Vidal de Cárcer, una vida polifacética

Manuel Vidal de Cárcer (izquierda), Urgellés (árbitro) y Martínez Surroca (izquierda), antes de iniciar el partido de homenaje que le dedicaron al ex azulgrana en Tàrrega

Manuel Vidal de Cárcer (izquierda), Urgellés (árbitro) y Martínez Surroca (izquierda), antes de iniciar el partido de homenaje que le dedicaron al ex azulgrana en Tàrrega / sport

David Salinas

David Salinas

Manuel Vidal de Cárcer defendió el marco del FC Barcelona entre 1931 y 1933. Inquieto, polifacético, inteligente, aristócrata, de físico privilegiado y acusada personalidad, transitó por la vida con decisión e intensidad para alcanzar los múltiples y diversos objetivos que se marcó. Futbolista, aventurero, ingeniero, escritor, profesor, entrenador… Solo si sus memorias –que él mismo redactó– vieran la luz podríamos hacernos una idea de la singularidad y excepcionalidad del personaje.

Nacido en Vilafranca del Penedès el 24 de agosto de 1906 en el seno de una familia noble, fue el único hijo varón y el tercero de los cuatro (Teresa, Mercedes y Guialmar) que tuvo el matrimonio formado por Manuel Vidal y Mercedes de Cárcer. Pese a venir al mundo en la capital del Alt Penedès por tener allí su familia materna, Manuel se crio en Tàrrega, donde su abuelo, Enrique de Cárcer, era el titular del Palau dels marquesos de la Floresta.

Sin antecedentes deportivos en el linaje familiar, Manuel tuvo devoción por el ejercicio físico, especialmente el fútbol, y los estudios. Empezó jugando en el 11HP (de horsepower) de Tàrrega y en una salida a Vilanova de Bellpuig el portero habitual –Maimó–  enfermó y lo animaron a que ocupara el marco. “No lo había hecho nunca, pero todos éramos compañeros y no podía negarme. Dijeron que lo había hecho bien”, recordó Manuel en una entrevista que concedió en febrero de 1932 a ‘Crònica Targarina’. Después jugó con los Ràpids, también de Tàrrega, para hacerlo después en el equipo representativo de la capital del Urgell. Admirador de Ricardo Zamora, decidió adiestrarse él mismo en el marco lanzando pelotas de tenis contra una pared, que despejaba y blocaba.

Rumbo a Cuba

En 1925, con 19 años, dio un giro radical a su vida y puso rumbo a Cuba. El motivo para tomar esta decisión, cuenta su hijo, también Manuel, se debió a dos motivos. Por un lado, la Escola Superior d’Agricultura de la Mancomunitat de Catalunya, en Barcelona, donde cursaba sus estudios, cerró como consecuencia de unas declaraciones de algunos profesores (Carles Pi i Sunyer y Rafael Campalans) y, por otro, su tío, Eduardo González Feijóo, entonces coronel del Ejército de Artillería, quería que iniciara la carrera militar, paso que no entraba en sus planes. Así que, con la intención de estudiar y alejarse de ciertas influencias familiares, desembarcó en La Habana después de una larga travesía en la que perdió todo el capital que le habían dado sus padres en las mesas de juego. Viajó en primera clase, con aristócratas y hombres de negocios, tuvo mucho tiempo libre… Llegó con 10 dólares en el bolsillo.

Solo, en el muelle de La Habana, su destino no podía ser otro que Triscornia, un centro de internamiento sito en el Castillo del Morro de la capital y de obligado paso por el tránsito migratorio que no era reclamado. Aguardó el traslado en un rincón hasta que se ofreció a ayudar a los aduaneros, con prisas para atender un yate norteamericano que acababa de atracar. Vidal de Cárcer, lo supo más tarde, al aligerar el trabajo a los funcionarios, permitió a éstos tramitar el papeleo del yate con celeridad y, así, sacarse una buena propina. Lo compensaron dejándolo entrar en la isla y se dirigió al Muelle Luz. Y allí, de madrugada, su suerte siguió iluminándose pese a la oscuridad del espacio.

Los mejores años de su vida

De una conversación cazada al vuelo se quedó con una frase: “No tenemos guardameta, ¿qué haremos?”. No lo dudó y dio un paso al frente. Se presentó ante los desconocidos, que se agarraron a sus palabras y lo alojaron en un hotel. Al día siguiente lo llevaron al Centre Català. Le hicieron una prueba y lo ficharon. Jugó en el Catalunya (que vestía como el Barça) y el Iberia (desde principios de 1927). En Cuba, Manuel siempre reconoció que pasó “los mejores años de mi vida”. Fueron cinco, hasta 1929. En la isla caribeña, además de jugar al fútbol, trabajó (dirigió una revista satírica) y se formó (estudió dos licenciaturas en la Universidad de La Habana: mineralogía e ingeniería agrónoma y azucarera). También, con el equipo universitario, hizo incursiones en el mundo del remo. Ganaba 60 duros al mes e iba a trabajar en taxi.

