Andrés Carrasco, ex entrenador del Shakhtar Sub19: "Mucha gente nos está pidiendo ayuda para salir de Ucrania, es desgarrador"

El que fuese técnico de La Masia durante 13 años ha hablado con Sport sobre su experiencia en Ucrania y sobre cómo viven la guerra muchos de sus ex compañeros y conocidos

Andrés explica que ha llegado a jugar contra jóvenes que ahora están muertos y que hay amigos que le piden ayuda para conseguir dinero o un visado

Andrés Carrasco, ex técnico de la Masia y del Shakhtar Sub19

Andrés Carrasco, ex técnico de la Masia y del Shakhtar Sub19 / Sport.es

Marc Marín

Son muchas las noticias relacionadas con el mundo del deporte que nos llegan tras estallar la guerra en Ucrania. La invasión de Rusia se ha cobrado numerosas víctimas en el mundo del fútbol y ha afectado de lleno a los clubes ucranianos, muchos futbolistas de los cuales han tenido que escapar del país. El Shakhtar Donetsk, el club más importante de Ucrania, ha sido el último en confirmar la muerte de un entrenador de su fútbol base. Precisamente en el Shakhtar estuvo trabajando Andrés Carrasco Carrillo.

Andrés es un entrenador de fútbol español que trabajó durante 13 años en la cantera del FC Barcelona. Dirigió a varios equipos de La Masia hasta 2011, cuando decidió iniciar una nueva etapa en Georgia. Tras pasar por diferentes clubes y países -como el Málaga, el Sabadell o Australia-, en 2018 firmó como entrenador del Shakhtar Donetsk Sub 19, club en el que estuvo dos años. Actualmente, ocupa el cargo de director del fútbol base del FC Dinamo Tbilisi y ha querido atender a SPORT para hablar de su experiencia en Ucrania y explicar cómo están viviendo allí la guerra muchos de sus excompañeros y conocidos.

Usted fue entrenador de las categorías inferiores del Shakhtar, ¿cómo era su vida allí en Ucrania?

Sí, estuve dos años entrenando al Shakhtar Donetsk Sub-19, desde el 2018 hasta el 2020. Estuve con toda mi familia, incluso con mis hijos, entrenaba allí. Como Donetsk se declaró independiente en 2014, el Shakhtar tiene su academia en Kiev. El club tuvo que emigrar toda la estructura. Todos mis compañeros eran ciudadanos de Donetsk desplazados a Kiev para poder seguir trabajando. En el primer año, en el 2015/2016 estuvieron cambiando de ciudad. Primero se fueron a Lviv y luego a otra ciudad, hasta que encontraron la ubicación actual, en un pueblo al lado del Aeropuerto Internacional de Borýspil, a 29 kilómetros al este de Kiev. Allí entrenábamos y hacíamos la vida normal de una academia de fútbol, con la peculiaridad de que todos los jugadores -unos 200- vivían juntos en un hotel.

¿En qué ciudad o pueblo vivía?

Yo vivía en Kiev, en el barrio de Obolón, justo por donde entraron los primeros tanques. Las primeras noticias que llegaban sobre la entrada del ejército de Rusia en Kiev, tenían que ver con ese barrio donde yo hacía mi vida.

Vivió dos años ahí y entrenaba a un club de la ciudad de Donetsk. Cuando aterrizó, la región ya estaba ocupada por los independentistas prorrusos, desde 2014. ¿Llegó a pisar esa ciudad?

No, nunca estuve allí. El Shakhtar tiene una franquicia social en el Donbás, allí en Donetsk. Nosotros recibíamos jugadores y teníamos mucho contacto con esa ciudad. De hecho, los familiares de nuestros compañeros de la academia viven ahí. Cuando los jugadores tenían que volver de vacaciones vivían muchas dificultades. No sabían cuándo podrían volver o cuando podrían salir o entrar. A veces, algún jugador, o incluso algún compañero, debía irse porque algo había pasado. Siempre había problemas de este tipo. No era constante, pero sí iban sucediendo cosas. “Han entrado en casa de mi madre” o “han detenido a un primo mío”, “tengo que ir a ayudarlos”.

Pese a que la información que acapara los medios es sobre la guerra iniciada en este año 2022, el conflicto tiene antecedentes. ¿Cómo se vivía cuando usted estuvo ahí?

