Romário: "Tenía sexo con mi mujer y después iba al partido"

El mítico delantero se sincera y reconoce que "si había partido el domingo, salía el viernes", aunque a veces "la noche anterior"

"Siempre me he considerado el mejor rematador. Si es casi imposible, intento rematar" asegura en 'The Players Tribune'

Romário es actualmente vicepresidente del Senado brasileño

Romário es actualmente vicepresidente del Senado brasileño / Getty by Panenka

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El exfutbolista del Barça, Romário de Souza Faria, se sinceró en una carta en 'The Players Tribune' donde habló sin tapujos de todo y confirmó algunos rumores como el día que de estar en la playa pasó a jugar un partido y desmintió otros como que saliera la noche antes de los partidos, aunque algunas excepciones hubo. También de política. Estas son las frases más destacadas:

Salir de fiesta: En algunos clubs, es verdad que hice acuerdos que me permitían salir de fiesta. Pero nunca faltaba a los entrenamientos. Eso quiero dejarlo muy claro. Cuando volví a jugar en Brasil, les dije a todos los presidentes: “Mirad, me resulta difícil despertarme temprano, así que voy a entrenar por las tardes”. Jamás he salido de fiesta la noche anterior a un partido. Si había partido el domingo, salía el viernes. Vale, puede que haya pasado algunas veces, pero fue una de cada diez, como máximo. Y, mira, nunca he fumado. Gracias a Dios, nunca he tomado drogas. Nunca he bebido. Ni una sola gota.

Sexo antes de jugar: Tienes que hacer lo que te funciona. El sexo, para mí, siempre fue la hostia. A veces, el día del partido, me quedaba en casa, apartado del resto del equipo. Si me despertaba con ganas, tenía sexo con mi mujer y después iba para el partido. En el campo, estaba relajado… Ligero.

Anécdota de la playa: ¿Lo de la playa? También es verdad. Teníamos un partido contra el Fluminense, pero decidí no jugar. Yo me pasé el día en la playa. Entonces, por algún motivo, decidí que quería jugar y me fui directo al Maracaná. Llegué retrasado, los jugadores ya estaban incluso calentando… De hecho, entré al vestuario quitándome la puta arena de los pies. Y acabé jugando. Recuerdo que ese chaval, Marcelo, haría su debut con el Fluminense y había invitado a toda su familia al campo. Acabé entrando como titular en su lugar... ¡menuda decepción para la familia del chaval! De todos modos, hice un gol y el Fluminense ganó el partido. Mi preparación mental era sencilla: llegar, entrar, ponerme la camiseta y hacer goles. No hay otro secreto. Ni hubo jamás.

Relación con Cruyff: Cruyff se convirtió en uno de mis mayores amigos en el fútbol. Fue mi mejor entrenador, sin duda. Cuando me trasladé al Barcelona, yo quería el número 11, mi preferido. Pero Cruyff me dio el 10. Le dije: "Mister, es un gran honor llevar el 10, pero prefiero el 11". Todo el mundo quiere el 10, ¿verdad? ¡Por primera vez fui humilde! Y Cruyff dijo "no". Me quedé en plan: "Joder, hermano, ¡estoy renunciando al 10! ¿Por qué no?". Y él me explicó: "Porque en mi equipo el mejor siempre juega con el 10". El tío te suelta eso... ¿Qué vas a decirle? Tenía que quedarme con el 10 para siempre.

Mundial del 94: Los entrenadores sabían que, si perdían, prácticamente tendrían que abandonar el país. ¿Qué hicieron entonces? Tuvieron que llamarme de vuelta. Y no sentí la presión. Estaba allá para pasarlo bien, ¿sabes? Para enseñarles a aquellos hijos de puta de la comisión técnica que ellos tenían que haberme llamado antes. Pregúntale a cualquiera que haya estado en el Maracaná aquel día y te dirá que fue quizás el partido más impresionante que ha jugado nunca un futbolista, especialmente con la camiseta de la selección de Brasil. En una escala del 1 al 10, saqué un 11. Hice una promesa a Ricardo Rocha. Dos caños, dos vaselinas y dos goles. Al final de la primera parte, alguien gritó desde el banquillo: "¿Y los dos goles?". Le contesté: "Tranquilo, hombre. Todo a su tiempo.

La política: Me metí en política para luchar por personas como Ivy. Hace 16 años, mi sexta hija nació con síndrome de Down. Es un ángel que el papá del cielo me envió. Antes de que naciera ella, yo simplemente no veía a las personas que tuviesen algún tipo de deficiencia o enfermedad rara. No seamos hipócritas: no me fijaba en los problemas que ellas enfrentaban. Ivy me hizo darme cuenta de que necesitaban ayuda y tenían pocos representantes en la política. Ahora soy conocido por defender a esas personas, especialmente las que son menos favorecidas. Tienen el mismo derecho que nosotros a formar parte de la sociedad.

Miedo a los perros: Los perros me dan un miedo de cojones. Cuando tenía 13 años, fui a visitar a mi abuela en Jacarezinho y dos chuchos y un pequinés se me echaron encima. Respeto a los perros. Jamás les haré daño. Pero les tengo pavor. Y un detalle: cuanto más pequeño el perro, más miedo le tengo. ¿Un pastor alemán? Puedo convivir con él. ¿Pero un Chihuahua? Joder, me rompe...

Ser el mejor: Siempre me he considerado el mejor. Con eso quiero decir el mejor rematador. Si es imposible rematar, paso el balón a otro. Si es casi imposible, intento rematar. Así es la lógica: si soy el mejor, soy el que tiene el deber de dejar sentenciado el partido, no un compañero, ¿entiendes? Porque era lo mejor para el equipo. Es como en el baloncesto, cuando tienes que hacer una canasta de tres puntos en los últimos segundos. ¿A quién entregas el balón? A Michael Jordan.

Los 1.000 goles: Cuando tenía unos 20 años, dije que marcaría 1.000 goles. Hay una portada de la revista Placar donde digo: “Voy a hacer 1.000 goles”. Nadie puede decir que es suerte o casualidad, ¿no? Lo dije hace mucho.

La chulería: Yo no era chulo. Era seguro. La gente decía: “A Romário le gusta la fiesta, a Romário no le gusta entrenar, Romário es mujeriego”. Pero entonces, en el partido, les metía tres, cuatro goles, y la cosa cambiaba: “El tío es la hostia. Es chulo, pero cumplidor en la cancha”. ¿Es eso ser chulo? ¡No! Es confiar en uno mismo, en lo que eres capaz de hacer. Pero también tuve mi fase de bravucón, jajaja.