De regreso a Barcelona, en septiembre de 1929 (entró en la Península por Gijón y después viajó en tren), reanudó sus estudios (le faltaban dos años para licenciarse) y fichó por el Barça, un sueño que siempre mantuvo vivo. Se ofreció a través de un primo lejano, Epifanio de Fortuny, Baró d’Esponellà, que había sido directivo del club, y pasó una prueba en el campo de Les Corts que convenció al entonces entrenador azulgrana, el inglés Jack Greenwell. Vidal entró en el equipo poco después de los fichajes de los brasileños Jaguaré (guardameta) y Fausto dos Santos (centrocampista), cuya alineación, por la normativa vigente, no estaba autorizada. Greenwell, de esta forma, se cubrió las espaldas y, junto a Pepe Nogués, sumó a Vidal para el marco azulgrana.

Sin embargo, la etapa en Les Corts no fue la soñada por Manuel. Estuvo dos años en la plantilla y solo jugó 16 partidos (5 del Campionat de Catalunya y 4 de la Liga 1931-32 y 6 del Campionat de Catalunya y 1 de la Liga 1932-33). Ganó 14, empató 1 (Sabadell) y perdió 1 (Júpiter). Encajó 16 goles y fue campeón de Catalunya 1931-32. De esos 16 partidos fue titular en 13, entrando en los tres restantes por Nogués. La prensa de la época lo elogió con frecuencia. Así, en ‘La Rambla’, después de un Espanyol-Barça (0-3) del Campionat de Catalunya, pudo leerse: “Tuvo una actuación magnífica. Ágil, valiente, seguro, decidido, escuchó en el transcurso de la palestra grandes ovaciones”.

Retirada y pluriactividad

Una fuerte bronquitis que lo atacó en Irún, tras un partido contra el equipo fronterizo, lo apartó de la titularidad en la Liga 1931-32 después de jugar la primera jornada. No reapareció hasta la antepenúltima. Profesional del fútbol, cobraba 400 pesetas al mes, siendo la prima por ganar el Campionat de Catalunya y la Liga de 2.000. La victoria en Les Corts se cotizaba a 200 pesetas y el empate fuera, a 100. A finales de diciembre de 1932 la Junta Directiva, presidida por Juan Coma, lo dejó en libertad junto a otros jugadores, entre ellos Samitier (con quien compartía habitación en los desplazamientos) y Piera, por el bajo rendimiento del equipo en el Campionat de Catalunya y la pobre impresión en los partidos de Navidad contra el Ujpest (0-4 y 1-3). También por el elevado número de profesionales en el vestuario: 39.

Manuel, con casi 27 años, pensó en la retirada y colgó las botas. Se ofreció de forma desinteresada al Barça para dirigir a los equipos infantiles, actividad que había cultivado en Cuba. A partir de ahí dedicó su vida a la familia, a la docencia y a su profesión. Fue director de la Escuela Regional Catalana de Preparadores de Fútbol (homologó el título a Sandro Puppo, técnico italiano del Barça la temporada 1954-55 que convivió un tiempo en su domicilio), entrenador del Junior (aficionados) y Tàrrega. También trabajó para la FEF como inspector de campos y servicio a finales de los cuarenta y fue vicepresidente de los veteranos del Barça bajo la presidencia de Laszi Kubala.

Estudioso del fútbol, ahondó en la psicomotricidad y la metodología de la preparación de los jugadores, creando la ficha psicotécnica, en la que ponía de relieve los valores físicos del futbolista (flexibilidad, potencia, velocidad, resistencia…) para asociarlos con el rendimiento. Sus conocimientos en agronomía ayudaron al Club en la plaga que afectó al césped de Les Corts. Cuadriculó en campo en pequeñas parcelas e, inyectando un veneno en la tierra, acabó con la cuca. Su inquietud lo llevó también a sumergirse en el mundo de los libros como autor –El Fútbol Actual (1953), Tratado Moderno de las Industrias del Caucho (1963) o Cauchos y elastómeros (1984)– y traductor. Falleció en Barcelona el 17 de junio de 1998 a los 91 años.