El conflicto sucedió en 2014, durante un tiempo, después de la declaración de independencia de la República Independiente de Donetsk por parte de activistas prorrusos. Se trataba de un conflicto bélico contra el gobierno y el ejército de Ucrania. De vez en cuando había más conflicto o más hostilidad, pero cuando estuve yo en 2018 nunca tuve constancia de problemas sucedidos a ningún compañero. Se vivía como una especie de alto el fuego. Había historias, ya que siempre hay un pequeño enfrentamiento. Son zonas en las que, cuando quedan bajo rebeldes, hay sucesos que conflictivos. Incluso con temas de mafias y de criminalidad. Cuando llegué yo, no hubo conflicto entre el gobierno ucraniano y los prorrusos. Sin embargo, en la vida diaria de la gente siempre había comentarios: “¿cómo puede ser que hayamos llegado a este punto?”. Ellos mismos se sentían frustrados, porque habían tenido que salir de su casa y dejar familiares en 2014. El Shakhtar, por ejemplo, tenía unas instalaciones de primer nivel en Europa, con una ciudad deportiva espectacular, dentro de un parque natural y un estadio de 5 estrellas. Mis compañeros tuvieron que dejar ese lugar.

¿Sigue manteniendo relación con gente del club?

Sí. Ahora justamente hablaba con el chico que me hacía de traductor en el Shakhtar y te enteras de cosas que no llegan por los medios normales o por las noticias y es desgarrador. Han estado bombardeando una central nuclear, con todo lo que eso supone. Esta gente está loca... Impactan los videos de explosiones en una central nuclear. Desde que estalla la guerra intentas contactar con ellos, con jugadores a los que entrenaste. Algunos ya no están en el club, otros sí que siguen ahí. Todos están en Ucrania, eso sí. Y no solo tengo contacto con gente del club. Mi hijo jugaba a fútbol. Hablas con el entrenador que tenía o con sus compañeros del equipo y sus familias, con gente del cole, con sus maestros... Y te piden ayuda. “A ver si me puedes conseguir un visado para ir a España”. Es desgarrador. Se hace complicado, conforme vas contactando con gente, ves que cada uno tiene una historia. Nosotros intentamos dar el apoyo que podemos. A veces es solo apoyo moral. Otras veces incluso financiero, con alguna persona que te tiene la suficiente confianza como para pedirte ayuda. Dentro de nuestras posibilidades, les intentamos ayudar.

Hasta ese punto de desesperación han tenido que llegar...

Exacto… Por ejemplo, el otro día hablábamos con un jugador que estaba a prueba con un equipo de Turquía, y tenía que volver. Se ha quedado colgado, no quiere entrar. “Si es que no quiero entrar porque me van a reclutar”, me decía. Se ha encontrado con este conflicto y con la frontera “cerrada” para los hombres. Como vuelva, lo reclutan para ponerlo a combatir. Y claro, nosotros le decíamos que no teníamos conocimiento de nada, que en ese caso no podíamos ayudarle… Son muchas historias, ni te las imaginas.

¿Cómo se informa usted de lo que pasa en Ucrania?

Normalmente pregunto directamente a mis compañeros. Al preparador físico que tenía, al analista o al traductor. Ellos te transmiten un poco lo que ven u oyen o lo que sienten.

Además de sus ex compañeros, ¿tiene familia que viva en el país o que incluso haya tenido que huir?

No, algunos antes de que cerrasen la frontera para los hombres habían salido ya. Mi mujer da clases de español online, y una alumna suya ucraniana ha logrado salir y estaba buscando sitio para refugiarse en España. Una vez sales, si tienen posibilidades de moverse por Europa, ellos buscan estar lo más alejados posible. Eso decía la chica: “contra más lejos esté, mejor”. Sobre esta alumna, la guerra comienza cuando ella está de vacaciones, pero su hija está con su abuela en Ucrania, y ahora ha tenido que volver a Polonia, para intentar que su hija y su madre crucen la frontera.

Hace unas horas ha salido la noticia de que un entrenador del fútbol base del Shakhtar ha muerto. Lo ha confirmado el director general del club, Sergei Palkin, a través de las redes sociales. ¿Le conocía?

No, no era uno de los compañeros con los que yo estaba. Era un chico que trabajaba en esta franquicia social que está en Donetsk. Imagino que allí también hay conflicto ahora mismo. Cuando yo llegué a Ucrania, él ya estaba en el club. De hecho, a alguno de los jugadores del Karpaty Lviv que, según las noticias, han fallecido sí les conocía. Nos habíamos enfrentado a ellos cuando estaba con el juvenil.

¿Cómo reacciona uno cuando lee noticias sobre entrenadores o jugadores de su antiguo club que han muerto?

