de Barcelona, no muestra resentimiento. “Me da igual. No conseguí la medalla para que se me reconociera. Quería ser campeona porque amaba el judo”. Almudena Muñoz asegura “no vivir en el pasado” pero me cuenta, ilusionada, que aún conserva y conduce el SEAT Toledo Podium que recibió por ganar la medalla, que tiene una pequeña plaza con su nombre en Peñarrubia, una pedanía de Albacete, y que en las Fallas de este año tuvo un ninot con su figura luciendo el judogi. No fue indultada, no se salvó de las llamas, pero sonríe. 30 años después no deja de sonreír. Y es feliz...

Almudena iba de 'tapada'

Aquel 1 de agosto de 1992 aún resonaban en el Palau Blaugrana los ecos del histórico oro de Miriam Blasco. Solo un día después, mismo escenario, mismo tatami, mismo deporte, diferente protagonista. Almudena Muñoz iniciaba su camino hacia el podio lejos de las miradas. Las quinielas repartían las medallas en rivales con un palmarés más brillante. Tras superar las primeras rondas, le llegaba un combate clave en cuartos de final ante Sharon Rendle. La británica era una de las favoritas. Pero la valenciana, sublime, rompió los pronósticos. Victoria y semifinales ante otro ‘coco’, la china Li Zhonyun. Almudena llevó la iniciativa en toda la pelea y, de nuevo, sorprendió: ¡estaba en la final! Allí le esperaba Noriko Mizoguchi, a la que nunca se había enfrentado y a la que estudió en vídeo minutos antes del combate. La japonesa salió impetuosa, pero la valenciana se defendía con fiereza. Mizoguchi, desesperada y enfurecida, no podía con ella y, en un contraataque en los instantes finales, Almudena Muñoz marcó una koka. El triunfo era suyo. Acabó exhausta y con los pies quemados, pero el oro brillaría en su cuello.

¿Han sido los de Barcelona 92 los mejores Juegos de la historia?

“Claro que sí, por supuesto”, responde inmediatamente Almudena Muñoz, sin vacilar ni un segundo. “Para mí fueron increíbles. Y los resultados para España lo dejan clarísimo: son los Juegos Olímpicos que más medallas hemos conseguido. Sigo conservando en mi memoria recuerdos imborrables de Barcelona, recuerdos que son inolvidables. Aquello fue un sueño, fue impresionante. Como los Juegos Olímpicos de Barcelona 92 no ha vuelto a haber otros iguales”, dice con rotundidad.