Mayte Martínez gana un bronce a base de casta

Creía tan poco en su medalla que tuvo que pedir un chándal para recogerla. Había dejado el suyo en el hotel

Se acaban los adjetivos... A ella le sobra lo que otros no tienen: rabia, carácter, furia, garra... Mayte Martínez consiguió ayer un logró sin precedentes en la historia del atletismo español, la medalla de bronce en los Mundiales de Osaka con una espectacular reacción en la recta final de los 800 metros. Además, esta prueba coronó como nueva reina a la emergente joya del atletismo keniano, la prodigiosa Janet Jepkosgei, que acreditó el mejor registro mundial del año (1:56.04).

Después de la polémica medalla de plata conseguida por Paquillo Fernández en los 20 kilómetros marcha, el atletismo español había entrado en una espiral negativa que presagiaba negros nubarrones. 'Penti', Manolo Martínez, Montaner, Pestano... Nada bueno. Eso fue hasta que saltó a la rapidísima pista nipona la vallisoletana Mayte Martínez. Su entrenador, Juan Carlos Granado, había dicho el día anterior: "Es triste, pero si va a por el oro se muere". ¿Qué ocurrió? Una vez más, se impuso la férrea voluntad de la atleta, un ejemplo de pundonor. Ángel Basas, uno de los fisioterapeutas del equipo, le recuperó el cargado isquio derecho. Mayte pasó la tarde del lunes tumbada. Se preveía una carrera suicida lanzada por la joven keniana. Granado decidió la táctica que su atleta siguió a pies juntillas. No hubo sorpresas. Jepkosgei, que siempre dio la cara al frente del rosario de corredoras, pasó por los 400 metros en 56.16. Mayte tenía la orden de hacerlo algo más lento, en 57.50. Lo hizo en 57.60. Al toque de la campana, empezó la verdadera labor de la española. Se pegó como una lapa a la marroquí Hasna Benhassi y empezó a 'recoger cadáveres'. La carrera tenía que pasar factura a quienes se habían dedicado a seguir el ritmo suicida de la keniana. Era cuestión de paciencia. Se trataba de esperar el momento -si quedaba un átomo de energía- . Al desembocar en la recta se vio en condiciones de pedirle a su organismo un último y desesperado esfuerzo. Pasó a una, a dos... superó a la rusa Olga Kotliarova y... ése era el último obstáculo antes de alcanzar al podio.

Para entonces, ya se había retirado toda una leyenda de esta especialidad, la mozambiqueña María Mutola, que quizá asistió a su último mundial . Pisó por dentro del bordillo y abandonó la pista con el gesto quebrado por el dolor. Horas antes, había dicho: "si es necesario, muero luchando". Y así fue como murió. Luchando. Mutola, un verdadero portento de la naturaleza que lleva más de 16 años instalada en lo más alto del ranking mundial, suma tres títulos mundiales, el último de ellos en París hace ahora cuatro años.

Jepkosgei, de 23 años, volvió a desmoralizar a sus rivales con un ritmo trepidante. En su debut ya había asombrado corriendo prácticamente en solitario y estableciendo la mejor marca mundial del año. Sin liebres, sin ayuda de nadie, sin torcer el gesto... Ayer volvió a mejorar su registro. Lo dejó en 1:56.04. Corrió como Wilson Kipketer, como Alberto Juantorena, a pecho descubierto. Su título de ayer se suma a los tres grandes campeonatos que ha disputado hasta la fecha: el Mundial júnior en 2002, los Juegos de África en 2006 y los de la Commonwealth también el pasado año.

Mayte Martínez añadió un nuevo éxito a su historial. Fue subcampeona al aire libre en Múnich 2002 y en pista cubierta en Madrid 2005, acabó séptima en los Mundiales de Edmonton'01 y quinta en Helsinki'05. Además, cada vez está más cerca de batir el añejo récord nacional de Maite Zúñiga (1:57.45 desde el año 1988).

Al término de su épica actuación reconoció que sentía "una enorme satisfacción" por la medalla ganada, algo que no se esperaba. La vallisoletana añadió: "ni siquiera sé por dónde me he metido al final, si por fuera o por dentro. Daba la impresión de que mis rivales iban a cámara lenta y me dije que aquí había algo raro y que tenía que hacer algo. Lo cierto es que llegué a meta con muchísima fuerza", destacó. Su alegría llegó por partida doble "porque también conseguí rebajar mi marca personal y situarla en 1:57.62 y, lógicamente, por un podio que no me esperaba pero que tantas veces había soñado. Ganar una medalla en un Mundial es muy difícil".

El triunfo de ayer tendrá un efecto balsámico sobre su carrera: "porque a partir de este momento, ya creeré más en mí. Es verdad que había mucha gente que sí confiaba, pero me parece que yo soy la que menos pensaba en mí misma. Ahora tengo que seguir trabajando, con más ilusión si cabe, y soñar que en los Juegos pueda estar, si no con la medalla, sí al menos peleando por ella. He visto que tengo nivel para estar ahí".

La vallisoletana remarcó que, aunque su marido y entrenador le había dicho que estaba muy bien y que podía rebajar su marca personal, ella no estaba muy segura de lograrlo y, mucho menos, después de haber corrido dos carreras durísimas. "Tuve los primeros indicios en el calentamiento; me salió muy bien y eso me dio confianza: "Me benefició el hecho de no salir presionada. En mis quinielas no entraba la posibilidad de estar luchando por medallas. Venía a intentar lograr el mejor puesto; nada más que eso", admitió. Recordó la advertencia de Granado: la keniana tirará, la mozambiqueña la seguirá y también el resto "porque son gente ambiciosa". "Yo tenía que ir de atrás hacia adelante, recogiendo cadáveres como se dice en el atletismo. Sabía que el ritmo iba a ser rápido, pero cuando llegué a la calle libre, en lugar de asustarme, vi que tenía delante a Benhassi y me pegué a ella. Eso fue decisivo para entrar en la recta final con las demás", explicó. La clave de su medalla estuvo en los 150 metros finales: "me vi superfuerte".

"En los últimos 150 metros me encontré superfuerte, pero dejé un poquito para el esprint final", añadió Martínez, quien según remontaba iba contando y no se creía que podía terminar con medalla, tanto que incluso tuvo que ratificarlo con la grada. Tan inesperada era esta medalla que Mayte Martínez tuvo que pedir a una compañera el chándal oficial para subir al podio, ya que se lo había dejado en el hotel pensando que no le iba a hacer falta.

Juan Carlos Granado aseguró que "esto es muy grande" y también destacó que en principio no se lo esperaba. Además, reconoció que vio que podía ser medalla "a falta de 70 metros con la zancada y el ritmo que llevaba".