Sufro por si es alguien que yo conocía. Evidentemente, pienso que gracias a dios no ha sido alguien cercano a mí, pero cuando lo lees es desgarrador. Te sientes fatal porque es una persona que ha perdido la vida, sea quien sea. Es alguien como yo, un entrenador. La vida le ha cambiado tanto que ha tenido que sujetar un arma para defenderse o defender a su país. Por suerte, yo ahora mismo no estoy ya allí, pero cualquiera de mis compañeros seguramente ahora estén combatiendo. Y son gente normal como tú o como yo que no han cogido un arma en su vida y son gente pacífica, incluso que trabajan con niños en la academia, con los que tienes una sensibilidad especial en estas situaciones.

Otra de las noticias que ha salido a la luz es que el presidente del Shakhtar, Rinat Akhmetov, ha decidido combatir por su país. Se trata de uno de los hombres más ricos de Ucrania, pero toda su fortuna proviene de Rusia. ¿Le llegó a conocer?

No, yo no le conocí. De hecho nunca le he visto. Pero tengo constancia de que él, cuando sucedió todo y tuvieron que salir del Donbás, prometió que no volvería a ver un partido del primer equipo hasta que estuviesen otra vez ahí, en Donetsk.

Actualmente, es director del fútbol base del Dinamo Tbilisi, equipo de Georgia. ¿Cómo se vive la situación en ese país?

Con una sensibilidad especial, porque este país también ha estado en conflicto con Rusia, la última vez en 2008. Rusia invadió Abjasia y Georgia perdió territorio. Un compañero de aquí me explicaba el otro día que saben perfectamente lo que es tener tanques rusos a 50 km de la capital. Al final, el gobierno de su momento tuvo que ceder los territorios. Ahora mirando las noticias, he leído que Georgia se posiciona neutral. Les tienen tanto miedo que no pueden ponerse a respaldar a Ucrania de forma oficial. Tienen muy pocos recursos, pero se sienten identificados con los ucranianos. Incluso parte de la gente con la que trabajaba en el Shakhtar me decía que Rusia y Ucrania son comunidades hermanas, y que no tenían la percepción de esa diferencia tan abismal como para luchar en una guerra. ¡Y eso solamente era hablando del conflicto en 2014! Estos hechos te distancian tanto, que durante generaciones estarán todos los vínculos rotos con Rusia.

En Georgia, ¿la situación es tranquila pese a estar en la frontera con Rusia?

Sí, aquí no hay ningún tipo de situación que nos haga sufrir ahora mismo. Incluso en 2014 tampoco pasó nada ni hubo ningún movimiento. Nosotros vamos a cenar con nuestra familia y amigos y siempre oyes hablar a la gente en ruso, pese a que prácticamente pocos georgianos hablan ese idioma. Hay una diferencia cultural muy grande.

Y en lo personal, ¿cómo se siente con todo lo que está pasando?

Imagínate. Se trata de un sitio donde he vivido dos años y he hecho amigos. Además ha sido hace poco, estuvimos ahí hace un año y medio. Piensas en todo lo que está pasando y en todo lo que está viviendo la gente, y en casa estamos todo el día viendo noticias y viendo cómo evoluciona y si se acaba todo de una vez.

¿Y cómo cree que acabará todo?

Sinceramente, no veo el final fácil ni cercano. Tengo la esperanza de que todas estas sanciones y bloqueos que le están sucediendo a Rusia tengan efecto. No se puede hablar con un gobierno así, entonces es la propia gente de Rusia la que sí puede presionar. Y no solo los ciudadanos rusos. El pasado domingo estaba paseando por el centro de Tbilisi y había una manifestación de gente de Bielorrusia, en contra de su propio gobierno. La gente no va a la par que el gobierno. Mi mujer tiene un alumno ruso en Londres, y hace unas semanas, antes de todo, él le explicaba que había ciertos acuerdos y que no podía ser que Ucrania se juntase con Europa y entrase a la OTAN. Intentaba convencerla con ese argumento, pero una vez ha explotado todo, él se posicionó en contra. “Yo puedo defender ciertos posicionamientos y ciertas cosas, pero la guerra no tiene ningún sentido”, le comentaba a mi mujer. Los propios rusos están en contra totalmente, pero como gobiernan de la forma en que lo hacen, es todo mucho más complicado. Incluso he oído en las noticias que tienen detenidos a niños pequeños que querían llevar flores en una manifestación contra la guerra. La represión es muy fuerte cuando van en contra del gobierno y se oponen a sus decisiones.