Desde mi sofá

Caldo concentrado

Josep M. Fonalleras

No sé ustedes, pero yo, estos días, me he hartado de ver goles fantásticos de Zlatan Ibrahimovic. Uno de los que marca con el Ajax, aquel en el que a fuerza de mareo, con la defensa desfallecida, jugando con el regate, acaba rematando como en una jugada de futbolín, es para disfrutar una y mil veces. Imaginarse la conexión sueco-argentina es una dosis de optimismo que se nos inyecta directamente en la vena. Pero me gustaría que nos paráramos a reflexionar un momento (sin echar agua al vino) sobre el efecto que han ejercido los videos promocionales de los futbolistas en nuestro subconsciente. Parece el título de un mal ensayo psicoanalítico, pero es cierto: vemos siempre un resumen de lo espléndido, un compendio de lo mágico. Lo normal, lo aburrido, queda, por supuesto, al margen. Nos alimentamos de una pastilla de caldo concentrado y olvidamos que en un partido también hay espacio y tiempo para el soponcio.