El ADN se apellida Barça

Raphinha fue Mbappé en París con su mejor partido de blaugrana

La afición del Barça acabó haciendo el "oé, oé" en los últimos instantes

Partidazo del Barça de Xavi, que superó a Luis Enrique en todo

Resumen, goles y highlights del PSG 2 - 3 FC Barcelona de la ida de los cuartos de final de la Champions

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Ivan San Antonio

Ivan San Antonio

El duelo lo calentó Luis Enrique en la previa y se lo llevó el Barça, apellido que responde al nombre de ADN. Tuvo un rato el PSG, sí, desde el inicio del segundo tiempo hasta los cinco minutos del segundo tiempo. Nada más. El resto fue de un Barça que estuvo soberbio en ataque y en defensa. Colosal. Queda mucho, muchísimo, pero este Barça ya no sueña solo.

El Parque de los Príncipes es un estadio que, de palabra, en redes, con sus 'reels', puede parecer imponente. Nada más lejos de la realidad. Montjuïc, en los días grandes, claro, es mucho más ruidoso que este recinto parisino en el que una de las partes de la grada, un gol, canta "puta Barça" sin cesar mientras el resto, la mayoría, ni se inmutan. El fútbol, en la capital francesa, es cosa de los catarís, que lo mejor que hicieron para este deporte no fue organizar el Mundial, sino fichar a Xavi.

La 'mise en place', que diría mi amigo Jacas, de ambos equipos fue la que había sido durante los partidos anteriores. El PSG intentó hacer daño, pero solo hacía cosquillas ante un equipo, el blaugrana, que ha crecido como solo lo hacen los equipos que van hacia arriba, que tienen un horizonte y ganas de sentirse importantes. Es poco probable que la camiseta, por mucho que se diga, pese, pero esa fue la sensación en un primer tiempo en el que el Barça dormitó tranquilo en defensa, inquietándose quizá un poco cuando recibía Mbappé, bien vigilado de forma grupal. O cuando recibía Dembélé, exactamente con la misma mala leche aguada que exhibía en el Barça.

Luis Enrique observaba en la banda cómo, por mucha palabrería que hubiera usado en rueda de prensa, los hechos le quitaban la razón porque quien mejor y de forma más evidente exponía el ADN Barça era, precisamente, el equipo que pone nombre a ese ácido desoxirribonucleico. Con Xavi enel banquillo, por supuesto.

Raphinha celebra junto a  Gündogan el 0-1 ante el PSG

Raphinha celebra junto a Gündogan el 0-1 ante el PSG / VALENTÍ ENRICH

Ter Stegen tuvo que contener, básicamente, los disparos fuera del área de los parisinos, mientras que Donnarumma sacaba cubos de agua en cada ataque culé. Raphinha, Lamine y Lewandowsi en modo soy el puto amo, arropados por un imperial De Jong, un inteligente Gündogan y un eterno Sergi Roberto dominaban. Robert casi marca a la salida de un córner un rato antes de dársela a Lamine, que la puso en el área para el polaco, que forzó el rechace del meta italiano que acabó mandando a la red Raphinha. Jugadón. Golazo. El Barça, por delante en un Parque de los Príncipes que asistía, esta vez de verdad, al ADN Barça. Sin necesidad de vacilar de él en rueda de prensa.

Remontada en cinco minutos

El PSG salió tras el descanso consciente de que debía poner más ritmo, más cosas, porque el primer tiempo había sido insuficiente. Lo probó Vitinha desde lejos y lo probó Dembélé desde cerca, que acabó encontrando el premio. Tras un primer tiempo lamentable, marcó en la primera que tuvo. Lo celebró como si no hubiera manaña, olvidándose del Barça. De hecho, nunca en el Barça celebró un gol así. Fue excesivo, sin duda. Siempre ha ido a su bola y si en París es feliz, mejor para él. El 1-1 no fue suficiente para el PSG, que buscó el segundo y lo encontró con una internada de Vitinha, que cruzó ante Ter Stegen. En cinco minutos habían dado la vuelta al marcador. Cinco minutos duraron las buenas sensaciones de un primer tiempo soberbio. Los goles animaron al estadio, que había sido aburrido como una tarde de domingo.

El Barça, que no había llegado de turismo a París, dijo basta. Se levantó, agarró el balón y golpeó fuerte, al mentón. Lo hizo con un balón medido, rompedor y violento de Pedri a Raphinha, que, en modo Garrincha, hizo el doblete. Silencio sepulcral. Otra vez. El partido, más largo que un día de vacaciones, seguía vivo. Joao Félix llevaba un rato y luego entraron Ferran Torres y Christensen, que marcó a la salida de un córner. Este Barça ha tenido, tiene y siempre tendrá más alma que un equipo hecho solo de dinero.